* I h . A..--*"- *1 -1 $ iviCiS M- MI -W ]C z El Archiduque José Francisco y el Príncipe Heredero de Austria conversando con algunos oficiales y autoridades civiles. no es más alto que la parra, y el abuelo encorvado que se le une, están aptos para esa obra fácil. Pero ¿es posible darse cuenta de la ausencia de los hombres sin preguntarse adonde están?—No. Y al punto, iluminada por el fulgor de los hechos nuevos que acabamos de saber, la respuesta surge, sola, impresionante de oportunidad: “Los hombres están también en las vendimias, en las otras, las que comienzan igualmente a coronar su labor ingrata." Y todo lo que éstas tienen de inocencia y de paz. tienen, las de allá lejos, de terror y de muerte. Mas, cada una en su genero, tienen las dos su razón de ser y su bienhechora necesidad: se completan y van juntas al mismo fin. 'El vino y la sangre tienen entré si una correlación maravillosa y oculta que la guerra hace visible. La sangre que hoy está corriendo y que la tierra bebe, parece un vino redentor y milagroso, y el licor que corre de la viña presenta más que nunca el aspecto sagrado de la sangre y la promesa de sus virtudes. Ya salten de! lagar o de las venas, estos dos ríos corren como dos fuentes Me vida que se unen sin cesar y funden sus púrpuras fecundas. Me agrada, y prefiero no ver en ello rn efecto del azar, que la época del comienzo, al frente, de nuestras grandes vendimias, coincida con la de las pequeñas, a retaguardia, y que aquí la podadera y las tijeras de labor hayan seguido el ejemplo de las 1 ayonctas. Si, hermosas vendimias, completas, las de nuestros soldados: vendimias hechas al raso, en las redes de hierro de las viñas alambradas, y en los bosques raspados, talla dos, sulfatados por la metralla, en donde los árboles centenarios reducidos a astillas no tienen a un metro del suelo sino tirabuzones torcidos: vendimias que se pros’gucn en los embudos del campo de batalla, convertidos en las cubas humeantes de estas horribles recolecciones. Y ¿de dónde ha partido, de dónde se ha lan zado al fin este espléndido y furioso movimiento de vendimia? De la Champaña! de la región por excelencia de la viña de! reino de los vinos, arrasado, removido, hecho trizas, nunca exhausto! No es posible, aunque se quiera, dejar de hallar en esta elec ción tan apropiada del terreno, en estos momentos, una intención de elegancia francesa. Por privilegio insigne y merecido, esta Champaña dolo-rosa es uno de los escasos lugares donde se habrán hecho a la vez, inmediata la una a la otra, casi en la misma linca, las dos venldimias. Allí, los racimos lyihrán caído en los canastos al sonido del cañón, a la misma hora en que los racimos alemanes crujían aplastados bajo las prensas dé nuestra artillería. A la hora actual las vendimos rústicas han terminado. Adiós cepas y racimos! La viña no tiene ya en su cabellera roja los hermosos frutos maduros que la adornaban: no queda un solo grano para los pájaros! Pero las vendimias de la patria, las otras, no han hecho sino comenzar y proseguirán siempre. Serán largas. Bien puede pasar todo el invierno en ellas a tal punto es grande el viñedo por purgar: forma horizonte. Sin embargo, se llegará a ver el fin. Y después de éstas vendrán otras, cada una a su tiempo, y en viñedos no menos famosos y que no habrán perdí—