V VHI ¡Dulcinea! Sólo un alucinado Pudo pensar que la mayor ventura Es colocar el sueño en la hermosura De una mujer que nunca se ha mirado. Mas gozó de su amor. El extraviado Puede llegar a la ilusión más pura; Que existe, cual contacto, la locura. Entre todo el que sueña y lo soñado. Aquel amor que nunca se ha sentido, Y que sólo entre sueños ha existido, Al alma incita más a alzar el vuelo. ¿Cuál es el bien mayor? ¿el que desciende A. nosotros? ¿o aquel qué nos asciende Prometiendo besarnos en el cielo. VI Es más bello que'todos los amores El anheló de amor, cual la penumbra Es más bella que todo lo que alumbra, Y el botón es más bello que las flores. Prestándole el ensueño sus primores, A lo qué está en lo porvenir encumbra; Mas si en verdad se torna, la deslumbra Con sus rayos que no han competidores. Si es la desilusión inevitable, Amemos el ensueño irrealizable Como el gran Don Quijote, ¡el sufrimiento De mirar un anhelo disipado, Es pi ..'erible al bárbaro tormento De verlo en cruda realidad tornado! VII La verdad, como el sol, en su Levanti Y en su Ocaso, es espléndida y hermosa; Mas ¡ay! en su cénit, por luminosa, Es también como el sol, cruel y quemante. ¡Crepúsculos que duran un instante, Durar siglos debieran! ¡qué dichosa Seria una existencia nebulosa Pasada en un amanecer constante! ¡Pobre Quijote! ¡tú no conociste Crepúsculos tan bellos! Descubriste De un golpe el sol de la verdad; su fuego Consumió en un instante tus quimeras; ¡Y fuiste desde entonces como un ciego Que-se halla entre la luz de mil hoguerasl ¿Qué serpiente, Quijote, qué serpiente Te* hizo probar el árbol de la vida? Perdiste la ilusión y tu caida Tuvo que ser inevitablemente. Estrella que naufraga en la esplendente Luz que el sol desparrama a su salida; Arroyo que su linfa ve perdida, La que copiaba al cielo en su corriente. Cayó Luzbel; mas no con oraciones Profanó sus perdidas ilusiones; Adán cayó; pero el amor que crea Le hizo ver una gloria en cada duelo; ¡Sólo tú hallaste, al traspasar el cielo. Rota tu lanza y muerta Dulcinea. IX ¡Oh destino cruel! (cuando es impia Tu obra, no te llamas Providencia,) ¿Porqué no le arrancaste la existencia Antes de darle la razón? Creía Don Quijote ser rey, y en su agonía Le arrebataste el cetro: la demencia; No pudiste destruir su omnipotencia Sin el reino destruir en que vivía. Ya triunfó la verdad. Ya son las flore: Organos nada más reproductores; Ya el cielo, no es azul; y los encantos Son ficciones no más: el beso ardiente. Dos bocas que se juntan solamente, Y putrefactos líquidos los llantos. X ¡Nada he visto jamás tan doloroso Cual Quijote volviendo a ser Quijano! ¡Después de ser divino ser humano! ¡Ser celaje que se alza de asqueroso Pantano y tras cruzar el cielo hermoso ,. Vuelve otra vez de nuevo hacia el pantano! ¡Tcfrnarse en Sancho Panza! ¡Ser gusano Después de atravesar por el Toboso! Don Quijote, dejando su quimera Para buscar la dicha en el sosiego. Es un orgullo convertido en ruego; • Es Beethoven- contento en su sordera; Es un Homero que, al sentirse ciego, Se resigna, ¡oh dolor! con su ceguera! Nemesio García NARANJO.