2 LOGOS ______ , __________ Misterios de Isis.-Iniciación de Pitágoras _____________ | Recomendamos el presente escrito como una joya masónica] (Continúa) confiándole al mismo tiempo la palabra del paso y el signo que había de emplear para darse a conocer. El filósofo había penetrado el misterio de la cronología egipcia; sabía que coincidiendo las apariciones heliacas de Sotis o Sirio con las primeras avenidas del Nilo, había sido aquel astro consagrado como emblema de la naturaleza fecunda, y determinaba el principio del período sótiaco, cuando su primera aparición anual correspondía con el primer día del mes de toth. Habíanle enseñado que no componiéndose el eño sagrado más que de doce meses de 30 días y de cinco adicionales (epagóme-nos), es decir, de un total de 365 días, en tanto que el año solar contaba seis horas más, la salida de Sotis debía avanzar necesariamente un día cada cuatro años, y pasar del primero del mes de toth corres pendiente al solsticio de verano por todos los demás días del año, hasta volver a verificar su aparición el primero de toth después de 1,461 años que constituían el pe. ríodo sótiaco empleado en los anales. También explicaron al filósofo griego cómo tomando su denominación de las horas del día de los siete cuerpos celestes que parecían reemplazarse en el espacio, y tomando el día su denominación de la pri mera hcra, debía tardar cada nombre siete días en hacer su revolución, cuyo período formaba una semana, en este orden: Saturno, Júpiter, Marte, el Sol. Venus, Mercurio y la Luna recibiendo el año su nom« bre del día de toth, ofrecía también perío dos de siete años, que se sucedían en la misma forma que los días. En sus viajes por las márgenes del Eufrates y del Ganges habían enseñado a Pitágoras que la tierra permanecía inmóvil en el centro del universo, en tanto que los demas cuerpos celestes giraban en su torno con un movimiento sensible a la vista natural. Mil veces había creído el filósofo cerciorarse de la verqad de ese sistema, mando por realidad lo que no era más que un reflejo deslumbrador; pero el estudio de la geometría que acababa de patentizar todo lo absurdo de aquel sistema, propagado por la ignorancia y violentamente sostenido por una grosera superstición. El friso del templo, sin misterio ya para Pitágoras, ostentaba un globo rodeado de una serpiente y sostenido por dos alas de buitre desplegadas; buscando la significación de este símbolo averiguó que los sabios de Menfis daban a la tierra un doble movimiento conforme a las leyes de la na turaleza y a los cálculos de la razón. Ninguno de estos ingeniosos símbolos, que recataban a la vista de la pereza o de la m^a fe los tesoros del talento, fué ya impenetrable en lo sucesivo para Pitágoras. Al encontrar esfinges por todas partes, al ver aquel monstruoso conjunto de busto de mujer y cuerpo de león, no creyó ya co mo el vulgo que fuesen aberración fantástica de algún escultor excéntrico, pues estudiando el profundo sentido de aquella alegoría, vió que nada podía recordar con más enérgica actitud el momento de las avenidas y desbordamientos del Nilo. Este fenómeno, tan esencial para la agricultura egipcia, se reproduce anualmente al hallarse el sol entre los signos de Virgo y del León Terminada la revelación científica, condujeron a Pitágoras, remontando el Nilo, a Hermópolis, y después de haberle hecho atravesar por fértiles campiñas al pie de la cordillera líbica le metieron en un canal abierto por mano de hombre, en un angosto valle de la montaña. En seguida trepó a la planicie extendida en lo alto de una montaña donde se elevaba una pirámide, no de tan imponente masa como la de Menfis, pero desde la cual se ofrecía a la vista la mas maravillosa perspectiva [Pasa a la página 9]