experimentado al nadar en mar gruesa. Aquella inmensa ola móvil que os amenaza, os balancea, y a la que domináis con vuestra fuerza, ts ciertamente el símbolo exacto de lo que fue el juego para mi en aquel primer período, el de la ganancia: porque nuevamente gané en iguales proporciones que un momento antes, y luego más. No arriesgaba grandes apues tas sino sobre mi manó; y sobre la de los demás, jugadas insignitican-tes; pero cada vez que tocaba las cartas, tenia un humor tan insolente. que primero cafaban todos, y lite go cuando tiraba, prorrumpían como en un rumor de admiración. Quizá sin aquella admiración hubiera tenido valor para dejarlo. Pero ¡ay! siempre he ten Mo un amor propio de todos los diablos.. que me ha hecho hacer mil tonterías, y con mis - anas todavía ha de hacerme cometer otras muchas sin duda. Lo conozco, me doy cuenta de ello, y luego, ci ando tengo espectadores, adios mi dinero, no puedo sufrir que. digan: “Se ha echado atrás.” Es sublhne ser así cuando ¡a escena pasa sobre el puente de Arcóle; pero ante una mesa de baca-rat. y al azar de una carta, es estúpido. Sin embargo, este orgullo infantil fue causa de que después de haberme hecho gozar de mi buena fortuna. no quise ceder ante la mala cuan do se acercaba. Por que yo lo conocí. Llegó un instante en cine comprendí que iba a perder, y aquella especie de lucidez victoriosa que me había hecho coger las cartas con una confianza absoluta, se eclipsó derre pente. Estaba escrito que yo había de experimentar, en una misma sesión, todas las emociones que el juego produce a sus aficionados, porque después de haber sostenido la borrachera de la ganancia, experimenté la seca y punzante -embriaguez de la mala suerte. Porque existe. Ya conocéis la célebre frase: "En el juego, después del placer de ganar, hay el de perder. n*" No encuentro otra frase para explicarros esa especie de ardor emponzoñado, esa mezcla de esperanza General Lt. von Kneussl. y de desesperación, de Abardía y de encarnizamiento. Se cuenta con dominar la mala suerte, y se tiene la seguridad de que se saldrá vencido. Se pierde la facultad de raciocinar, y se hacen apuestas que se sabe son absurdas. Y la ganancia corre, primero las fichas luego los tantos encarnados. los blancos, y se. lírntan nuevos pagarés. Después de haber tenido durante diez años scgtndos. vi valor de mirarme antes de gastar los veinte céntimos de un tranvíiu conx» 'y° hice se juegan quinientos y tWfi francos sin vacilar. Pero voy a haceros el resumen de todo en d siemprevivas, s'ao lirios blancos como vuestras frentes, sin sangre que las colore, y rosas encarnadas como vuestras bocas sin l esos «iue las avive. y lias de otoño, veleidosas y «k-liradas como vuestras virtudes sin rea lidad: No menospreciéis estas ofrendas de un obstinado ton sus recuerdos en el tumulto «le la vida. El bagage .de la mía. el fardo lijero que durante ella arrastro, compónese «le vuestras deliciosas mentiras de antaño, de la memoria fiel a vuestras carnes infieles, «Je todo lo vuestro que encantaba la juventud de mis sensuales fervo res. ¡Adiós, amiguitas mías! Si nos encontramos un día en otro mundo, que no sea mejor que este que vivimos: ¡H>rque fuimos aquí completamente dichosos, vosotras con la felicidad de. vuestras perfraias: yo. con el encanto de mis ilusiones, cuyo postrer perfume sube todavía de mi alma a vuestros pies, con el ramillete de dulces quimeras «uyos Wiltimos pétalos. revolotean alrededor «le vuestras imágenes sin vida, en la caricia del viento otoñal. i,. Armando SILVESTRE.