niños; pero por temor e recibir la peor parte se ha abstenido de intervenir. El porvenir de estos niños es bastante sombrío. Es probable que alguno de ellos crezca con algún complejo de inferioridad, lleno de temores y de prejuicios. El vocabulario que oyen tendrá parte importante en su desarrollo emocional, y el ambiente de amargura y desprecio tiene por fuerza de ejemplo que desarrollar en ellos un concepto muy pobre de su niñez. Mientras otros niños se divierten, cantan, ríen, hacen ruido y hasta rompen artículos importantes de la casa sin ser violentamente reprendidos, estos pob~ecitos tienen que vivir la vida de la prisión, siendo los verdugos: ¡sus mismos padres! Y son verdugos no por maldad, indudablemente, sino por el concepto muy equivocado de la educación de que lo* niños tienen que portarse como la gente grande. Cuando celebramos en esta ocasión el Día de las Madres, nos acordamos también de los niños, pues las madres lo son, porque tienen hijos a quienes deben todo el cariño de su corazón y todn la ternura de su educación. El resplandor de la gloria de la madre no surge en el acto del nacimiento del hijo, sino a través dé los años de su educación. La madre que siente muy hondo la bendición de la maternidad, sabrá descender al nivel del hijo para hacerse pequeña e ignorante con él. De ningún otro modo podrá realizar su noble misión de madre. El hogar no será una corte para sentenciar al delincuente, o una cárcel para castigar a los violadores de la ley. Llamar malo al niño es demostrar crasa ignorancia de la vida de la niñez. No hay niños malos. Todos los errores o desafueros que cometen loe pequeños se deben a su necesidad biológica de desarrollar sus mús culos y su inteligencia, y de adquirir nuevas experiencias y, como corolario, a su ignorancia de la vida. No puede la madre poner dique a los impulsos propios de la nifles, sino abrir canales para encauzarlos por caminos de rectitud. No se puede poner un alto a una vida que empieza y va camino de la madurez, porque, o se atrofia y la víctima se convierte en un desajustado, o se rebela y se hace un violador de la ley. Ambos extremos son peligrosos. Lo normal es que la madre sienta y piense como los niños, tenga tiempo y paciencia para darles debida atención, y cuente con la habilidad necesaria para crecer con ellos en sus cambiantes intereses de la vida. En esta empresa la mur jer debe contar con el brazo fuerte de su esposo, ya que cuando pensamos en un hogar normal no olvidamos el hecho de que el hombre juega un papel muy importante en la educación de los hijos. "HOGAR, DULCE HOGAR", debe ser el lema de las buenas madres y de los buenos padres en este día. También debe tenerse el anhelo de echar a un lado los intereses sociales por el interés supremo de toda vida de matrimonio: el desarrollo normal de la niñez; y olvidar los deseos y gustos personales, que son siempre egoístas, por el deseo y el gusto de brindar al hijo un hogar donde él se siente feliz y contento. No hagamos del hogar una cárcel donde el niño se encuentre aprisionado física y espiritualmente, de donde siente ansias de libertarse cuanto antes. Por el contrario, que vea en su hogar un pedazo de cielo, un rincón de gloria, y que a través de sus años y aun después de su madurez pueda canter con todas las fuerzas de sus amores: “¡HOGAR, DULCE HOGAR!" Puerto Rico Evangélico MIENTRAS HAYA HOGARES • Mientras haya hogares Donde van los hombres Al anochecer; Mientras haya hogares Donde juegan los niños Y espera la mujer; Si hay amor, lealtad y fe Tras el umbral, Por azotada que sea la nación Se recobrará del mal. Mientras haya hogares Donde arda la llama De excelsa vocación; Mientras haya hogares Donde brille la luz Y suba la oración; Por más que el pueblo Ande en sombras Y el mundo sea un caos, Hay esperanza aún. En estos hogarcitos Vela el mismo Dios. Nuestra Labor EL HOGAR CRISTIANO 3