DE LA RELIGION. 339 sidad; facilíteseles la celebración de matrimonios justos; inspíreseles el amor al trabajo; en una palabra, moralícese al pueblo, y no habrá necesidad para su propagación de la colonización estrangera: por lo menos no se ultrajará á nuestro hermoso clima con decir que no es capaz de criar hombres robustos. ’ ■ Se dice también que es inerte, ¿y á quién debe atribuirse esto? A la ninguna protección que nuestros gobiernos han .prestado para impulsar al trabajo. ¿Dónde están los premios destinados al mejor artífice, al inventor de alguna mejora en las artes, al descubri-miento en las ciencias? Yo, si he de decir verdad, estoy convencido de que ó no hay ley que honre el trabajo; ó por lo menos no se pone en práctica. Pues hágase esto, y no será preciso por el motivo de la inercia de los mexicanos, la colonización estrangera. Pasemos á otra reflecsion: ¿saben los señores defensores de la colonización el efecto que debía producir la llamada de las artes europeas á nuestra República? El que palpamos hoy mismo, y es el abandono completo de nuestros talleres, el desprecio de nuestras mejores obras y el caimiento de nuestros artistas; porque en el concepto equívoco de que los nuestros nada saben hacer, no tiene es-pendio sino lo que lleva el carácter estrangero: pues bien, ¿son mas hábiles ellos que nosotros? Llévese adelante una ley que hay, ó por lo menos debía haberla, para, que todo europeo que pise el territorio mexicano, deba recibir en su taller á nuestros artesanos, y no habrá necesidad de la colonización que se pretende. Trescientos años de domination española, trascurridos en la igr noranciá mas supina, no debe producir otro resultado que la falta absoluta de todo conocimiento; y ¿esto quiere destruirse con la colonización? ¿Conque lo que supone ya la ilustración, es lo que ha' de venir á producirla? Es admirable en verdad. Yó sé que primero son los medios que las consecuencias, las causas que los efectos; . primero es ilustrar al pueblo y después hermanarlo con el mas fuerte. Pónganse escuelas en todos los pueblos, haciendas, ciudades, en todos los rincones de la República; encargúese su dirección á dignos y sábios preceptores; vigílese el cumplimiento de ellos; coáctese á los padres de familia para que todos manden á sus hijos á recibir la luz de la sabiduría; no se reciba en ninguna casa de doméstico al que no presente pruebas de haber concluido algún oficio honesto, ni en estos se reciba para aprenderlo al que no certifique la conclusion de las primeras letras; en los colegios ecsíjase como requisito indispensable para su admisión el haber concluido en su totalidad las primeras letras y algún arte; destiérrese de en-tfe nosotros la preocupación de ser deshonroso el ejercicio de la me-