ra comenxer el catálogo de 'au» cambios de opinión o, lo que es lo mismo, 11 historia del permanente divorcio entre sus acciones y sus palabras. Cuando en Mobile comenzó a predicar la buena nueva, decía Mr. Wilson: “no más gobiernos emanados de la violencia, no más gobiernos de origen espurio, inconst tucional.” Pocos días después el Coronel Benavides daba en la Capital del Perú un cuarteUzo típico, para derribar al gobierno constitucional del Presidente Bil-linghurst y apoderarse de la República. Y cuando todavía en laa calles de Lima no se disipaba el humo de los disparos ni coagulaba la sangre de las víctimas, entre ellas el Ministro de la Guerra, la Cancillería americana se apresuraba a reconocer al flamante gobierno peruano y a estrechar cordialmente las manes del Coronel Benavides, sin meterse a averiguar ai aun tenían en ellas salpicaduras de sangre o pedazos de la Constitución de la República peruana. ¡Es qve d rante el tiempo trascurrido entre el “speech" de Mobile y el cuartelazo de Benavides, EL PRESIDENTE WILSON HABIA CAMBIADO DE OPINION! Mr. Wilscn ha vivido declarando que loe Estados Unidos han menester la confianza de los países hispano americanos y que, para eUo, es necesario abstenerse sistemáticamente de toda intervenc ón en los asuntos interiores de este Contenente. Eso no obstante, a fines de 1915 mandó desembarcar 2000 marinos en territorio de Haytí, con los cuales ha combatido a balazos a los insurrectos de aquel país, imponiéndoles un gobierno inconstitucional e hijo de la violencia, formado con el único objeto de aprobar el convenio de protectorado sobre aquella República, con el cual los Estados Unidos quedarán dueños de la antigua Española, puesto que la otra mitad, la Domin cana, la tienen ya desde los tiempos de Roosevelt sujeta a protectorado. En el caso de Haytí, por Unto, el Presidente Wilson había cambiado otra vez de opinión! Y venimos ahora a la conducta de Mr. Wilson en la cuestión mexicana, que es la que ha dado a conocer mejor su temperamento y su política, y que procuraré presentar sin eqiintu alguno de sectarismo, como si no fuese yo mexicano. Desde los primeros momentos después de que asumió la Presidencia, declaró Mr. Wilson una y otra vez que en la cuestión de México se mantendría dentro de un rígido no intervencionismo. Eso no obsunte, el día 21 de Abril de 1914, una numerosa flota de guerra, integrada por más de 40 buques, entre ellos los más poderosos de la escuadra americana, cañoneó el puerto de Veracruz y, derramando sangre mexicana y sangre yanqui, se apoderó del puerto que conservó en su poder hasta el 23 de Noviembre sigílente, administrándolo durante esos ocho meses como cosa propia, hasta el grado de que todavía hoy la Casa Blanca retiene en su poder los millones de dollars recaudados en aquel puerto. ¿A qué se debió ésto? Al llamado incidente de Tamp co: una mañana diez o quince marinos americanos que indebidamente desembarcaron en aquel puerto, ocupado a la sazón por un Jefe huer-tista y sitado por los carrancistas, fueron detenidos momentáneamente y puestos a poco en libertad, con toda clase de satisfactorias explicaciones. El gobierno americano quiso, no obstante, dar al suceso las proporciones de una ofensa al honor nacional, reparable solamente mediante un saludo de 21 cañonazos a la bandera americana, que el -General Huerta rehusó tenazmente, lo que dió pretexto al Presidente Wilson para el ataque y ocupación de Veracruz. De adrmt r como sincero este arranque de excesiva su-ceptibilidad y como causa real ese pretexto, hemos de concluir que el Presidente WILSON HABIA CAMBIADO UNA VEZ MAS DE OPINION, puesto que de manera tan positiva y grave se mezclaba en los asuntos interiores de un país extraño. Y que éste fué el único objeto de la ociqu-ción de Ve rae rus, parece ponerlo en claro el hecho de que después del 21 de Abril jamás volvió a acordarse siquiera de los 21 cañonazos famosos. Otro caso. Como acabamos de ver, en Abril de 1914 Mr. Wilson opinaba que el hecho de que una facción combatiente durante una guerra civil detenga momentáneamente a unos marinos extranjeros, aunque después ofrezca toda clase de explicaciones, es motivo suficiente para' que la Nación respectiva despache una poderosa exped.ción naval y ocupe mi-l.tarmente durante muchos meses un puerto extranjero, sacrificando en ello vidas h-manas y no pocos millones de dollars; pero en Enero de 1916, en presencia de una facción combatiente que en ese mismo país fusila brutalmente a 17 ciudadanos americanos por el sólo hecho de serlo, esto es, para inferir deliberadamente un ultraje a este país, opina que ello no amer.ta otra cosa que una nota reclamando un poco de más cuidado para otra vez. EL ESTIMABLE PROFESOR NUEVAMENTE HABIA CAMBIADO DÉ OPINION! En su discurso de Ind.anápolis, a principios de 1915, decía Mr. Wilson a propósito de la revolución mexicana: “Las naciones europeas derraman toda la sangre que quieren sin que nadie pretenda impedírselos; ¿por qué no hemos de conceder el mismo derecho a los mexicanos? El país es de ellos, por tanto ellos solos deben arreglarse, y mientras yo sea Presidente de los Estados Unidos, nadie se ha de mezclar en sus asuntos;” pero, no obstante, el 2 de Junio siguiente dir.ge a los jefes rebeldes mexicanos su célebre nota previniéndoles que en un plazo muy breve se pusiesen en paz, advertidos que de no hacerlo, él daría los pasos conducentes para restituir México a la civilización: lo cual, si no estoy equivocado, significa que EL PRESIDENTE WILSON HABIA SUFRIDO OTRO CAMBIO RADI-CAL DE OPINION. Aquellos jefes rebeldes, por su parte, hicieron de esa nota el mismo caso que de las nubes de antaño, lo cual DETERMINO UN NUEVO CAMBIO DE OPINION EN MR. WILSON, puesto que al fin no llevó cabo su formidable amenaza. Por el contrario, en Agosto siguiente se dirige otra vez a los jefes rebeldes, pero esta vez invitándolos para reunirse en una conferencia y en ella organizar de común acuerdo un gobierno provisional que convocase a elecciones para el restablecimiento del régimen constitucional en México. Salvo los carrancistas, que con sobra de justicia pensaron que aquella centésima intromisión en los asuntos mexicanos era una mal encúbierta ayuda al villismo, que a gran prisa iba decayendo, salvo los carrancistas, digo, todos los demás jefes militares aceptaron la invitación y mandaron sus delegados a Washington; pero cuando llegaron a tocar a la puerta del Departamento de Estado, se encontraron conque ni siquiera se les recibía, porque Mr. Wilson había determinado no hacer más caso de la conferencia ni del régimen constitucional, s no aceptar al carrancismo tal como él era, reconociéndolo como gobierno “de facto" sin meterse en más honduras. EL SEÑOR PRESIDEN TE HABIA VUELTO A CAMBIAR DE OPINION! Por último, la consecuencia natural de tal reconocimiento debit ser el restablecimiento inmediato de las relaciones diplomáticas, acreditando sendos embajadores en Washington y en la ciudad de México. Y en efecto, Mr. Wilson nombró embajador a Fletcher y don Venustiano Carranza al licenciado Arredondo; pero es el caso que los meses pasan unos después de otros sin que el mexicano sea recibid do oficialmente, de manera que ha venido a quedar en una situación intermedia y equívoca que sobre ser inusitada debe