X K'í' "A W*: AUTORIDAD INFALIBLE DE LA IGLESIA 6 importante significado: “A mí se ine ha dado toda potestad en eí cielo y en la tierra: id, pues, e instruid a todas las naciones... enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado—y estad ciertos que yo mismo estaré continuamente con vosotros hasta la consumación de los siglos.” (S. Mat. XXVIIIí 18, 20). El comienza por acentuar bien su autoridad y su misión divina: “A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra.” Después delega este poder a los Apóstoles y a sus sucesores: Id, pues, e instruid a todas las naciones,” etc. El no los manda a repartir Biblias por todo el mundo sino a enseñar de viva voz: “Y estad ciertos!” Nuestro Señor jamás llama la atención de sus oyentes por medio de la interjección, sino cuando tiene que comunicar algo extraordinariamente solemne y seguramente que va a decir algo muy importante. “Sabed, yo estaré con vosotros.” Estas palabras “Yo estaré con 'vosotros," se encuentran con frecuencia en las Escrituras dirigidas por el Todopoderoso a sus Profetas y Patriarcas, y siempte implican una presencia especial, una particular superintendencia de la Divinidad, (Exód. 3-12): (Jet. XV, 20) y en el caso presente también. Cristo dice: Yo que “soy el camino, la verdad y la vida” os protegeré de error y os guiaré cuando habléis. Yo estaré con vosotros no solamente durante vuestras vidas naturales, no un siglo solamente, sino todosi los días, en todos los tiempos sin intermisión, hasta la consumación de los siglos. Estas palabras de Jesucristo establecen dos hechos importantes: lo. Una promesa de librar a su Iglesia de error. 2o. Una promesa de que estará continuamente con ella, sin intervalo de ausencia, hasta la consumación de los siglos. Y éste es también el sentir del Apóstol de las Gentes cuando escribe a los Efesios: Dios “ha constituido Apóstoles, a otros Profetas, y a otros Evangelistas, y a otros Pastores y Doctores, a fin de que trabajen en la perfección de los santos, en las funciones de su ministerio, en la edificación del cuerpo místico de Jesucristo hasta que arribemos todos a la unidad de una misma fe... por manera que ya no seamos niños fluctuantes, ni nos dejemos llevar aquí y allá de todos los vientos de opiniones humanas por la malignidad de los hombres, que engañan con astucia para introducir el error.” (Efes. IV, 11-14). No obstante estas declaraciones evidentes de las Es- -■itiátí*'1'’' ■ I