camente salía algunas veces para respirar el aire libre en los jardines de las Puertas Esceas. Era sencilla, reservada, un poco tímida. Se extrañaba de su propia aventura y la atribuía ¿e buena fe a la voluntad de los dioses. El convencimiento que poseía de su belleza y del sortilegio ejercí do por su persona, la‘hacía insensible a los juicios desfavorables y . a las palabras desabridas. Pero, sin embargo. como había sido educada severamente. en Esparta, se daba triste cuenta de lo irregular de su situación: comprendía y hasta hallaba justa la hostilidad de que era objeto por parte de las mujeres honradas, y hubiera querido desarmar tu enojo a fuerza de modestia, de recato y de dulzura. Las Troyanas bahi.iii decidido ir en procesión al templo de Atcna. y depositar a los pies de la diosa un velo ricamente bordado, para que se apiadase de la ciudad. E'cna experimentó el vivo deseo de tomar parte en la ceremonia. • Desdé que sigt ió a París, había ad^^fado los dioses consecuencia, la patria de su amigo, y ..era toda una buena Troyana. Además, prefería a las costumbres de su antiguo país, las costumbres y la vida de Troya: encontraba aquí un arte quizá menos puro, pero más comodidades y mayor lujo que en la austera Lacede-monia. XXX Una tarde que Elena paseaba junto a las puertas Esceas, pasó a su lado Andrómaca. Elena se obscuro'*:' respetuosamente ante la esposa de Héctor. Pasó Andrómaca con la cabeza erguida y la dirigió una mirada glacial. La amiga de París volvió a su casa, derramando abundantes lágrimas. Pero aunque ^Andrómaca la había mirado muy por encima, no dejó de reparar en la armonía de su toilette y en cierto bordado que adornaba su traje. Por la noche le dijo a Héctor: —Esa mujer será lo que sea, pero reconozco que tiene mucho gusto para vestir. Elena lo supo y se apresuró a proporcionar a una de las doñee las de Andrómaca el diluí jo del bordado que había Ilamdo la atención de la virtuosa princesa. Añadió a este presente algunos consejos sobre el modo de confeccionar los trajes, Jos cinturones y los mantos. Andrómaca consintió en que sus doncellas se aprovecharan de estas in? dicacicuies. Les permitió también que ejecutarán el consabido bordado y, pocos días después, se presentó en el paseo con aquel nuevo adorno. Vió a Elena, que aquel día llevaba un traje muy sencillo y completamente liso, y entonces. Andrómaca miró sin malevolencia a la compañera de París. XXX Al día siguiente. Elena encontró en el jardín del rey al niño Astyanax. que iba en brazos de su nodriza. Pidió cortésmente permiso al ama para besar “al hijo del más valeroso de los hombres y de la más virtuosa de las mujeres.” El niño, viéndola tan bella, se sonrió, prorrumpió en un murmullo cariñoso y pasó sus mane-citas por el suave ¿ rostro de la Tyn-dáride. —¡ Quién pudiera—suspiró ella.— tener un niño tan hermoso! Pero los dioses me han negado esta ventura. Y sus ojos se cubrieron de lágrimas. —A vuestra edad, no hay que per- der la esperanza—dijo amablcmyUe la nodriza. —¡Ay!—respondió Elena.—Mucho me temo que los dioses me hayan condenado a ser estéril. (2.) De todas las señas de su cólera, ninguna me afecta tanto como ésta. XXX La nodriza repitió este diálogo a su señora, en presencia de Héctor. —Hay que confesar—dijo Andró-maca—que esa mujer, a pesar de todo, conserva algunos sentimientos lauda- —Estoy convencido—dijo Héctor,— de que Elena hubiera sido una buena esposa y una buena madre de familia_____¿Qué mejor prueba que su deseo de tener hijos!---No hay du- da que su destino está eu contradicción con su carácter-----Su des- gracia procede de haber conocido a París que es el más seductor y astuto de los hombres------Pero Venus lo ha querido así; y, seguramente. Venus es quien la mantiene estértl. para que se conserve hermosa--. Asi ?s, que lo que constituye su gloria, constituye también su castigo. Pues en finj----- —.Amigo mío—dijo Andrómaca,— tened cuidado: la defendéis con excesivo calor y divagáis un poco. x x x En aquel instante, una criada de Elena trajo un juguete magnifico destinado a Astyanax; un carrito de plata tirado por dos cabal'os de madera de cedro con arneses de oro. El niño, encantado, batió palmas. Andrómaca, molestada por el obsequio, trató de volver el juegúete. El niño se echó a llorar. Héctor intervino : —Si devolvemos ese cariño—dijo— daremos un disgusto a esa pobre criatura y ofenderemos sin razón a una mujer que ha cometido indudables faltas, pero que te admira, te respeta y rinde homenaje a las virtudes que no ha sabido practicar. Aceptemos el juguete:. esto no nos compromete a nada, > me iguro qr»e nó temerás que la amistad de Elena pueda hacer no- (Pasa a la penúltima).