EL ATENEO — REVISTA ESTUDIANTIL 15 Dame una rosa roja, —le gritó—, y te cantaré mis canciones más dulces. Pero el arbusto sacudió su cabeza. —Mis rosas son rojas, —respondió—, tan rojas como las patas de las palomas; más rojas que los grandes abanicos de coral que el océano mece en sus abismos; pero el in* vierno ha helado mis venas; las heladas han marchitado mis botones; el huracán ha partido mis ramas y no tendré ya rosas en todo este año. —No necesito más que una rosa roja, —gritó el ruiseñor—, una sola rosa roja. ¿No hay ningún medio para que yo la consiga? —Hay un medio, —respondió el rosal—, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo. —Dímelo, —contestó el ruiseñor—. No soy asustadizo. —Si necesitas una rosa roja, —dijo el rosal—, tienes que hacerla con notas de música, al claro de la luna y teñirla con la sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí durante toda la noche y las espinas te atravesarán el corazón; la sangre de tu vida correrá por mis venas, y se convertirá en sangre mía. —La muerte es un buen precio por una rosa roja, —replicó el ruiseñor—, y todo el mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perlas. Dulce es el olor de las nobles espinas. Dulces son las campanillas que se esconden en el valle y los brazos que cubren las colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida, y ¿qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre? Entonces desplegó sus alas obscuras y emprendió el vuelo. Pasó por el jardín como una sombra y como una sombra cruzó el bosque. El joven estudiante permanecía tendido sobre el césped, allí donde el ruiseñor le dejó, las lágrimas no se habían secado aún en sus bellos ojos. —Sed feliz,— le gritó el ruiseñor, sed feliz; tendréis vuestra rosa roja. La crearé con notas de música al claro de la luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que os pido en cambio es que seáis un verdadero enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta lo sea, y más fuerte que el poder, aunque este también lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su aliento es como el incienso. El estudiante levantó los ojos del césped y prestó atención, pero no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor, pues únicamente sabía las cosas que están escritas en los libros. Pero la encina lo comprendió y se puso triste, porque amaba mucho al ruiseñorcito que había construido el nido en sus ramas. —Cántame la última canción, —murmu- ¡ Me quedaré tan triste cuando te vayas! Entonces el ruiseñor cantó para la encina; y su voz era como el agua reidora de una fuente argentina. Al terminar su canción, el estudiante se levantó, sacando al mismo tiempo su cua-dernito de neftas y su lápiz del bolsillo. —El estudiante se decía paseándose por la alameda: el ruiseñor posee una belleza innegable, como muchos artistas; todo estilo sin nada de sinceridad. No se sacrifica por los demás. No piensa más que en la música y en el arte; como todo el mundo lo sabe, es egoísta. Ciertamente no puede negarse que su voz tiene notas muy bellas. ¡Qué lástima que todo eso no tenga sentido alguno; que no persiga ningún fin práctico! Y volviendo a su habitación, se acostó sobre su jergoncito y se puso a pensar en su adorada. Al poco rato se durmió. Y cuando la luna brillaba en los cielos, el ruiseñor voló al rosal y colocó su pecho contra las espinas. Y toda la noche cantó con el pecho apoyado sobre las espinas; y la fría luna de cristal se detuvo y estuvo escuchando toda la noche. Cantó durante toda la noche; y las espinas penetraban cada vez más en su pecho y la sangre de su vida fluía de su pecho. Al principio cantó el nacimiento del amor en el corazón de un joven y de una muchacha : y sobre la rama más alta del rosal, floreció una rosa maravillosa, pétalo por pétalo, canción tras canción. Primero era pálida como la bruma que flota sobre el río; pálida como los pies de la mañana y argentada como las alas de la aurora. La rosa que florecía sobre la rama más alta del rosal parecía la sombra de una rosa en un espejo de plata, la sombra de la rosa en un lago. Pero el rosal gritó al ruiseñor que se a-pretase más sobre las espinas. —Apriétate más, pequeño ruiseñor, —le decíaV o llegará el día antes de que la rosa esté terminada. Entonces el ruiseñor se apretó más contra las espinas y su canto fluyó más sonoro, porque cantaba el nacimiento de la pasión