me importaba salir vencido. Lo que me interesaba era qce mis compañeros del Museo y los de la Escuela de Jurisprudencia se enterasen de que yo—El Vate, como me decían en aquel dichoso entonces—era tomado en consideración por el Maestro de los Miaestros. Casi estuve a punto de creer que la posteridad iba a resucitar esa controversia enlazando mi nombre con eí del venerable pensador. ¡Cosas de niños! Si el Dr. Cerna no defendió las letras norte-americanas por puritanismo estético puesto que habría defendido antes a Wagner y a D’Annunzio; si tampoco lo ha hecho por espíritu ayankado, tenemos que concluir en que lo hizo por satisfacer la misma vanidad que yo satisfice cuando tenia veinte años. ¡Cuanta razón tienen las gentes viciosas cuando aseguran que los que no hacen calaveradas en la juventud, las vienen a hacer en la ma-direz de la cxistcnc'a! Porque, a decir verdad, lo que ha hecho el Dr. Ccrjg es rna verdadera calaverada. Naturalmente, como de lo que se trataba era de discutir y no de fijar un ideal abstracto de Arte, el Doctor Cerna aun no dice los puntos de vista en que la literatura norte-americana está por encima de las letras latinas del Continente Occidental. Está alargando la discusión, porque mientras más dure, más luz habrá de produicir. Hasta hoy se ha limitado a exponer una serie de nombres que aislados significan muchísimo más que reunidos. Y es que se obstina en no comprender que la literatura de un pueblo rio puede jamás condensarse en forma de inventario. A veces, una sola frase vale más que un libro y un giro popular, un estribillo callejero deja una huella más honda que una obra reputada como perfecta. El Doctor Cerna cree que la Literatura de las Naciones aparece por entregas como las novelas de baja cate--goria, y por eso está esperando tranquilamente el “siglo de oro” de las letras americanas. Dice que entre La Ibada y Pericles trascurrieron varios siglos, y que entre “Los Nibelun-gos" y Klopstock media también una inmensidad de tiempo. Y supon en-do piadosamente que Longfellow equi vale a Homero y Cooper representa “Los Nibelungos,” se sienta tranquilamente a esperar los Pericles ayan-kados del porvenir. No necesita esperar mucho tiempo. Porque si Homero tiene su tipo correspondiente en Longfellow,, bien puede Mr. Wilson representar el papel de Pericles. Y ya nos podemos figurar a un Anacrconte Debiendo whiskey, a un Tirteo cantando en un Army Post, y a Aspasia bailando en un “Dancing” a los compases arrobadores de un “Turkey Trot”. Después ¿e todo, la traducción de la “vetusta” Grecia, (para usar del adjetivo que a toda Europa aplicó el Dr. Cerna) resulta deliciosa. Examinadas las tres hipótesis, me quedo con la última porque es la que me explica no las ideas del doctor, s’no la causa de sus contradicciones. Creo que tú también quedarás satisfecho y darás por terminado este curioso asunto que no merece ulteriores investigaciones. Soy como siempre, tu amigo adicto y leal Nemesio García Naranjo.