32 EL ATENEO r- REVISTA ESTUDIANTIL rezar, pues era :donijng;ot' y;9uizá -eti sus oracip-ciones pidiéndole a pÍ9s> jÍHe.^n95? .fe Í9eía.a dar una respuesta negativa. En lá noche fue el primero que estuvo listo para la Fiesta y cuando llegaron todos los del grupo al Casino, ya estaba ahí Mario, con su sonrisa en los labios, quizá porque él estaba en el convencimiento de que Ena iría a la Fiesta, pero, que lejos estaba Mario de pensar que Ena, ya no lo volvería a ver, porque debido a asuntos familiares ttivo que irse muy lejós de donde estaba Mario, el sé quiso morir cüándo supo que Ená se había ido, pero sé resignó con s'ü Destino y esperó que ella le escribiera al Colegio en que el estudiaba, pues sabía que ella le eecribiría a pesar de estar tan lejós íos dos. Con qué alegría abrió Marro la primer carta que Ena le escribiera, sú cara se llenó de júbilo; perotaoquiso acordarse que tras de aquella carta vendría eí divido* él únicamente pensaba que ella accedía a sus peticiones^ Mario anduvo feliz todo ese día, en la noche en el Casino puso ál tanto a todos de lo concerniente a Ena, todos le desearon que fuera muy feliz, solo qué se acordara de un adagio dice “Amor de lejos.... ” Perp el no hizo caso; siguió muy tranquilo con ella, se sacrificaba por ella, se apuraba por ella, J ella, ya se había.aburrido de Mario porque tenían dos años de no verse, a pesar de que Mario varias veces quiso ir a verla pero no le fué posible, por fin llegó el ca,tiacismo para Mario; un día el cartero Te, llevó una tarjeta certificada y al sacar el bulto del ^Correo, .se, vá encontrando con que Ena,, la mujer que el amaba tanto, le devolvía sus cartas en las que había puesto su corazón de estudiante,, solo por el único delito de haberla querido y adorado como a una Diosa, y ahora Ena, Ja muchacha que el creía distinta dé las demás, lo dejaba quizá por otro rico y que no estuviera tan enamorado como Mario, ya que el no satisfacía las condicionas,que.a ella le gustaban, Mario se puso muy triste y no quiso hablar con nadie, en la noche a la hora de la reunión notaron que Mario faltaba, y en ¡a mañana cuando llegaron al. Colegio, se encontraron a Mario, con grandes ojeras, señal ineludible de que no había dormidof. y a la hora de salida les dice a los muchachos: Bien decían ustedes que “Amor de lejos-- - .” y ahora que la única mujer a quien quería me ha destrozado el alma, y me ha tratado de una manera como yo no esperaba de Ella, no haré más que pagar con la misma moneda, y de ahora en adelante cuando reunidos en el Casino, me pidáis que os cuente mis aventuras o mis lances, estoy seguro que 110 me quedaré caíladn. pues he comprendido que cuando uno trata a la mujer corno se debe se rebel a y dice: Trátame dé esta otra ma pera., para así estar or-gullosa y satisfecha de tí. Y de ese día en adelante. cuando a Mario le tocaba decir algo, siempre teñía algo qué con tan y aventuras que nadie antes que el había emprendido. Eñ el grupo yá casi nadie se acordaba de Ena, solo Mario en ciertas noches y casi siempre en las de luna, solía hablar consigo mismo de aquel su Primer Amor, pero cuando lo hacía delante de todos ya no hablaba de Ena, con aquella ternura de antes como cuando era su novia, ahora lo hacía con las ansias del joven, y con los deseos de la Fruta Prohibida. Pasaron los años de Preparatoria, y aquel grupo tan compacto de amigos se fué disolviendo, unos; a México, otros; a Estados Unidos, algunos; a sus pueblos, y todos se fueron alejando, poco a poco se fué olvidando el recuerdo de aquel grupo estudiantil que se reunía en un cuarto también estudiantil, para contarse, ayudarse mutuamente, gozar por igual de las alegrías y tristezas de la vida, y solo recuerdos quedan de ello. Por eso, en esta noche que estamos cobijados en este cuartito de rancho, para guarecernos de la lluvia y como todos vosotros sois jóvenes; me vino a la memoria el recuerdo de un trozo de mi juventud. Tal decía un anciano que estaba junto a nosotros en aquél cuarto del rancheen que pasábamos nuestras vacaciones, y las lágrimas brotaban de sus ojos, porque el Mario de que nos hablara. no era otro sino él mismo, que contaba la historia de su juventud, y todavía se acordaba entre sueños de aquella Ena, que le destrozara el alma, y que por un mero capricho acabara con su primera ilusión estudiantil. Por eso, hijos míos, dijo dirigiéndose a nosotros: Tened presente la historia de Ena y Mario, porque quizá a alguno de vosotros os pase lo mismo, y si por desgracia os llega a pasar; acordaos que en una noche de lluvia, bajo el tejado de una casa de rancho, un viejo próximo a morir os advirtió del peligro que los jóvenes tienen si se guían por sus primeros impulsos. Y el viejo lloraba, lloraba, y su llanto nos partía el alma, y afuera la lluvia caía, y el vie. jécito aquel enjugándose una lágrima dijo: Bendita edad la de la juventud, en que no se conoce el Porvenir, pero ni el Dolor, pero también bendita la Vejez, porque en ella aprendemos lo que de jóvenes no aprendimos, a conocer los sufrimientos de la vida que inexorable llega hasta la Muerte...... Afuera la lluvia caía y nosotros nos quedamos pensando: Cuántos de los que vean ésto serán la Ena y el Mario del Cuento.? BELISARIO SILLER Ateneo Fuente