—Tengo un programa de actividades que deseo poner a vuestra consideración. Si lo aprueban. bien, si no. pues no. i Pronto! —gritamos . ¡Di pronto! No hay tiempo para desperdiciar. Sacó el papel y empezó a leerlo: "Una hora sera para bañarnos. Después cada uno de nosotros saldrá a distintos rumbos en busca de una aventura, y como no más yo conozco este lugar, traje buena cantidad de harina. Esta les servirá para marcar el camino por donde se alejen y asi podrán regresar al punto de partida sin ninguna dificultad. Traigo también una bolsa para cada uno de ustedes, bolsa que puede colgarse al hombro, una corneta para alarma en caso de extraviarse, y un palo que les servirá de apoyo y protección. Otra cosa, cada uno regresará cuando se sienta cansado y esperará a que vengan todos para tomar los alimentos. —¡Bravo! ¡Bravo! —gritamos—, Tienes buena iniciativa. —Ya termino, sólo me resta decirles que el que traiga el mejor tema en su expedición lo escribirá y será premiado a juicio de nuestros mayores. Jugamos poco; coleccionamos todo lo que nos pareció raro; y sin decir palabra cada uno se colgó su bolsa, tomó su corneta y su palo, y siguió el rumbo que quiso. Cuando ya me vi solo invoqué el nombre de Dios, como tenia por devoción; le di gracias por tanta felicidad y comencé mi raro viaje sin saber a dónde, pero sin olvidar poner señales en el camino, ya fijándome en la desigualdad del terreno, o en algún árbol de cierta clase, o en la forma y color de las piedras, y donde no había nada bueno para señales usaba la harina. Absorbió tanto mi atención la cuestión de poner señales, que cuando menos lo pensé me encontraba cerca de los limites de nuestra ciudad que luego reconocí por algunos de los edificios que me eran familiares. Me senti muy contrariado. Me dije tonto, y sintiendo haber perdido mi tiempo me volví muy de prisa porque ahora ya cono- 28 cía mí ruta. En mi carrera alboroté a una serpiente a la que quise darle con el palo, pero con tan mala puntería que sólo conseguí que se enojara y diera tras de mi con furia que me llenó de pánico creyendo que si era venenosa me mataría. Pero sólo me siguió corta distancia. Cuando me repuse del susto noté que había perdido mis señales encontrándome en paraje completamente nuevo. Lleno de estupor le pedí a Dios su ayuda y me detuve a observar, mientras llegaba a mis oídos un zumbido misterioso. Busqué con mucha atención y pronto descubrí una enorme cantidad de abejas de las que almacenan miel. En un grueso árbol añoso en cuyo tronco había una especie de cueva, era donde estaba el rico almacén del sabroso néctar. Ahora se me presentaban dos problemas. Uno consistía en cómo quitarle algo sin que me picaran las lindas abejitas, y el otro era cómo encontrar la ruta perdida. Me acordé de Jacob en Betel cuando huia de su hermano Esaú, y doblando mis rodillas hice también mi alianza con el Señor de que si me sacaba con felicidad de mi aventura le seria fiel todos los días que viviera. Me levanté lleno de esperanza en Dios. Busqué a los cuatro lados sin perder de vista la colmena. y gracias a Dios que sólo a veinte pasos estaba la brecha perdida, y como ya la harina me era inútil, en un corto espacio de suelo desnudo de vegetación vertí el blanco polvo en forma de cruz quedando como un monumento para orientar a los 'perdidos. Me volví al árbol añoso y ¡Oh. sorpresa! meti mi mano despacito en aquella ancha hoquedad y empecé a extraer de ella con sumo cuidado los depósitos cerrados de cera repletos de miel y los fui poniendo dentro de mi bolsa vacia. Ya casi la llenaba sin menoscabar mucho el rico tesoro cuando me dieron dos piquetes que me hicieron correr gritando, pero sin soltar la bolsa. Entonces tuve buen cuidado de no perder de vista las señales con ayuda de las cuales y el dolor de las picaduras llegué en pocos minutos. Cuando me vieron los muchachos, pues ya todos habían regresado y sólo yo faltaba, me rodearon porque estaba desfigurado por la hinchazón a causa de mi arrojo en robar la miel. Mientras comiamos le pregunté a mi hermano cómo le habia ido en su gira, a lo que me contestó: —Yo ni fui: me seguí bañando. Después me salí y me puse a practicar en mi flauta porque los muchachos quieren que les toque piezas nuevas. —¿Y cómo es que le veo con la bolsa y la corneta al hombro? —Bueno, pues para que creyeran que yo también fui. Aquello me pareció un fraude pero no quise que mis compañeros se dieran cuenta de esto y hasta traté de disculparlo porque no le hubiera pasado lo que a mi. Estábamos bastante cansados y con muy buen apetito y cada uno acercó a la cama sus provisiones y recostados comimos hasta saciarnos. Nos quedamos profundamente dormidos hasta que el sol se ponia. Era un bello atardecer. Parecían más bien los funerales de un rey en que toda la gama de colores crepusculares se unían para rendirle su postumo homenaje. De mi contemplación me sacaron la algarabia de mis compañeros que me andaban buscando. Cada uno fumaba y traía EL PROMOTOR DE una botella de cerveza en su mano izquierda. —Queremos Jugar a hombres —me dijeron—. Ven con nosotros. Me volví a la carpa disgustado y aturdido temiendo alguna calamidad y por poco me voy de espaldas al ver a la mayor parte de los muchachos bailando unos con otros al son de la flauta de mi hermano que la tocaba bastante bien. Otra vez invoqué el nombre de mi Dios rogándole su ayuda para hablar a mis queridos camaradas. Les pe-di que me escucharan y me concedieron sólo diez minutos que procuré emplear bien. —Oye, Ricardo—, dije, dirigiéndome al muchacho que nos habia leído el programa esa misma mañana—, quiero manifestar mi gratitud a ti y a tus padres por la buena voluntad en buscarnos esta recreación; pero creo que no es justo malograrla traspasando los limites de la decencia. Yo creo que nuestros padres no estarían de acuerdo en esto que estamos haciendo. Esto no estaba en el programa que nos leiste. ¿Verdad? Nadie contestó. Seguí aclarando el asunto; pero ya empezaban los efectos de la embriaguez y mejor preferí dejarlos solos. —Ven conmigo —dije a mi hermano. Y como vieron que estábamos decididos a volver a nuestro hogar, todos nos rodearon con cariño rogándonos que no los abandonáramos, que ya la cerveza se estaba acabando, que sólo una caja quedaba, así también los cigarros, y que además, no era malo beber ni fumar porque desde sus abuelos ellos ameniza- LAS TENTACIONES: ¿COMO PODEMOS VENCERLAS? (Viene de la página 15» vidas vencidas y fracasadas? No podemos ser perfectos, pero debemos esforzarnos por caminar en esa dirección. Dios nunca nos faltará cuando dependemos de él para recibir la fuerza que necesitamos. 5. Ocupémonos en hacer bien. Una de las maneras más efec- EDUCACION CRISTIANA ban asi sus cumpleaños y demás fiestas. —Mira que nos dejas sin música, me decían suplicantes. Pero como ya estaban muy fuera de si mismos, nosotros nos aprovechamos de esta circunstancia para emprender la fuga deseando lograr para tal fin la luz que quedaba del dia, que en aquellos lugares, en el mes de junio, dura hasta dos horas después de la puesta del sol. Mi hermano con tristeza y miedo me dijo: —¿Cómo podremos llegar a casa sin saber el camino? —A lo que yo contesté contándole cómo la mano de Dios me habia guiado a conocerlo en mi aventura de la mañana, y para que me creyera le iba mostrando las señales que habia puesto. Seguimos callados, pero casi corriendo, cuando oímos el ruido de un carro que venia en la misma dirección que nosotros. Instintivamente, sin explicarnos el porqué, nos ocultamos en un matorral y nos miramos mutuamente al reconocer el camión y al fiel trabajador de los ricos padres de Ricardo que cumplía su promesa de venir a pasar la noche con nosotros. “Menos mal,” dije para mi. "Este señor les puede ser muy útil." Cuando el carro pasó, reanudamos la marcha, y para alejar la tristeza que nos sobrecogia, le propuse a mi hermano que cantáramos aquel himno que dice: "La cruz sólo me guiará a mi hogar de paz y de eterno amor," pero él me dijo que no tenia deseos de cantar. Yo oraba en secreto con el corazón oprimido, cuando de re- tivas en que podemos vencer las tentaciones de la vida, es llenar nuestra vida de cosas buenas hast? que no quede lugar para el pecado y la maldad. La mejor manera de disipar las tinieblas, es prender la luz. Si nos ocupamos en la obra del Señor y empleamos suficiente tiempo en leer su Palabra, hablar con él y meditar acerca de su misericordia y bondad, almacenaremos dentro de nosotros recursos vivos que nos esforzarán en tiempos de tentación. pente descubrimos en el suelo la cruz que en horas anteriores habia yo formado con harina. Observé a mi hermano lleno de santa emoción como atribuyendo a un milagro la rara aparición de la cruz, y al mismo tiempo él me invitó a cantar el mismo himno que habia rehusado cantar momentos antes. La última luz del dia se habia ido, pero en su lugar surgió la luna en todo su esplendor ayudándonos a seguir nuestro camino. Comenzamos a repasar el Salmo 46 que teníamos para aprender de memoria en la iglesia, y antes de terminarlo una vez nos encontramos ya en la primera calle de nuestra ciudad. Muchas personas iban y venían, sin fijar la atención en nosotros, como si aquello que nos ocasionara tan dura prueba fuera cosa trivial para niños de nuestra edad. Al fin llegamos y con un nudo en la garganta, sin poder contener las lágrimas, nos arrojamos a los brazos de nuestra madre para descansar y en seguida, toda la familia junta, dimos gracias a Dios. Después de la cena le entregué a mi querida madre la miel que robé de la rica colmena, pues era tanta que a pesar de haber tomado todos mis compañeros, incluso yo. pude reservar para ella una buena parte. Como las vacaciones quedaron truncas perdí el derecho de concursar con mis compañeros de escuela; pero quise escribir esta pequeña experiencia que tal vez traerá alguna útil lección a los niños de nuestras iglesias. 6. Ganemos la victoria sobre cada tentación. Parecerá enigmático, sugerir que una manera de vencer las tentaciones es sencillamente vencerlas. Sin embargo, esto es correcto psicológica y espiritualmente. Ganamos la victoria sobre las tentaciones de la vida, de una manera progresiva. Ganar la victoria puede convertirse en hábito. Cada victoria ganada, ayuda a ganar otra. 29