DE LA RELIC4I0N 351 trar uña obra que aumenta las tinieblas, ninguno entra en una barca rola para aprender á evitar el naufragio, - ni los libros llenos de errores nos lian de enseñar la verdad. 1 Con justísima razon los Concilios, los Sumos Pontífices, y en sus respectivas Diócesis los Obispos, considerando la obligación estrechísima en que se hallan de apartar el rebaño de Jesucristo de todo pasto venenoso, y que han dé dar cuenta al Supremo Pastor de las almas, no solamente de las suyas propias, sino también de las de los fieles que se les han encomendáis, han dirigido siempre su paternal solicitud á separar de ellos esas obras corrompidas, cuya lectura introduciría el veneno en su corazón; Los libros son, como los llama San Basilio, el pasto, el alimento de las almas; y así como .los del cuerpo se toman con gusto y se convierten en nuestra propia sustancia;,no de otra suerte, el libro que leemos espontáneamente,.lo leemos con placer, y fá-Gilmente solemos adoptar sus mácsimas y doctrinas haciéndolas propias, como advierte San Ligorio. Una lección santa aviva las luces de la fé, fomenta la piedad, nos infunde horror al vicio y amor á la virtud: por el contrario la de un libro perverso, enciende mas y mas el fuego de las pasiones; cohonéstalas acciones mas torpes, ó procura & lo menos disminuir á nuestros ojos su fealdad; ó bien se burla de las sacrosantas verdades de la Religion, y ya con el arma del sofisma, ya con la mas temible de la sátira las impugna y combate, escitando al principio mil dudas y tentaeiones en nuestra alma, y acabando . por estinguir completamente las luces.de una fé ya mpribunda., Sq^ede ademas con los libros lo que con las compañías, que una.sola mala hace por Jo común mas estragos que bienes-la de muchos arreglados y virtuosos. Un buen libro tiene que vencer la oposición de una naturaleza corrompida é inclinada al mal; no así una obra impía ó inmoral, que va de acuerdo con nuestras propias pasiones, que no hace mas qüe fomentarlas y escitar el deseo de romper el freno de una Religion santa que no cesa de recordar al hombre sus deberes. Por esto, amados hermanos é hijos nuestros en Jesucristo, queriendo, como es de nuestra obligación, advertiros el peligro y preservaros de él, os dirigimos nuestra carta de 11 de Diciembre prócsimo pasado que, como esperábamos en el Señor, escuchásteis con vuestra acostumbrada docilidad, propia de todo el que es verdadero hijo de la Iglesia; lo que consuela en gran manera nuestro atribulado corazón, y nos alienta para tr-abajar infatigables en vuestra instrucción. A este fin, no se satisface nuestro celo con mostraros el riesgo y exhortaros á la fuga, sino que os proponemos los medios fáciles para evitar el peligro, manifestándoos Jas sencillas, piadosas y fundadas reglas que nos ha mandado observar nuestra Madre la Iglesia. Ya veis que el demonio enemigo vuestro, como león rugiente anda girando alrededor de vosotros buscando á quien devorar; ya veis que ahora mas que nunca multiplica sus asechanzas; que, como si no bastaran los lobos que sé encubren con piel de ovejas y con sus palabras pretenden seduciros, se vale de libros, impíos unos, inmorales otros, para propagar mas pronto el veneno aun en las casas y familias mas recogidas, y principalmente en la tierna é incauta juventud. Y ya no son solamente los libros, sino aun cuadernitos poco abultados, en los que se encuentra la mala doctrina: tal es el calendario de Lopez, que hemos prohibido en nuestro Edicto del 8 del corriente, que circulamos con esta nuestra carta. La prohibición de este libelo era tanto mas urgente, cuanto