pero a la voz de alarma, salieron de la choza unos pastores, y cogiendo unas piedras, que es el- arma de que se valen siempre esos señores, a su sola presencia fue acabando del canino furor, hasta el residuo, y yo pude por fin en eco blando cantar la instalación de mi individuo. —¡Oh, habitantes felices de esa comarca rústica y tranquila------! les dije yo tan luego que vi los canes en lugar seguro. —Yo vengo aqqí tras del feliz sosiego que en la alma del labriego derrama este aire embalsamado y puro, cansado de la vida que se lleva en la corte «aborrecida; yo vengo con el mal que me destroza y que gimiendo mi zampoña exhala. a que me déis un sitio en vuestra choza, media torta de pan______y una zagala. Así fué, sobre poco más o menos, el pequeño y tristísimo discurso que improvisé al mirarme entre el concurso de aquellos hombres rústicos y buenos; y media hora después, una pastora, no Flérida ni Arminda, pero, eso sí, tan linda 4}uc casi era una chica encantadora, se presentó a mi vista completando con un trozo de pan que me traía, las tres cosas aquellas, y haciéndome gozar con todas ellas, de modo que yo dije: ¡Aquí es la mía: Nunca lo hubiera dicho, o por mejor decir, no lo hubiera hecho, pues apenas sintió ella sobre su hombro un beso que le di en mi desvarío, cuando con triste asombro, cayó de mi ilusión sobre el escombro un bofetón de Dios y Señor mío--------- Después de que comí aquel pan amargo al que hizo más amargo este detalle, de ni i fe y de mis creencias en descargo pronuncié suspirando un sin embargo, y me puse en camino para el valle----- Allí, pensaba yo, mientras segura el mejor y más cómodo sendero, allí bajo de un olmo encontraré un consuelo en mi tristeza, ya que la pérfida esa a mi pena y dolor ha puesto colmo; bajo sus verdes y brillantes hojas iré a llorar la pena que me mata: y si la muy ingrata va a reírse aún allí de mis congojas: pues que en mi tierno y ardoroso ahinco ni una sonrisa de su amor merezco, o le hago comprender lo que padezco, o le hago comprender ¡cuántas son cinco! , Pero, señor, en el bendito valle, como en la alma de un poeta de veinte años, todo estaba tan seco y tan marchito como ella a los primeros desengaños; los árboles sin ramas y sin hojas, la hierba macilenta y amarilla, y en medio de este cuadro y a lo lejos, un arroyo estancado, a cuya orilla rumiaban con afán dos toros viejos. Ante tal panorama, yo que soñaba coronar mi frente con las flores cogidas a una rama de las verdes y muchas de la fuente; yo, que soñaba en recrear mi oído con la canción dulcísima y sabrosa del tordo filarmónico escondido cabe las ramas de la selva umbrosa, me senté sobre el tronco de un encino y me puse a llorar con tantas ganas, que los cielos al verme y al oirme llorar con un dolor tan verdadero, r— empezaron también recio y (In firme a gemir y íi llorar un aguacero. ¡Ay! cómo y cómo entonces extrañé los simones de la plaza, y cómo fué aquel líquido elemento que entraba hasta mis huesos poco a poco, el mejor y más sólido argumento para obligarme a ver que estaba loco. Cuando llegué a la choza, las estrellas brillaban ya en el éter indeciso, y en derredor del fuego que alumbraba muy pofo ciertamente, me hallé con que a la ley de un uso añejo, pero para ellos bueno y necesario, bajo la voz de un viejo, un poco viejo, rezaban todos juntos el rosario. Esto sí no es conmigo, me dije yo al primer Santa María, viendo que no era aquella la más propia ocasión de salvarme del infierno: y encontrando en la fe que mi alma acopia, que aquella copia era muy mala copia para darle el valor de ún Padre Eterno; y como el sueño, gente que no reza, me estaba ya doblando la cabeza y yo empezaba ya a sentir en mi alma sus primeras y dulces vaguedades, me decidí a dormir en santa calma para acabar con tantas ñecedades------- —El sueño, por lo menos, me hará gozar de la ilusión que ansio— pensaba yo temblando ¡y estremecido todo por el frío! __Y como ellos me han puesto en este brete, que peor no puede ser según barrunto, evocaré a Fray Luis y a Navarrete ¡y les diré lo que hay sobre el asunto--. Y me dormí____pero una santa gota que cayendo del techo