Jesucristo y el Arte Literario - CONCLUSION- de Pelayo y del Cid, inspirado por otro ideal, el de su religión y sus hogares, salió de las ásperas grutas de Cova-donga, para cruzar el Gólgota de siete siglos de sangre -hasta arrebatar a la m$dia luna el cetro de Recaredo; y /que ese mismo pueblo, ya sin ideales ni locuras, se con-' virtió en genizaro de la inquisición en su propio suelo y en traficante de carne humana en el Nuevo Mundo. Lo que sé es, que los ideales de la' demencia democrática hicie-Von llevar a Ignacio Ramírez las cadenas del presidiario sin doblegarlo y la toga de altas magistraturas sin corromperlo, y que una vez trocados en realidad por la victoria aquellos ideales, los tirteos de la austeridad republicana colgaron su lira en los fúnebres .sauces del decero y tomaron el lápiz calculador del logrero para computar los beneficios del níquel y de la deuda inglesa 1 ¡Oh! si el idealismo es una quimera y un engaño, jamás engaño alguno ha sido tan fecundo para la sublime transformación de nuestra especie: y si el idealismo es el arte, jamás ha existido artista más universal y comprensivo que el que erigiendo en ideal del género humano la sed infinita de justicia y el progreso infinito del amor, ha dado el programa y la divisa inmortal a todas las revoluciones políticas y morales que han existiíjo y pueden existir después del sermón de la montaña. Pero el idealismo, señores, no se aprende en las escuelas; es condición del arte; pero ño fruto del arte: éste, lo único que puede enseñaros es la forma de la inspiración, pero no la "inspiración misma. La forma propia del arte, la que podéis adquirir con perseverante estudio, ya lo sabéis, es el materialismo en la expresión que da carne y sangre, relieves de mármol y bronce a los ideales del espíritu y del sentimiento. Este delicado y fino consorcio del idealismo en las concepciones y el materialisnto en la expresión, ha hecho que la palabrá del orador Divino pase de siglo en siglo, sin perder nunca su prestigio ni su popularidad, ni su belleza siempre nueva. ¿En qué página de las literaturas conocidas podéis encontrar materialismo en la expresión más enérgico que el de aquellas frases de bronce que se han fundido en la conciencia de la humanidad? Y cuenta que los narradores del Evangelio apenas han podido trasmitirnos pálidos reflejos de la sonora vibración y delicados giros de aquella palabra que siempre salía envuelta en olas de fuego, de sangre y de lágrimas; de aquella palabra que era dardo agudísimo cuando desgarraba la piel de los hipócritas, carcajada de eterno sarcasmo cuan'do caía sobre el rígido pedantismo de las sinagogas, lampo de nieve y guirnalda de flores cuando derramaba consuelo sobre los limpios de corazón. Un día los eternos tartufos de la teología quisieron ridiculizar sus doctrinas de perdón y misericordia, poniéndolas en conflictos con los soberanos fueros de la justicia. “Esa mujer es adúltera (le dicen); ¿debemos lapidarla, como ordena la ley, o perdonarla, como predican, tus doctrinas?” Los procedimientos lógicos exigirían un la-. borioso discurso para arrancar la careta a esta pérfida y capciosa pregunta, para decir a aquellos moralistas de fórmulas que la doctrina del perdón se dirige al sentimiento, al corazón, al hombre, no a la magistratura ni a la ley. Pero el orador de Judea encuentra en las profundas penetraciones de su alosa la frase mágica que en punzante ironía encarna y refleja precisas distinciones y luminosos comentarios. “El que esté limpio, que tire la primera piedra^” les dice, y esta vez toda discusión fué imposible, la palabra se convirtió en látigo y los tartufos Yo no sé si al hablar así me conquiste las irónicas sonrisas de los neófitos de modernas doctrinas; pero consuélame de esos anatemas del realismo humano, este que os voy a decir: El primer filósofo del siglo, el hombre que ha podido reunir en su espíritu gigante los dos más grandes y poderes de la inteligencia, el poder analítico de las ciencias que convierte en ruinas todos los dogmas a priori y el poder creador de la filosofía que sintetiza en atrevidas y sólidas generalizaciones, todos, absolutamente todos los conocimientos humanos después de haberlos profundizado; ese genio del siglo que ha paseado su mirada escrutadora por todo el universo conocido, ha formulado refiriéndose a las religiones, un pensamiento que puede referirse, que voy a referir al arte, porque me parece que arte y religión son idénticas manifestaciones de la naturaleza humana. “El Conocimiento real (dice este eminente filósofo) no llena, ni llenará jamás el dominio del pensamiento, ni del espíritu. Al fin del descubrimiento más prodigioso, queda y quedará siempre esta cuestión: ¿qué hay más allá? Hay, pues, y habrá siempre dos actividades antitéticas del espíritu, pues ahora y en lo sucesivo la actividad humana se ocupará no sólo de los fenómenos y sus relaciones sí que también de algo no aparente, de algo absoluto. Y el gran mérito del Arte es haber vislumbrado siempre lo supra sensible y no haber cesado jamás de comunicarlo al hombre con los recursos de la materia y de lo finito; haber sido siempre fiel a su misión de impedir a los hombres absorberse por completo en lo relativo y en lo inmediato, en lo material y grosero;" haber proclamado (agregaré yo) con todas sus fuerzas que el hombre no sólo vive de pan, sino que tiene necesidad de amar, de-creer, de adorar, algo más santo que las altas y bajas de las Bolsas mercantiles. Yo, señores, no quiero, al invocar estas conclusiones del filósofo inglés, resucitar el magister dixit de la filosofía dogmática; yo quiero ignorar si el idealismo es un reflejo del infinito y el arte el Divino mediador que nos inicia en la penumbra sobrenatural de lo desconocido, para redimirnos de las cadenas de la materia que tienden^ a envilecer nuestra especie; yo ignoro si el arte despojado del ideal no es otra cosa que un juego del ocio, una fantasía de aficionados, la menos vana de las vanidades; yo no sé si el idealismo será una quimera de que se alimentan sólo las almas débiles o perturbadas por el extravió. , Lo que sé es, que persiguiendo un ideal, el de una tierra prometida a.través de las áridas arenas del Desierto, fué como el pueblo hebreo iluminó al mundo con la concepción monoteísta y le redujo con la augusta moral de sus profetas; y que cuando ese mismo pueblo descendió a la vida real y edificó un templo y se encariñó con el orgullo de sus sinagogas, entonces su moral y su teología, convertidas en pedantismo de fariseos, sólo tuvieron energía para derramar el sarcasmo sobre el Verbo del amor y mancharse con la sangre de su ignominioso suplicio. Lo que sé es, que el ideal de las libertades patrias produjo las locuras de Maratón y Salamina, aquellas locuras que empujaban a los atenienses y espartanos al martirio de las Termopilas; y que una vez vendido ese ideal al oro de la corrupción mecedónica, aquellos hijos de Milciades y Temísfocles, envilecidos por las dádivas y . las riquezas, fueron y estuvieron contentos con serlo y se dejaron llaníir por la fustigadóra voz demosteniana los viles mercenarios de Filipo. Lo que sé es, que el pueblo