í A LLUVIA comenzó un sachado. precisamente una semana antes de la Navidad. Era una lluvia fina, monótona y perspicaz que hacia decaer el ánimo de los trabajadores de la gran factoría. Monterrey estaba envuelto en anchas cortinas de lluvia y el viento frió hacia que toda la gente fuese abrigada. Manuel salió del trabajo y. aun con el vestido manchado de aceite, fue a entrevistar al Gerente de la negociación para solicitar su pago y un permiso para salir al dia siguiente, que era sábado, a un pueblecito de la sierra donde pensaba pasar la Navidad. El jefe estaba solo en el despacho. Sobre su escritorio no habia sino un bloque de tarjetas del personal. Al ver entrar a Manuel le preguntó: —¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo o necesitas dinero? —No. no. estoy muy bien. Pido que disponga usted que me paguen hoy mi semana. S90.00. y me permita no trabajar este sábado. —¿Quieres arruinarme?—dijo bromeando el Ing. Martinez—: y ¿por qué no trabajas el sábado? Alicia Müller de Trelles Blanca Navidad Alicia Müller de Trelles —Quiero ir a mi pueblo a pasar la Noche Buena y necesito mi dinero para comprar algunos obsequios para los amigos. Manuel era un hombre robusto y extraordinariamente fuerte. Podia izar grandes bultos sin ninguna dificultad, pero era de escasa inteligencia. Le confundían mucho las bromas, le irritaban. Se sintió desanimado. Si el patrón no le pagaba luego. sus planes vendrían abajo como un castillo de naipes. —Te pagaré al contado—dijo el gerente—: los contadores tendrán más trabajo haciendo la anotación correspondiente Manuel se animó. —Bueno ¿qué negocio tienes en esa villa0 —Voy a decir un pequeño sermón de Noche Buena en mi iglesia. —¿Tú? No tengo idea de que tengas preparación para esos trabajos. —Tal vez no: pero hice un curso de seis semanas. El Ing. Martínez levantó significativamente las cejas. Estaba de excelente humor. —;Ah!—continuó—. yo sé porqué vas a tu pueblo. Allí hay una muchacha que te gusta. —¿Come lo sabe? En Doctor Arroyo vive una linda muchacha que me atrae. —Bien. Manuel. Yo colaboraré a que este agradable encuentro tenga lugar. Conozco tu pueblo como mis manos porque de muchacho viví muy cerca y saldré mañana con ese rumbo: te invito a ir en mi carro. —Muy agradecido, ingeniero, pero siempre voy en tren hasta determinado lugar donde me esperan unos buenos caballos. —¿Pero no ves cómo llueve? esto es un pequeño diluvio. —Quiza amaine el temporal. Yo iré como acostumbro. La lluvia sonaba en los vidrios de las ventanas como toques de tambor. Manuel salió radiante de la oficina con sus S90.00 bien guardados en su cartera. —Hemos comprado un piano —pensaba placenteramente—, ahora falta quién lo toque. Los muebles son nuevos y el salón quedará bien presentado ... Recorrió algunas tiendas y dulcerías para hacer sus compras, hasta que sólo le qutuaron S5.00. Bueno, pero llevaba bonitos pa-ñuelitos. juguetes, velitas. confites. listones y dulces en grande. Todo lo acomodaría en su veliz de piel y se iría rápido a la estación. Llovía a cántaros; la lluvia azotaba el rostro con cada ráfaga helada que soplaba del Norte. Por fin se oyó el agudo silbato de la máquina y a poco llegó el convoy. Manuel se refugió en un rincón del carro. Al llegar a la caseta de espera fue él el único pasajero que bajó. Preguntó en una tiendecita sí alguien lo habia buscado. —No. no—contestó el dependiente—, ¿quién se aventuraría a salir con este temporal? El único que pasó hace una hora es un hombrecillo que parece músico ambulante. Por cierto que llevaba puesto un traje fino y un buen impermeable. Ahora se arrepentía nuestro hombre de no haber aceptado la oferta de su patrón; ¡qué cómodo habría sido el viaje en su Ford! Se abrochó el abrigo, tomó su veliz y se lanzó a la carretera con ánimo de llegar a su destino. A la hora, no podía más de frío y de lodo. Vio una choza de piedras y pensó refugiarse allí. Al llegar descubrió al músico muerto de frío. Estaba muy pálido y se quejaba débilmente. —¿Qué le sucede?—inquirió el obrero. — ¡Ah! se me ha paralizado la pierna izquierda y aquí me detuve. —Bien, haremos algo—y comenzó a frotarle vigorosamente la pierna. Al hacerlo repetía mentalmente las palabras de Cristo : "Y amarás a tu prójimo como a ti mismo." —Voy—dijo el músico—al pueblo: allí vive mi esposa, y tenemos un chico de 8 años. Soy músico de banda en la ciudad y quiero pasar la Noche buena con mi familia. Le llevo al niño este triciclo. —Trataremos de llegar, ayudándonos—murmuró su amigo. Manuel llevaba su propio veliz y el triciclo y Luis, el filarmónico. caminaba trabajosamente, apoyándose en él. ¡Qué camino tan penoso y tan largo! La tarde avanzaba y en el cielo cerrado casi no habia luz; aguacero tras aguacero se sucedían interminablemente y empezaba a caer grajea. El artista empezó en ese momento a delirar. —Veo una casita blanca, blanca de nieve. Brillan las llamas en la chimenea. Pronto nos servirán café caliente con pastelillos. ¡Cómo le gustará a mi niño su triciclo! Manuel tembló de miedo por él. Si no lograría llevarlo hasta el pueblo .... Pero no habia que detenerse por nada. Seguir, seguir, quizá alguien los rescataria. — ¡Ah!—seguía diciendo Luis—, los ángeles vendrán por nosotros, amigo. Ya veo sus luces. Eran las linternas de tres o cuatro miembros de su iglesita que salieron a recibirlos en medio de la tempestad. El pueblo estaba próximo. Después de un baño caliente y un ligero refrigerio, bien vestidos y peinados, nuestros viajeros se dirigieron a la capilla, en la que brillaba como un ascua el lindo árbol de Navidad que obsequió el guardabosque. Los án geles. los pastores y los reyes magos estaban en la sala de la escuela; allí seria la cantata; la estrella de Belén brillaba en lo alto de la puerta. Lucila Alicia, alegre y simpática, vino a saludar a Manuel, quien le entregó un pequeño paquete. quizá su anillo de prometida. Luis tocó en el piano un precioso preludio y acompañó los himnos y coros antiguos y siempre nuevos. Manuel subió al púlpito. Estaba contento, pero muy cansado. No podía pensar; no recordaba el sermoncito que habia preparado para esa solemne ocasión. Bien, comenzó a narrar su inesperada y terrible aventura de ese dia y de cómo Dios le dio un compañero y pudo ayudarlo de buena voluntad. Y lo hizo tan bien que los labios adorantes y devotos de su congregación repetían el nombre del mismo Dios de bondad y amor que los salvó y les permitió llegar a su pueblo. Luis cerró el servicio con broche de oro cantando con su rica voz de baritono aquel himno inolvidable que dice: Noche de paz. Noche de amor, ved que bello resplandor; entre los astros que esparcen su luz. bella, anunciando al Niñito Jesús, ¡Brilla la estrella de paz! ¡Brilla la estrella de paz! LA LITERATURA CRISTIANA EN EL HOGAR «Viene de la página 5i Y todas estas actitudes, muy comunes, concluyen por "materializar" el hogar. Y la familia, institución divina, queda transformada en una entidad social-económica, con algo de política y poco de Dios. La vida religiosa se limita a una exteriorización rutinaria, normalmente pasiva y totalmente ineficaz. El niño sueña con el "Superman" pero no con David, vencedor de Goliath. El varón joven desea imitar a su deportista preferido pero no piensa en emular los esfuerzos de Cárey. La mujer joven anhela ser tan bella como la actriz cuyo rostro figura en la cubierta de una revista, pero no se preocupa mayormente por llegar a ser como Débora. El padre piensa muchas soluciones para los problemas políticos, pero no piensa en soluciones para los problemas misioneros. La madre lee atentamente las páginas de modas, pero no quiere "perder tiempo" ni “aburrirse" leyendo una revista cristiana femenil. ¡Y luego llorarán por los hijos inconversos! ¡Y gemirán por los disgustos en el hogar! ¡Ah! ¡Cuánto peligro encierra esa indiferencia hacia la literatura cristiana! La buena lectura educa, corrige, construye. Los escritos doctrinales edifican el espíritu, y son instrumentos escogidos para traernos mensajes de amor. Y si esa voz inspirada falta en el hogar, allí penetrará la mundanalidad, introducida polla infaltable e ineludible corriente de la prensa materialista. Hasta la Argentina han llegado noticias sobre los catastróficos desbordamientos de rios en los Estados Unidos. Los daños han sido enormes, pero más enormes y más catastróficos son los daños provocados por la mala prensa en el mundo entero. ¡Alerta creyentes! La influencia de la literatura en el hogar es siempre decisiva. Si es mundana, nos llevará al materialismo y al pecado. Si es cristiana, nos conducirá por senderos de fe hacia mayor consagración y una mayor armonía en la vida familiar, contribuyendo a una vigorosa formación espiritual. EL PROMOTOR DE EDUCACION CRISTIANA