Los carros de provisiones bra de que existan quienes intenten torcer “la inevitable ley biológica del triunfo justo del más fuerte,” invocando absurdos principios. morales. No trenos se asombra de que existan enemigos de la guerra. “La guerra es santa.” “La guerra es una institución creada, por Dios.” “La guerra es la más poderosa creadora de naciones.” “La guerra es la política por excelencia”. “¡Qué perversión de la moral seria”—dice en uno de sus párrafos más admirados en Alemania,—“si pudiera borrarse dé la humanidad el heroísmo I” El ¡)eroismo, por consiguiente, no tiene completa cabida en la paz, según esta concepción germánica. Sólo el guerrero puede ser heroico’ como solo la guerra puede extender el bien y la civilización. El único repa re que pone Treitschkc a Maquiávelo, grjn apóstol,” es el de no haber vi^to que la guerra “es preciosa” como “vehículo de la más alta cultura pioral”. “La espada de Alemania, es el vehículo de la cultura alemana,” y un deber, por consiguiente, del imperio, mantener su poderío para que esa cultura se extienda por el mun-.40. aquí la gran misión de los soldados ^lemanes, misión que Treitsch-ke concretó, en varios de sus discursos, predicando y profetizando la necesidad, ante todo y por encima de tp.do, je destruir a-Inglaterra. Fran-vegeida y degenerada, no era ya ggfg é|, enemigo tan digno de te-Dersfc en cuenta. Un zarpazo del águila imperial bastaría contra ella. Pero el imperio brtiánico es un estorbo á la Violenta, rápida,—como su arte de la guerra y los libros de sus “apóstoles”.—ha sido, pues, la transformación mental y moral de Alemania ini-egpansjón alemana, y hay que ba-ciada ep 1866 y completamente con austríacas* y alemanes se encuentran rrerlo del camino. Por fortuna, In glaterra también es "un Estado enfermo y decadente,” en realidad “la sombra de un Estado.” La horrible contienda en Europa, ha hecho famoso en pocos meses al general von Bernhardi. y su libro “Alemania y la próxima guerra.” (“Deutschland und der nachste Krieg”)' publicado en 1911. Bernhardi no es más que un'discípulo de Treitschkc. discípulo exagerado, si eso cupiera en lo posible. Bernhardi no comprende tampoco que “una nación débil tenga el mismo derecho a vivir que una nación fuerte.” • “El mantenimiento de la paz”—escribe— “nunca puede ser el fin de ninguna ptirtica^/ La guerra es necesaria, para extender 1a cultura, v porque es “la ley de la humanidad.” El derecho internacional, en fin, es una men tira, “rio existe.” Esta obra, vertida ya a casi todas las lenguas europeas, en la cual se Predice, con exactitud casi matemática la invasión de Bélgica y la guerra con la Gran Bretaña, y se defiende el atropello contra Bélgica con razones dignas de Treitschkc y de Nietzsche, es demasiado conocida, para requerir un artículo aparte. Toda la prensa europea y americana, la ha extractado. Baste decir que ni Ma-quiavelo, ni Treittchke, ni Nietzche, se negarían a firmar muchas de sus páginas. en una llanura do Polonia cluída en 1871.