178 LA VIOLETA. mona, á semejanza de esas mujeres insitantes y hermosas que no tienen ninguna virtud y que trocan los pape les que como niujcres tienen que desempeñar en el escenario de la vida. La azucena símbolo de la pureza, blanca como un ampo de nieve y tan llena de un suave perfume como la pureza misma; la violeta que simboliza la modestia que solo, se sabe, qiíe existe entre el follaje de sus hojas por su penetrante aroma; pero tímida y modesta se oculta hasta de los rayos del sol. Otra infinidad de flores como el re sedan que es el emblema de las virtu des, es cual ellas, su delicado aroma tan penetrante excita los sentidos y no puede estar oculta; las virtudes saltan á la vista de las personas que las posee. A' de la gardenia y de la madre-sel va ¿qué diremos^ son otras tantas a-romáticas flores, regio el de la prime ra, y* apacible el de la segunda, que cual lazo que une dos amorosos cora zones embriaga la felicidad de tan ha lagadoras cadenas. El jazmín y el clavel son otras de las que nos llenan de ambrosía con sus insitantes aromas, la chispeante andaluza que nos representa el clavel, la linda morena llena de salamaneria y encanto, nos deleita con el néctar delicioso, la .esencia purísima de los dioses del Olimpo. Finalmente la reina de las flores, hace recordar ;i nuestra santa religión, su aroma se eleva en el altar y ella misma sirve de adorno con su fragancia y lozanía hermosea las urnas de las Vírgenes. ? „ , María Gar^a González Monterrey, Diciembre de 1,893. CEL o £ Celos, Dios mío,' tengo celos • ■> Aun del aire que respira, De las estrellas que mira, De los fulgores del Sol. Tengo celos y temores •.Que acabarán con mi-vida, ¡Si él comprendiera la herida Que ha abierto en mi corazón ....! Si él comprendiera el inmenso Sacrificio de mi alma, Si él suspiera que la calma El ingrato me robó. . . . ¡Cuánto he sufrido, Dios mío! Y en tan horrible tortura, ¿No he de poder la ternura De mi pecho demostrará ¡No puedo, no, que el decirla Sería un loco desvarío, Y eso no lo hace, Dios mío, Quien se estima como yo! Lo hará tal vez quien liviana, Olvidando sus deberes, Cambie por vanos placeres 1 Toda una santa ilusión! Pero no yo, porque antes Que ser indigna del que amo, Profiero que mi reclamo Muera también con mi amor. Yo bien sé que un ruego mío, ' Una súplica siquiera, 1 Arrojaría la barrera Que nos separa á los dos. Mas si he de comprar la dicha A ese precio tan subido, ‘ Renunciaré al bien querido Y me hundiré en el dolor. NO OLVIDEN USTEDES. Que este periódico es muy ameno é instructivo para las ninas, que empiezan á comprender la educación. Así dijo, tristísima María, Agobiada de pena y de tortura, Y yo le respondí con amargura: “Esto, ñifla no-es nada todavía