292 vdz':¿¿'-i . pías, inicuas y detestables. ¡Oh desgracia inaudita! ¡oh error gravísimo! ¡oh absurdosfünestísimo, cuyo escándalo llegará hasta los mas remotos pueblos dé la tieíra!. ■ y-* Perdone V. E. tan fuertes espresiones al dolor de cpie se ven poseídos el aSigido Vicario Capitular y el Cabildo Metropolitano: estos no pueden quitar de su imaginación los liorrores que esa medida va & acarrear sobre los mexicanos; ven la" cotoupción de costumbres que se éstenderá por todas partes; conocen toda; la fuerza del mal ejemplo, y ven convertidas en ciudades de prostitución, las que fueron antes modelos de todas las virtudes civiles y religiosas. Todavía hay una consideración, que bien pesada, hará conocer á V. E. que la tolerancia de cultos será entre los mexicanos el grito de esterminio. Esa multitud de indígenas que seducida ó violentada, ha encendido una llama devoradora con la guerra de castas; guerra que está medio sofocada, pero no estinguida, que quizá se halla enlazada por Ios-cuatro ángulos de la ¡República, hasta hoy puede asegurarse se" reprime mucho por los sentimientos religiososque el catolicismo enseña é inculca continuamente entre los indígenas. Cuando puedan recibir otras lecciones, cuando se debilite él prestigio de la Religion éntre ellos, cuando tal vez ¡cosa horrible ! se despierten sus ideas gentílicas y bárbaras, esta revolución religiosa ¿adonde conducirá á México? ¿qué va á ser de la República? ¿qué espantoso porvenir le aguarda en cambio de un principio de muy estériles resultados? A V. E. toca medir él tamaño de ese mal para precaverlo con oportunidad. Si nos fuera lícito difundirnos en otras consideraciones, llamaríamos la áténcion de V. E. á la que debe alarmar demasiado á los mexicanos; que llamados á colonizar nuestros ricos terrenoshom-.bres de otras creencias, la población superabundante de los Estados-Unidos del Norte, que ya se éstiende al otro lado del rio Bravo, á un solo paso, ocuparía la margen que nos separa; y si en ésa ventajosa posición pretendieran nuevamente invadirnos, ¿cómo podría resistirles México, que no 10 pudo hacer cuando la naturaleza y las. fortificaciones le ayudaban? No es esté un infundado temor; á alguno de los principales gefes que ocuparon esta capital se- le oyó esta esperanza, que la fundaban en el decreto de la tolerancia de cultos, que imprudentemente se anunció pocos dias antes de la invasioji en un escrito oficial. Llamaríamos también la atención de V. E al terrible conflicto en que, dada la ley, se pondría el Gobierno, si al ver nuestros pueblos que se construiah templos para cultos estraños, desplegaba esa antipatía inevitable que ya ecsistey que tienen contra los estrangeros, por la diversidad de sus creen-