14 El Meneajero Juvenil El Meneajero Juvenil , 15 vos. Un buen siervo de un rey terrenal, no sólo vive una vida honorable de conformidad con las leyes de su rey, sino que debe también ayudar a su rey en el logro de los grandes propósitos que él tenga en el mundo. Un rey terrenal con grandes ambiciones de edificar su nación y hacerla más fuerte que los reinos que la rodean, no sólo desea de parte de sus súbditos que vivan vidas de obediencia, sino que se posesionen de las mismas ambiciones, y, como buenos ciudadanos, trabajen para que éstas sean un hecho. De igual modo nuestro Rey celestial, pide de nosotros, los que nos hemos posesionado de este principio de obediencia a él, no sólo que vivamos diariamente en armonía con sus leyes y enseñanzas, sino que nos posesionemos de un concepto de sus grandes propósitos en el mundo, y nos esforcemos porque estos propósitos sean realizados. Por lo tanto, el que es verdaderamente leal a Cristo, sabrá que su Maestro desea ser Rey sobre todo el mundo y que desea reinar en justicia y verdad en dondequiera que su nombre sea conocido. La lealtad a Cristo, por lo tanto, no sólo nos hará misioneros en el más alto y verdadero sentido, sino que nos hará también celosos de ver que todo el mundo sea traído al conocimiento y realización de la voluntad de nuestro Maestro. No sólo nos esforzaremos en traer al mundo bajo el cetro de una cristiandad organizada, sino que procuraremos traer al mundo bajo el cetro personal de nuestro Rey, de modo que pertenezcan a él los corazones de los hombres en todas partes. Una vez que nos hayamos posesionado de un concepto del Señorío de Cristo, y que lo obedezcamos a toda costa, tendremos el principio misionero en su más verdadera y amplia aplicación. Saber lo que él desea es procurar obtenerlo para él. Cuando los fieles seguidores de David comprendieron que su rey anhelaba un trago de agua de la vieja fuente de los días de su mocedad, no omitieron ni vida ni esfuerzos para obtener lo que su rey deseaba. Cuando Jesús encomendó su madre a Juan, vló a éste y le dijo: “He aquí a tu madre.” Luego vió a su madre y le dijo: "He aquí a tu hijo.” Ellos leyeron en su corazón el propósito de que Juan tuviera cuidado de la madre y de que ésta se confiara a Juan; y cuando sepamos lo que él deseaba, no necesitamos orden ninguna. El que corre puede saber que Jesús desea el mundo y que desea ser su Rey en justicia y salvación. Un cristiano obediente no puede quedar satisfecho con sólo vivir en su casa la vida que debe vivir, sino que nunca quedará satisfecho hasta que el mundo sea llevado a su Maestro. 5. Una Vida Digna de Tal Señor. Hemos hablado de que el Señorío de Jesús nos retiene en obediencia a sus mandamientos dados abiertamente a nosotros, los cuales nos obligan a llevar a efecto sus propósitos en el mundo. Estos son los aspectos públicos de nuestra relación a él. Un buen ciudadano del reino no sólo obedece la ley y se une a los grandes propósitos del Rey, sino que procura también vivir dignamente de su Rey. El principio bautista de lealtad a Cristo, nos obliga, por lo tanto, no sólo a una franca vida de servicio, sino a una vida privada de devoción, y a una vida que será digna en todos respectos de nuestra ciudadanía. En esta vida privada no nos interesa principalmente lo que otras gentes piensen; ellas no han de saber mucho de ella. Es una vida de comunión privada y de servicio secreto. Nuestro gran interés es que nuestra conciencia nos diga que hemos sido fieles a nuestro Rey y que cuando vemos su faz sepamos que él reconoce el mismo hecho. fl. Directamente a El. Hemos expuesto la grande verdad de que ni la iglesia, ni las ordenanzas, ni los sacerdotes pueden interponerse ent.e nosotros y Jesús como Señor. Todas las agencias religiosas deben llevarnos a él. Uno de los grandes axiomas de religión es, como bien se ha expresado ya, “la competencia del alma bajo Dios en todos los asuntos de religión.” Muy útiles para nosotros son todas las agencias humanas que nos llevan a Dios, pero ellas ayudan a un fin, y ese fin es tener una comunión personal con Dios por medio de Jesucristo. Nuestra doctrina del Señorío de Jesús, por más útil que sea para conservar bien balanceada nuestra geología, necesita, sin embargo, ser un artículo de fe viva, y por lo mismo un asunto del espíritu o temperamento de nuestra mente. Una cosa es saber que nadie tiene derecho de interponerse entr? nosotros y Dios, y otra cosa es emprendar a Ir directamente a él por medio de la fe y la oración. El mejor cristiano no es el que puede ir directamente a Cristo y que no es responsable a ningún otro, sino el que va directamente a Cristo y el que hace al Cristo personal viviente una realidad en su vida diaria.