E I. S E M BRA DOR EL S E M B R A D O R------------- EL ESTADISTA CUANDO Goethe se afana en la creación de su segundo Fausto, el hombre que redimido de fallas y pecados, alcanza la madurez y ejercita poder sobre sus semejantes con el propósito de hacerlos dichosos y fuertes, cada lector siente que ha quedado corlo el poeta. Y es porque en las cosas de la vida práctica y del destino social, suele la imaginación quedarse atrás de los hechos. Como que los sucesos humanos son obra de una Providencia que supera y sorprende a la más genial fantasía. Puede la imaginación, en el arle, superar a la naturaleza; pero la obra del destino, en el hombre y en los pueblos, hállase más allá de la simple naturaleza. Y la visión del genio puede convertirse a lo sumo en factor del destino, pero no logra jamás reemplazarlo. Así se explican que no existan en la literatura personajes con quien comparar a don Hernando. A todos los hombres de acción supera, y también al pobre doctor Fausto, dedicado a Ingeniero Civil después de soñar con la Tierra y el Cielo, y pese a que la venta del alma produjo su Margarita y su Elena. Pero es que el angustiado Fausto tenía de padre a Goethe y no al Dios Padre. Y el padre teórico que fué Goethe, dió en la simpleza de suponer que en “el origen era la acción”. Ahora bien, sucede que los hijos de la acción, no saben sino de acción y acaban en la impotencia o en la caricatura de la creación. Ya San Juan Evangelista, con genio muchísimo más penetrante que el CORTESIA DE: Z/LA POPULARA S. A. Fábrica de Chocolates Monterrey, N. L. JOSE VASCONCELOS VIDAS MEXICANAS HERNAN CORTES - CREADOR DE LA NACIONALIDAD Ofrecemos este fragmento de la brillante obra de Vasconcelos, en que se esboza con trazos vigorosos y firmes, la imagen de uno de los primeros sembradores de ideas, de trabajo constructivo, espiritual, físico, que tuvo nuestra patria. de Goethe, había descubierto que en el principio era el Verbo y el Verbo era Cristo. Y sucede, no sé por qué, que las obras de aquellos que no creen que primero es la acción, superan enormemente a las tristes obras de los devotos de la acción por la acción. Hernán Cortés, al día siguiente de la rendición de Cuauhlémoc, era un Fausto sin literatura, pero fecundo y potente porque sabía que la acción ha de subordinarse al plan y no hay plan sin idea, es decir, sin revelación de lo alto; que sin ella la obra de abajo deriva hacia el hormiguero, o bien a su réplica, la cuadrícula de los canales y las siembras del Doctor Fausto. Hallóse Cortés frente a una situación privilegiada, singular en la historia; pero únicamente los genios de primera son capaces de aprovechar semejantes posiciones excepcionales de la historia. ¿Qué habría hecho en su caso una medianía? Exprimir el jugo de su conquista y volverse a España para comprar castillos, distinciones y goces. Hay hombres que apenas realizan un esfuerzo aprecia-ble, ya hablan de vida tranquila y la buscan. Pero hay sujetos que no se cansan. Era de éstos Cortés. Un émulo suyo también. a su modo, const ruclor de pueblos, Cecil Rhodes, utilizó sus triunfos para ganarse el monopolio de los diamantes. Y nadie le regatea la grandeza. Pero es como si Hernán Cortes, tras de la toma de México, se hubiese dedicado a manejar, a controlar el mercado mundial del oro. Hubiese pedido a España un Gobernador 1 J que resolviese los problemas menores de la administración y él se habría quedado de presidente de metalúrgicos, acumulando millones y adquiriendo palacios en Madrid. Tal concepto ruin es propio del tipo moderno del conquistador, un poco a la manera de aquel Clive, empleado de la Mercantil East India Co., a quien se quiere presentar como émulo de Cortés en el Indostán. Conviene tener en cuenta estos paralelos para mejor juzgar la categoría de nuestro Hernando Cortés. Hecha la paz. ¿qué es lo que proyecta, <[ué es lo que hace? No necesitamos hacer conjeturas. Cortés no es uno de esos héroes inéditos que el juicio ajeno o la fantasía anónima visten de propósitos, casi siempre imaginarios. El héroe clásico que es Cortés, superaba en la guerra mientras era necesario guerrear, y en la paz construía; pero no por accidente de la hora, sino de acuerdo con planes de largo alcance y esos planes no se los inspiraban los leguleyos de su séquito; él también era leguleyo y escritor de calidad, según lo demuestran sus Carlas de Relación. Las Cartas de Relación de Cortés serían texto o-bligado de nuestros colegios y guía de nuestros gobernantes si no fuese porque lodo el rumbo de nuestro desarrollo ha sillo torcido por las influencias, extrañas y secretamente hostiles, que nos han dominado desde antes de la Independencia. Por las (.artas de Relación sabemos lo que Cortés pensaba; por la contemplación de nuestro territorio, por el examen del mapa primitivo de América, nos damos cuenta de lo que Cortés realizó. Donde quiera hay un olivar o un trigal; por donde pasan cascos de caballos o donde pacen ganados, por donde hay templos, palacios y torres, el nombre de Cortés hállase latente. Para cualquiera que contemple el diseño o la imagen del territorio magnífico que va de las Hibueras a California, el nombre de Cortés se aparece como un origen y símbolo de unidad nacional. racial, religiosa. Y por mucho que el olvido sistemático haya procurado borrar todas las huellas, dos puntos extremos del mapa americano llevan todavía el nombre del constructor: Puerto Cortés en Honduras, y el Golfo- de Cortés frente a Sonora y Baja California. Veamos el desarrollo de tan magnífica empresa, tan vasta por la extensión, pero más durable y fecunda en el tiempo (pie las conquistas de César o Alejandro; ya no digamos de Napoleón, ese sub héroe cuyo cuito tanto daño ha hecho al pensamiento político y militar de estas naciones latinas del Nuevo Mundo. Hecha la paz, lo primero que hizo Cortés fué reparar el daño de la ciudad, que era grande; el daño mismo abrevió el trabajo de la reconstrucción, dado que Cortés venía a cambiarlo lodo de raíz, con el derecho que da una cultura incomparablemente superior a la que se reemplaza. No habría que pensar en guardar ídolos o restaurar groseras tallas en piedra, trabajo minúsculo de arqueólogos y de antropólogos. Cuando se puede sustituir (Sigue en la Pág. 8) CORTESIA DE: anuel /Manís I revíño MONTERREY, N. L.