La Vida Literaria en Francia ¿Qué hacen los literatos franceses durante la guerra? Una mirada rápida sobre sus obras y sus actos interesará. probablemente al lector. Sólo me guia una intención informativa. No hay manera de criticar en conjunto la literatura francesa del periodo actual. Es literatura patriótica, es decir, dogmática, para los que hemos tomado el partido de Francia por razones de raza, de sentimiento, de cultura, de innegable afinidad espiritual. Los literatos franceses escriben todos sobre el mismo tema, como si cumpliesen un mismo rito, como si sacrificasen sobre un mismo altar. Confortan a su Patria en sus dolores, mantienen el fuego de sus esperanzas, aquilatán sus virtudes resurgidas y juzgan, para censurarlos o aplaudirlos, a sus estrategas y sus gobernantes. El papel de Francia en la guerra es, sin duda, el más noble, el más puro de todos. Hace una guerra de defensa. Y la hace en su propio suelo, con todo honor y con todo heroísmo. La batalla que hizo sacudir a Alemania sus ensueños de domina'ción universal fue ganada por las armas francesas. La batalla del Marnc estableció entre.los beligerantes un equilibrio que. sin duda alguna. el más hábil o el más fuerte podía romper a su favor, pero que salvó a Francia del desastre definitivo y probó al mundo que el Ejército ger-máno había encontrado un rival digno de su fuerza en Europa: el francés. Recorra el lector los periódicos de Alemania y verá como el valor y el talento deéos soldados de Francia son reconocidos explícitamente. Los literatos franceses no escriben, pues, en el tono débil y receloso de los que se consideran vencidos. Tampoco hay en sus páginas arrogancias frenéticas, bravuconadas hiperbólicas, cantos triunfales que disonarían cuando la Patira sufre el martirio de la invasión. Hay serenidad en el análisis de los acontecimientos, confianza en el porvenir y un rigor ideológico y un raudal de lirismo tan abundante y armonioso, que no hay modo de dar por quebrantado a un pueblo que por boca de sus artistas puede todavía hablar así. En resumen: la literatura de la guerra en Francia no es lacrimosa ni elegiaca, como una literatura de decadencia. Es una literatura’ de renovación y de sacudida del alma nacional. Y, naturalmente, sigue siendo entonada, mesurada, “bien hecha," pues no se pierden en unos cuantos meses de guerra las características de un espíritu literario. La precisión, la claridad, la proporción siguen dominando en las páginas de los literatos franceses. Pero vengamos a nuestra mirada rápida sobre las obras y los actos de éstos; obras y actos, porque en algunos escritores deberemos considerar conjuntamente al literato y al soldado. Iré muy de prisa. Anatole France quiso servir a su Patria con las armas igual que con la pluma. Su ancianidad no pudo consentirle este noble honor, y el maestro ha debido resignarse a escribir artículos—unos pocos—donde su prosa transparente y con frialdades de cristal sabe caldearse como una gema incandescente. Mirbeau calla. (Todo un articulo reclama el silencio de Mirbeau.) Pierre Loti, el suave, el sutil, el plañidero Loti, ha vuelto a vestir uniforme de militar. Presta servicios en el campo atrincherado de París y escribe en La Ilustración las páginas descriptivas más bellas que hayan podido inspirar los sacrificios de Reims, de Arras, de Soissons-------- Maurice Barrés y René Bazín alternan en las columnas de L’Echo de París. (Ya he hablado particularmente del ilustre Barrés.) J. H. Rosny, ainé, talento tan vigoroso como fecundo, publica cuentos y novelas cortas en Le Journal y La Revue de Paris. Marcel Prevost, el gran novelista mundano, es capitán de Artillería, y se ocupa en los ferrocarriles rcstratégicos. Antiguo alumno de la Escuela Politécnica, ha podido asumir un cargo militar indiscutiblemente útil. Escribe en La Revue de París, que dirige. Allí he tenido el gusto de encontrarle, jovial y optimista con su uniforme de artillero, que suele lucir algunos jueves, “bajo la cúpula” de la Academia. He hablado hace pocos días de Don-nay, de Lavedan, de Bataille, de casi todos los dramaturgos convertidos en articulistas. Y me olvidé entonces de Síganos literatos que cultivan la novela y el teatro: de Richepin y de Abel Hermant. por ejemplo. Ambos escriben en los periódicos pródigamente. J. H. Rosny, jeune, y Paul Margueritte colaboran con asiduidad en La Petite -Gironde, de Burdeos. Paul Fori, el príncipe de los poetas-fia fundado una hoja bisemanal titulada: Les Poemes de France, donde no hay más resonancias que las de su lira. Henri de Regnier, tan ponderado, es actualmente director literario de Le Journal, y hace en Excelsior, con delicadeza infinita, las necrologías de los poetas que han muerto en la batalla y de los escritores como Lemaitre, como Hervieu, como Remy de Gour-mont, que no han podido llegar hasta el epílogo glorioso, sin duda, de la tragedia. Pocas frentes inmortales se han inclinado para siempre bajo el plomo alemán. No es Francia— por fortuna—tierra de literatos precoces o impacientes. Ernest Psicha-ri, Charles Dumas, Emile Despax, A-llain Fournier y otros héroes juveniles," en la vida literaria, eran todavía adolescentes. De Charles Pegony, propagandista apasionado y arbitrario, puede cantarse su hermosa muerte sin pretender que sus laureles literarios sean tan frondosos como los de su heroísmo. Le sens de la mort, de Paul Bourget, y La Veillée des armes, de Mar-cclle Tinayre, son las dos novelas a-cerca de la guerra que más se destacan; pero ninguna de ambas tiene ei reposo, la hondura analítica ni la firmeza de construcción que la novela— arte difícil, arte de tiempos de paz— exige de modo inapelable. Cuanto se publica es fragmentario. De cien libros que se hojean en las galerías del Odeón. 95 son recopilaciones de artículos de comentarios, de páginas descriptivas. Todas las revis tas y todos los periódicos muestran que la producción literaria ha sabido moldearse a las necesidades del mo mentó. Todos los literatos hacen el trabajo corto, el único que el corazón, que a tan duras pruebas resiste, les consiente y el único que acoge el público con agradecimiento. He olvidado muchos nombres. Crei que era posible dar en un solo articulo una impresión de conjunto de K vida literaria en Paris, en los días dolorosos que estamos viviendo. ¿Me permitirá el lector que, de tarde en tarde, vuelva a hablarle de literatura? Las guerras tienen principio y fin. son varias y caprichosas tomo las va nidades y las ambiciones de la humanidad. El arte no se detiene nunca: encierra lo mejor y lo más inocente de nuestras almas: el ideal. Hablaremos de literatura, de pintura y de música alguna vez-------- Hablaremos de ideal. Alberto IN SU A.