EL ATENEO - REVTgTA ESTUDIANTIL 31 Cuento Eetudilintil A aquellas que no comprenden a los hombres. Aún recuerdo aquel cuarto de estudiante en el que solíamos reunimos para cantar, gritar y reír. Con sus paredes pictóricas de recuerdos estudiantiles, con su cama, en la que apenas cabía una persona; con sus sillas todas devencijadas, con su mesa llena de libros de los que poco nos acordábamos, las caras de los asiduos concurrentes, aún me miran, con su risa, su gesto y sus ademanes; los cantos, si es que a aquellos gritos se les puede llamar cantos; aún resuenan en mis oídos, como si no quisieran apartarse dé mí; esos recuerdos que llevo en mi mente de ni i juventud, edad feliz en la que todo lo ve uno color de rosa, sin saber muchas veces que el Destino, tiene reservado a cada cual su parte y a otros más dolo-rosa que a ninguno. En aquel cuarto al que nosotros pomposamente llamábamos casino, nos reuníamos noche a noche, y era digno de ver el gusto con que íbamos entrando con la risa o el chistéenlos labios, tomar asiento en la cama, o en las sillas que medio se caían; cuando había cinco o seis reunidos comenzaba la reunión, a Fulano le toca decir un chiste, a Zutano contar una historieta, al de más allá cantar las canciones más en boga, y en fin; nos pasábamos el rato drstraiéndonos unos con otros, también nos referíamos mutuamente los percances amorosos, y alegría daba ver la atención que prestábamos para escuchar a Este o al Otro, para referir sus lances amorosos, en todo el grupo no había más que ntio que nunca había tenido una hazaña que contar, únicamente Mario, ni una sola vez tuvo que contar nada acerca de sus conquistas, todos le decían qué nq fuera tímido que se buscara una novia para que se entretuviera, y él reía, reía, con esa risa tan peculiar de ciertas personas, pero él decía de esta manera: Para que quiero yo novia, si no me he de casar con ella, con la que sea mi novia me he de casar, si no ni para que tetier novia. Y era digna de ver la seriedad que ponía cuando le decían que Tal o Cual muchacha le convenía, pero el como si no oyera, se volteaba para otro lado y esperaba que empezaran a cantar, para escuchar; quizá porque en el canto en-cobtraba el consuelo que ninguna mujer podía darle. Todos los del grupo tenían cuando menos una novia, pero había algunos que jugaban a Cuatro o Cinco cartas, es decir; con Cúatro y Cinco novias a la ves, solo Mario permanecía alejado de las mujeres, o de las chamacás, el siempre solo y retraído, quiza esperando que San Pedro se apiadara de él y le ehviata del Cielo una de las Once Mil Vírgenes para que se enamorara de ella. Pero también a Mario le llegó su turno, y vamos, de que muchacha se enamoró; fue de una chamaquita que vino de paseo, y el pobrécito no hallaba que hacer, pues era tan tímido que ni siquiera se atrévía a platicar con ella, tanto se enamoró que los del Grupo no hallaban que paso dar, si avisarle a la muchacha, o avisar a los de la casa de Mario, pero de buena suerte en esos días se celebraba el Carnaval, y a viva fuerza llevaron a Mario, tanta suerte tenía el jovenzuelo, que én el Baile que se Celebró con inusitado interés en el Salón del Colegio máá elegante dél Itigar; se encontró a ENA, pues qué así sé llama* ba la muchacha y tanto le anduvieron diciendo y convenciendo de que bailara con ella; qtre al fin fue y le pidió una pieza, que ella; quizá viendo lo turbado qué estaba xon gustóle regaló, Maficf, desde ese momento estaba encantado, tan alegre se puso qtíé invitó a todos los del grupo a tomar una cerveza, y todos dicíéndble qué éüd muchacha le convenía, que sé le declamará jj>iíd que de una vez quitara de cuentos y de amartelamientos inútiles; y él tan creído dé que lé Correspondería, fué y le volvió a pedir otra pieza, yella con su risa, muy de ella, cariñosa men tele volvió a regalar una pieza, tanto convencieron a Mario lót del Grupo, qué no esperó más para declarársele, y allí mismo quería que ella le dijera parecer, pero ella coA su sonrisa de Siempre', fe puso a Mario un día de plazo, Mario, déspúés de esa pieza era otro, con los ojos queriéndose salir de suS órbitas, su cara cón una Sohrisa como nunca, y en Su mente quizá el convencimiento de que Ena le correspondería, Mario ya no éra el Mario qué todos conocían en el Casino, eSté Mario era otro, el Mario que sus compañeros no ccnocían, pero después de uh rato, Mario volvió a su acostumbrada tristeza, a pesar de qué esperaba una resolución favorable. Termínóel Baile, se retiraron a sus casas, y Mario esperando que se llegara la hora de la fiesta para que Ena le resolviera su asunto. Según supieron los amigos, Mario no durmió ni un minuto y níuy de mañana se fué a la Iglesia a ESTUDIANTES Y PROFESORES precies eHCcIriw ec le écke Zeuterte de Salíille "Le Vdeedeeé"