bertad que no desean sino para quedarse sin ley y sin/gobierno que impidan sus crímenes y latrocinios, se entregan con furor salvaje a saquear las poblaciones, robar a los. vecinos, expoliar el comercio, profanar los tem píos y asesinar a los ministros de Dios no merecen ni merecerán nunca la indulgencia de los soldados del Reino. Y, no obstante, Su Paternidad que esta misma mañana ha otorgado el indulto a no pocos prisioneros de guerra que merecían el patíbulo; pero esto no puede repetirse ya. —Pero Su ExceTencTá puede séf severo e inflexible con los rebeldes adul tos que tiene en su poder, si en si concepto, no son acreedores a consideración alguna. Mías sea cristiano benigno e indulgente con los niños, y otorgue la vida al pequeño tamborci-to, que no sabe lo-que ha hecho, por-que aún no está en edad de féTIexio-.nar y casi ni de pensar. Devuélvalo a sus padres o entréguelo a mi conven-r to. donde se educará cristianamente y crecerá fiel a su Rey. Su Excelencia nada perderá en ello. —No, de ninguna manera: al condenar a muerte a ese rapaz no castigo crímenes pasados, sino que evito para siempre que los cometa en lo futuro, que sí los cometería, puesto que se ha lanzado ya por la peor senda del mal; si hoy que puedo poner el remedio no lo «pongo, mañana tendría que lamentar las consecuencias de mi benignidad. Deje Su Paternidad morir en paz a ese muchacho y no insista en una ^etipón inconventea te. —No insisto más vn ella, Excelentísimo Señor, y me retiro ya. Pero an--— tes quiero hacer saber a Su Exce-lencia que estoy resuelto a agotar los recursos todos de que pueda disponer, para salvar a ese niño desdichacjp. Si es necesario qué sacrifique mi vida la sacrificaré gustoso. Su Divina Majestad me lo tendrá en cuent^. Calleja nada contestó, limitándose a hacer un saludo con la cabeza a Fray Dimas. que salía de la celda. 1IL Allí van, pobres, demacrados, andra-josos, cargados cadenas, en medio de soldados, los bravos insurgentes del Ejército Libertador. Acaso en los “ niomenfdsnutrimos—de su existencia piensan en su abandonado hogar, en sus padres, en sus esposas* en sus hijos, seres :4odos a «inienes tanto aman, a quienes debían sostener; pero si esto les apemb.no les hace arrepentirse de haber tomado las armas en defensa de la Patria, porque el amor a ella es más grande que todos los afectos de familia, y porque el deber que tenemos de ampararla está muy por encima de todos los demás deberes. Caminan, pues, sin angustia, tranquilos,, casi* casi contentos, que no es poca satisfacción haber servido a quien más se ama y haber cumplido con el primero de los deberes. Al’i va también Pablito, camino de la Alameda, sin preocupación alguna, indiferente, sin recordar lo. que ha hecho ni pensar en el triste fin que le espera. e Tras.de ininterrumpido andar, lle-—gan todos a la calle del Hospital, don-de inesperadamente se vuelve muy dificultosa la marcha, porque una corn pacta nuichedumbre. al parecer ansiosa de acompañar a los sentenciados hasta el patíbulo, se apiña allí y obstruye la calle. Los soldados de la escolta reparten golpes de fusil a diestra y siniestra para apartar a los curiosos: pero sus esfuerzos son vanos: la gente no se aparta y, por lo contrario, trunienta más a cada momento. Los soldados no pueden avanzar ya un solo paso: lanzan imprecaciones contra la multitud, redoblan los cula- tazos y hasta ameanzan con hacer fue go sobre aquella masa humana. __ DiiMnte-_hi_ afar/osa brega casi olvi-dan a los reos, quienes naturalmente tratan de aprovecharse del desorden para fugarse y salvar su vida. En aquellos momentos un fraile se acer-ca cautelosamente, a los prisioneros y con extraordinaria rapidez arrebata de entre ellds con férrea mano a Pablito, le toma en brazos y. atropellando a sus guardiapvs, desaparece en M^uida con el ntñó. La escolta, apenas"^da cüénta del" inesperado incidente, que no ha podido impedir, dispara sus armas spbre el secuestrador, pero no hiere ni al buen fraile, que se encuentra ya muy distante, ni tampoco a los curiosos apiftadosrqüeTcónio por encanto, han desaparecido también por las primeras calles traveseras.__________ _ __ La calle del Hospital Real queda desierta asi ocupada únicamente por los soldados de la escolta que, aturdidos, no saben contra quien vengarse. IV. Entre tanto, llega Fray Dimas, jadeante, sudoroso, sin capa ni sombrero, ante la presencia del temible jefe realista don Félix María Calleja, y con perdido aliento exclama: —Mi promesa está cumplida,. Excelentísimo Señor: Pablito es libre. Vengo a entregarme para que Su Ex-celencia haga de mí dó que a bien ten-ga. —Acabo de saber lo que ha hecho Su Paternidad, y ciertamente que no sé que determinación tomar. —Muera yo. el culpable, y sálvese el inocente, repuso Fray Dimas. —No contestó Calleja. La acción de Su -Paternidad es noble, y-yo le perdono. Mas tenga en cuenta que sólo soy clemente una vez. Sea ésta la última que vea a "Su Paternidad: no quiero, al verlo de nuevo, sentir el remordimiento de haber- dejado con vida a un pilludo peligroso. Fray Dimas salió de la • célda sin chistar. V. Asi salvó aquel ejemplar fraile fe-lipense. con grave itesgo de su vida, al célebre tamborcítoxde Valladolid, el niño de doce años de edad llamado Pablo Armenta. Uno y otro son verdaderamente dig nos de admiración. (1). Pablito porque siguió a Hidalgo que proclamaba la más justa y la más santa de las causas, la de la Libertad de la Patria, y porque, a pesar de su tierna edad, no es arredró ante los pe- ligros de la guerra. Fray Dimas porque con excepcional abnegación y arrojo sobrehumano llevó al cabo una obra de caridad inspirada en el más acendrado amor al desvalidb. de quien umguna xecompensLi podía esperar. . IGANACIO B. DEL CASTILLO. (1) La gratitud nacional ha perpetuado la memoria del tamborcito de \'aHadoltd: en el monumento erigido ei) Puebla a los héroes de la Tftdepen^ dencia. aparece de pié a la derecha de Hidalgo. (° a e A TRAVES DE LA PRENSA b q ) CONCEPTOS VERTIDOS SOBRE "REVISTA'’MEXICANA" Nuestro periódico hace presente su gratitud especial a “La Prensa” “El Norte,” “Justicia.” ‘‘El Demócrata Fronterizo”, “El Presente”, “El Regidor”, “El Fígaro” y “Ah. que Caray,” por el saludo cariñoso que nos enviaron desde sus columnas. P'ara “El Impartial de Texas” nuestro agradecimiento es mayor, porque además de tributarnos un saludo tan benevolo como los demáa colegas, nos ha brindado generosa hospitalidad. Con orgullo reproducimos los conceptos que estos paladines del periodismo mexicano han ver tido sobre nuestra publicación. REVISTA MEXICANA. Este es el nombre de un semanario ilustrado que se propone * editar en esta ciudad el señor licenciado Nemesio García Naranjo/uno-de los intelectvales de la actual generación (fue más han trascendido en el campo de la política y las letras. El número prospecto que acabamos de recibir no puede ser más interesante. Selecta lectura magníficos grabados, fina impresión, todo lo que presta interés y amenidad a los periódicos modernos, se halla re; partido con profusión y método en “Revista Mexicana”. En la portada impresa a cuatro tintas, aparece el úl timo retrato del Sr. General Porfirio Díaz, figurando además en las páginas interiores del periódico una excelente información gráfica de la guerra europea, algunas caricaturas de actualidad, debidas al lápiz del conocido dibujante mexicano, Santiago R. de la Vega, y dos interesantes fotografías de la señora Carmen Romero Rubio viuda de Díaz y de la señorita Adéla Garita. En el texto hay un articulo prospecto que lleva el nombre de “Pro-Patria”; un bello artículo de redacción. dedicado al señor general Díaz: algunas producciones poéticas de Gu tiérrez Nájera. Urbina y Nerfo: una