REVISTA MEXICANA Semanario Ilustrado. Appliation made to enter as second class mather. September 13, 1915 at the Post Office Of San Antonio, Texas, under the Act. of March 3, 1879. *Ro *• San Antonio, Texas, Octubre 17 de 1915. Número 6. Pagina Editorial - . EL RECONOCIMIENTO DE CARRANZA . - Cuentan viejas crónicas lugareñas que cierto ocasión en que un Ministro de Hacienda le exigió cuentas de «la aduana d* Matamoros al General Don Juan Nepomuceno Cortina, obtuvo la siguiente respuesta: “esta aduanita es mía, me la regaló Don Benito." Y con esa contestación ingenua, creyó el caudillo tamaulipeco eludir todas las responsabilidades pendientes y venideras. Traemos a colación esta graciosa añoranza porque el mismo criterio que se atribuye a Cortina, con referencia a la aduana de Matamoros, es el que piensan aplicar los carrancistas a la República Mexicana. “Mé xico es itúestro, nos lo ha regalado el reconocimiento del Presidente Wilson." Y con la simple evocación del famoso reconocimiento consideran que ha llegado una era bonancible de consolidación para todas las injusticias y de impunidad para todos los delitos. Ahora sí, las casas de Braniff y García Pimentel, de Li-mantour y de Lascuráin serán usufructuadas indefinidamen-tc P°r “generales libertadores;** los automóviles adquiridos pasarán a la categoría de botines indiscutibles; la emisión Constante de papel moneda seguirá siendo el mejor extractor de los restos de la riqueza patria; y los ferrocarriles, I tranvías, ganados, imprentas, cervecerías, etc^ etc., bautizados gloriosamente con el epíteto triunfal de “constitu-cionalistas" continuarán marcando para un grupo privilegiado una jauja maravillosa e inextinguible. México es de ellos: se los ha regalado el Presidente Wilson. El razonamiento ribeteado de ensueño' que forjan para trazar sus planes de* ilimitada bonanza es el siguiente: puesto qué los Estados Unidos fueron quienes destronaron a los Generales Díaz y Huerta; puesto que hasta hoy los Gobiernos, de nuestro país han estado a merced de los caprichos norte^americanos, lo natural es que desde el momento en que Carranza cuento con el apoyo incondicional del Presidente Wilson, no existe fuerza capaz de derribarlo. Pero las naciones viven y se desarrollan no conforme a los antojos de los gobernantes de los pueblos poderosos, sino de acuerdo con leyes sociales ineludibles. En México, se hará la paz como se hace en todos los países: sobre los cimientos del respeto a la vida, a la propiedad, a la conciencia y a la honra. Las escuadras marítimas sirven admirablemente para presentar batallas navales o para bloquear los puertos de las naciones; pero son enteramente ineficaces para bombardear las leyes fatales de la Naturaleza. Por eso, los Estados Unidos, que tuvieron la fuerza necesaria para desbaratar la flotilla de Cervera en Santiago de Cuba; que pudieron fomentar las revoluciones que derribaron a los Generales Díaz y Huerta; que están en aptitud de contribuir en el desarrollo y desenlace de la guerra Europea, con su estupenda producción de armamento y municiones; tos Estados Unidos, con este maravilloso poderío, no pue den ni podrán establecer un Estado firme y consolidado sobre las bases frágiles de la inmoralidad y del despojo. Es inútil, enteramente inútil que procuren construir con elementos desorganizadores y disolventes. La intención de apuntalar a la facción carrancista, con “reconocimientos extranjeros" y no con el respeto 'a la justicia y a la ley, es tan ilusoria como lo seria la locura de detener el derrumbamiento de un edificio con “úkases" imperiales. Cuando en las edificaciones políticas y sociales se emplean procedimientos artificiales, lo único que se consigue es levantar muros vacilantes que se desploman con la primera sacudida. Los norte-americanos no lo creen así. Y es porque la vanidad en ellos alcanza proporciones tan grandes que colinda con la locura. En Estados Unidos se cree que fuera de este país no hay nada grande ni respetable en el resto del planeta. Tienen el orgullo de poseer las casas más altas de la tierra, y desde ellas se considran más cerca el cielo, que cualquier otro fragmento de humanidad. Están acostumbrados a que el cinematógrafo les diga que todas sus mujeres son Lucrecias, y que cada uno de sus hontores compendia la bravura de los doce pares de Francia. Cada cowboy sobrepuja a Cyrano de Bergerac. El General Joffre resulta cl “Scott francés,” y la Escuela Militar de Saint Cyr, el “West Point" de los galos. Bismarck no pasa de ser el Lansing de los alemanes y Homero el Longfellow de los griej gos. t Con vanidad tan pueril, lo natural es que juzguen que la voluntad del Presidente Wilson no tiene límite ni valla. Si a él, se le ha ocurrido que Carranza seá el “Wüson de México"—para usar su fraseología especial—lo lógico es que así suceda. Si mañana se le ocurre promulgar una ley, prohibiendo que los cuerpos desciendan con igual velocidad en el vacío, no ven razón por la cual no se someta la Naturaleza. Por eso creen que México es de los carrancistas; se los ha regalado el reconocimiento de Mr. Wilson. Entretanto, el carrancismo lleva en su seno mismo los gérmenes que lo habrán de aniquilar. No necesita adversario para deshacerse. El enemigo mayor lo lleva en sus propias entrañas. Y nuestra Patria se levantará a pesar de todo. Este último giro dé la política extranjera será el principio del fin. No obstante de que los carrancistas y Mr. Wilson, conceptúan que México, no es otra cosa que una aduana de Matamoros amplificada, nuestro país tiene que demostrar ser un pueblo deseoso de sobrevivir. Por eso, el famoso reconocimiento será para Carranza, la última alegría; para nuestra Patria, la última prueba; y para los Estados Unidos, el último ridículo.