REVISTA SEMANAL Pág. 9 El Vaticano y la Basílica de San Pedro. N 1309, Inocencio III comenzó la reedificación del Vaticano, con el fin de acomodarlo para residencia papal. La obra del Vaticano fué pasando de un Papa a otro, hasta que Nicolás V concibió el pensamiento de hacer del Vaticano el palacio mayor y más magnífico del mundo. No vivió bastante para ver realizado su plan; pero sus sucesores lo prosiguieron. Actualmente el Vaticano es el palacio mayor y más espléndido del mundo, y contiene los más ricos tesoros artísticos y literarios que se hayan reunido jamás en un mismo lugar. Ocupa una superficie de 5 hectáreas y media, de las que unas 2 y media están ocupadas por veinte patios, 200 escaleras y cerca de mil capillas y aposentos, salones y museos. — I A í ‘ " * V ■ *" V ** ' ** /C- "W r* Los Papas que edificaron el Vaticano serán celebrados siempre entre los hombres que contribuyeron a embellecer a Roma, y aquí notaremos los nombres de algunos de ellos. El primero fué el poderoso Inocencio III que comenzó la reedificación; Nicolás III dió pri ipio Lasti lio al ensanch<¿^c -i. nnlos de SariS lacio, mediante un pasafr- JlO». deJSañt’AifgcTo, con lo cual el Vaticano ofreció mayor seguridad a sus moradores. Nicolás V fue quien concibió la idea del V aticano tal como ha sido desde entonces: la residencia de los Papas y Cardenales, las oficinas de la Iglesia, el punto de reunión de todos sus peregrinos, el punto de partida de todos sus misioneros. Las obras que comenzaron en el reinado de este Papa las prosiguió Alejandro VI. Paulo II hizo nuevos ensanches, y después Sixto IV edificó la famosa capilla Sixtina llamada así del nombre de este Papa. La construcción de la Basílica de San Pedro empezó en tiempo de Julio II, el año 1506, y duró más de 176 años. Solo el edificio principal costó más de cincuenta millones de pesos oro. El templo de San Pedro no tiene rival por el esplendor de sus mármoles, estatuas y pinturas, y por la riqueza de su ornamentación en joyas y metales preciosos. El Vaticano,la Gran Basílica, los centenares de iglesias y ricos museos son obras ejecutadas durante el tiempo en que los Papas fueron soberanos de la Ciudad Eterna. El ClavicordioJ© Pci ángulo sombrío de la estancia, silencioso, con lejanos ritornelos de sonatas olvidadas, sueña, abierto, el clavicordio. A través de los cristales empañados, el lluvioso jardín muerto se deshoja, esfumándose en las brumas de un crepúsculo de Otoño. En la antigua sala flota el perfume melancólico de las rosas, que en las viejas porcelanas se marchitan, lentamente, de tristeza y de abandono. Los dorados cuadros, duermen, olvidados, bajo el polvo, y las sombras de los muebles, a lo largo de los muros, melancólicas alargan sus fantásticos contornos. La abuelita, triste, sueña ... Bajo el lino de la cofia la mirada taciturna de sus ojos; a través de las rasgadas humedades de la lluvia, se diluye en el recuerdo de los parques del Otoño, donde elevan los cipreses humeantes de neblinas sus siluetas triangulares bajo el cielo gris de plomo. ¡Está seria y está muda! Ya no alegra nuestros juegos, ni nos narra viejos cuentos de princesas y gnomos. Las tinieblas se insinúan a lo largo de la estancia; lentamente, los espejos apagando van sus.t os; los retratos carcomidos, ponxr qp 3D3^3n confundidos y borrosos; y los muebles agonizan devorados por la sombra, murmurando viejas cosas y crujiendo bajo el polvo. Un reloj lento y lejano deja caer en el hondo silencio, el agrio martillo de sus férreas campanadas que retumban en los ángulos del salón desierto y lóbrego! Las tinieblas han borrado las ventanas ... Y, de pronto, en el fondo de la estancia, a las tímidas caricias de unos dedos temblorosos, van despertando los acordes de una música olvidada en las teclas polvorientas del antiguo clavicordio. Francisco VILLAESPESA. La Kfrcrnidad Entrar en la Eternidad . . . He ahí una de esas frases que la ignorancia pone en la boda del hombre, para hacerle olvidar su destino, y embriagarlo con sus propias cenizas. No entramos en la Eternidad. No salimos de la Eternidad. Vivimos en la Eternidad. Somos la Eternidad; antes de ser, éramos. Siendo, somos. Dejando de ser, seremos. La Vida, es una parlícuia de la Eternidad, y una forma de ella.