Como Hizo Cspana Su Ia. .República (Concluye del Doming Anterior; Ei lo. de junio sé reúnen las Cortes Constituyentes que van a organizar la República; el 7 se constituyen definitivamente, y Figueras resigna ante ellas los poderes del Gobierno. Después de aprobar, sin discutirla y casi sin escucharla, una proposición que transforma al Estado español en '‘República federal”, los diputados tratan de nombrar nn Ministerio que suceda al de Figueras. Le dan el encargo a Pi y Margall, y cuando se presenta con el Gobierno formado lo desautorizan. Se promueve un gran escándalo. Se suspende la sesión pública y empieza otra secreta. Y, por último, a las cuatro de la madrugada, se decide, por unanimidad, que siga en ei Poder el Gobierno de Figueras, íntegro. Pero al día siguiente, el ministro de Hacienda, señor Tutau, confiesa que el Tesoro público está en quiebra y dimite. Y con él vuelve a dimitir el Ministerio entero. Para que no haya los escándalos que el día antes, se acude, desde luego, a la sesión secreta, y en ella se da un voto de confianza a Figueras para que forme el Gabinete que le parezca bien. Esto molesta a Pi y Margall, al que la Cámara ha negado, hace pocas horas, un crédito tan amplio, y se lo dice a Figueras. Hay entre los dos una escena viva, y Figueras se va a su casa enfadado. Al otro día, cuando Castelar, aj que ha comisionado para que vea, de su parte, a algunas personas que van a entrar en el nuevo Ministerio, trata de ponerse al habla con él, en su casa le dicen que no está. Y es que está en Francia. Ha tomado el tren, en secreto, la noche anterior. ¿SUBLEVACION? Así que el 10 de junio de 1873, el Poder público de España amanece tirado en medio de la calle, a mano de quien quiera bajarse a cogerlo. El capitán general de Madrid, don Mariano Socías, parece dispuesto a ello. Manda a generales de su confianza que vayan a los cuarteles y que pongan la tropa sobre las armas. Luego procura hacer que le acate la Guardia civil. En los cuarteles obedecen a sus emisarios, pero la Guardia civil permanece fiel a la República y, por otra parte, los voluntarios republicanos se lanzan a las calles dispuestos a hacer frente a la insurrección. Socías vacila entonces... Antes de que se haya decidido a hacer algo, el gobernador Estévanez lo detiene. DOS MINISTERIOS EN UN MES Entre tanto, las Cortes Constituyentes procuran armar apresuradamente un Ministerio, tarea poco fácil, porque ser ministro en . aquellos momentos no es ameno y los personajes republicanos no quieren. Se consigue hacer este Gobierno: Presidencia y Gobernación, Pi y Margall; Estado, Muro; Gracia y Justicia, Fernando González; Guerra, Estévanez; Hacienda, Ladico; Marina, Anrich; Fomento, don Eduardo Benot; Ultramar, Sorní. Vive difícilmente diez o doce días, en medio de una Cámara cada vez más desconcertada, dividida en dos bandos inconciliables: la derecha gubernamental—relativamente gubernamental—y el grupo de los federalistas “intransigentes”. El 21 de junio la derecha presenta una proposición pidiendo a la Asamblea que autorice a¡ presidente del Poder Ejecutivo de la República a resolver por sí mismo las crisis que ocurran en el Ministerio. Contra los intransigentes, se aprueba. Y entonces los ministros, que interpretan aquel voto de confianza a Pi como un voto de desconfianza contra ellos, dimiten! Usando de la autorización que le acaba de dar la Asamblea, Pi y Margall nombra, el 28 de junio, otro Gobierno, en el que él conserva la Presidencia y la cartera de Gobernación, y son ministros: de Estado, don Eleuterio Maison-nave; de Gracia y Justicia, Gil Berges; de Hacienda, don José Carvajal; de Guerra, el general González Ciscar; de Marina, Anrich; de Fomento, don Ramón Pérez Costales, y de Ultramar, Suñer y Capdevila. La izquierda, intransigente, a la que Pi ha dejado fuera del Gabinete, lo ataca con furia, y el primero de julio t Ir % ; .■ ;■ y ySjSi z.XxíjA'y x ' I •:>>' 'A Proclamación de la República en el Congreso. (Dibujo de Iva Ilustración) se retiraba del Parlamento, dispuesto a alzarse en armas. Se les han anticipado gentes en muchos sitios. Los granadinos, que des* arman a los carabineros y los apresan. Los soldados del Ejército del Norte, que acogen a sus oficiales gritando: “¡Que bailen!” Los soldados del batallón de Ca. zadores de Madrid, que asesinan, en Sa-gunto, a su Cnel. Martínez Llagostera. El demagogo Carvajal, al frente de una tropa de voluntarios rojos, anda corriendo la tierra por Andalucía. Los milicianos de Leganés, que pelean con los regimientos de Caballería y Artillería. Barcelona, donde manda una Junta de Salvación y Defensa, que no hace caso del Poder central. Málaga, donde ocurre lo mismo. Córdoba, que vive en constante motín. Sevilla, cuya Maestranza de Artillería es asaltada por los voluntarios republicanos, que la saquean y matan a los artilleros y guardias civiles que se les resisten... Los diputados “intransigentes” se empican en extender la revuelta y lo consiguen. Sevilla se declara cantón independiente. Sanlúcar de Barrameda, también. Y Málaga. Y Cádiz. En Alcoy, los socialistas van a la huelga; arrastran al alcalde, don Joaquín Albors; matan, además, a diez y ocho guardias civiles y municipales, a algunos concejales, a un recaudador; inc"^dian una porción de casas y fábricas y se hacen dueños de la ciudad. En Cartagena, el diputado Antonio Gálvez Arce—“Toñete Gálvez”—, el estudiante Cárceles y el general Contreras, se apoderan de la ciudad y de la escuadra que hay ante ella, venciendo la floja resistencia del ministro de Marina, Anrich, que lléga, para tratar de contener ej movimiento, y forman otro cantón. A reforzarlos a-cuden el regimiento de Iberia, mandado por el coronel Pernas; cazadores de Mendigorría, generales Pozas y Ferrer; Roque Barcia... A todo esto, la Guerra carlista sigue, claro... Espantadas e indignadas, las Cortes exigen a Pi que reprima enérgicamente las insurrecciones; pero Pi que no se decide a usar la fuerza contra correligionarios, dimite el día 18 de julio. Y se da el Poder a don Nicolás Salmerón, que nombra este Ministerio: Gobernación, don Eleuterio Maison-nave. '<■7 y-xíi'y" ez cadáxier del Alcalde de Alcoy. señor Albors, arrastrado por las