Lección III. HERALDOS DEL REY Enero 18 de 1931. BOSQUEJO DE LA LECCION EN, LA lección primera del presente trimestre estudiamos, niños míos, la hermosa historia del nacimiento de Juan el Bautista, el precursor de Cristo, ahora vamos a estudiar el ministerio de este notable personaje, a quien el mismo Señor Jesús señaló como el más grande de los profetas nacidos de mujer. g, i 1. Una Voz en el Desierto. Los profetas del Antiguo Testamento hablaron de Juan como una voz en el desierto proclamando el reino de los cielos y la necesidad del arrepentimiento para la remisión de los pecados. Juan el Bautista fué un extraño predicador, que como los profetas, se vestía con pelos de camello y un cinto de cuero alrededor de sus lomos. Predicaba en el despoblado y bautizaba a los que se arrepentían de sus pecados. 2. Mensaje de Juan el Bautista. El mensaje de Juan llamaba tanto la atención que grandes multitudes de Jerusalem, de toda Judea y de las provincias alrededor salían al despoblado para escuchar al raro predicador. Entre la multitud venían muchos fariseos y saduceos y a ellos se dirigió especialmente cuando les dijo:—¡Oh generación de víboras! ¿quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? ¿Y saben los niños por qué Juan les hablaba tan duro a estos hombres? Porque pensaban que siendo justos, como se creían, no necesitaban arrepentirse de sus pecados y por lo tanto no temían el día del juicio. Además, se consideraban dueños de las promesas divinas por el único hecho de ser hijos de Abraham y muy poco se preocupaban por practicar el amor, y la justicia. 3. Frutos Dignos de Arrepentimiento. Juan el Bautista no solamente denunciaba a las gentes su pecado, sino que las llamaba al arrepentimiento. Cuando las gentes arrepentidas de sus pecados le preguntaban a Juan: ¿Qué haremos? El les señalaba los frutos dignos de arrepentimiento: (1) La Caridad. Dar de comer al hambriento y cubrir al desnudo. (2) La Justicia. No exigir más de lo que estaba ordenado, como lo hacían los publicanos. (3) El Contentamiento. Conformarse con lo que tenían, evitando aumentarlo con el fraude, la calumnia y el despojo, como lo hacían los soldados.