La Abeja DE LA ENCICLOPEDIA DE ILUSTRACION Y CULTURA Libro en Preparación del Lie. Francisco Elguero. ABEJA. El rumoroso y dorado insecto, amigo de Virgilio y de Cervantes, símbolo del trabajo asiduo y fecundo y a quien la poesía sagrada ha comparado a una de las más amables vírgenes, a Cecilia la mártir, musa de la armonía cristiana, de quien dijo: “quasi apis argumentosa Domino deservisti", “fuiste diligente, como industriosa abeja, para servir, a Dios.” Amable insecto cuyo aguijón mismo ha servido para compararlo a la sátira más leve y alada, pero más útil quizá, al epigrama gracioso y justiciero, del que dijo admirablemente la musa española: A la abeja semejante. Para que cause placer, El epigrama ha de ser Pequeño, dulce y punzante. Martínez de la Rosa. El poeta de Mantua se deleita en las tranquilas Geórgicas, cantando la abeja y la colmena y el Falerno que endulza la miel de oro, y sus versos serán repetidos por los labios de los hombres que amen las letras y admiren uno de los encantos naturales que máS enseñan, regalan y enamoran: la sana y honesta poesiaí Cervantes, en la grandilocuente pintura de la Edad de Oro, dice: “En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles, formaban su república las discretas y solícitas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo.” En lengua alguna se ha elogiado mejor una virtud con que las abejas nos aleccionan: la liberalidad. Otros graciosos insectos cjnio las mariposas, las arañas y las hormigas, trabajan para si mismos; la abeja lo hace para el hombre timbién. Goethe le dedicó una de sus baladas áticas y graciosas, como podía haberlas imaginado el más refinado artista ateniense. ‘“Iba Minerva con paso ligero al banquete de los dioses, que ya la esperaban impacientes, y llevaba en la mano una copa murriña rebosante de la AMBROSIA, licor suyo que debía ofrecer a los inmortales convidados.” “Al pasar una risueña pradera, la prisa la hizo tropezar ligeramente y cayeron entre la hierba,.empapada de rocío, tres gotas del divino licor, que afanosos y diligentes, libaron tres in-sectillos que pasaban: la mariposa, la araña y la ABEJA”. “Desde entonces los tres aman el arte y lo cultivan." Pero el pueblo también debe ser escuchado en este concierto de dioses: El Capitán Stevens nos regala a'-gunos refranes viejísimos y aunque no conocemos ciertas palabras de ellos y tememos sean erratas, los insertamos como aparecen en su precioso diccionario: “Abeja y piedra que treveja y péndola tras oreja y porte en la Igreja, desea a sn hijo la vieja.” Por la traducción inglesa se ve que treveja es trabaja, aludiendo a la pie-dre de molino, e Igreja, Iglesia. El pueblo, que no se para en pelillos, quizó desfiguró Iglesia y trabaja para hacer los consonantes. “Cuando cuga la abeja, miel toma, y cuando el araña, poncoña.” (Cuga, es chupa). El pueblo y San Basilio coincidieron, porque este gran Padre de la Iglesia aconsejaba que en el estudio de los. clásicos paganos, se procediese como hacen las abejas al chupar las flores venenosas, que dejan la ponzoña y toman la miel. La musa moderna no podia olvidar el insecto que con ta mariposa y la cigarra, deleitaba la helena y la latina, y Augier dijo: Castas abejas, que en el flavo estío juntáis el polen de las tiernas violas, y libáis en las nítidas corolas el opalino y gélido rocío: decidme, os ruego, en qué breñal sombrío, en que plantel de rúbeas amapolas, en cuáles grutas, tétricas y solas tenéis oculto vuestro hogar natio. Decídmelo por Dios. Si no me es dado celebrar en idilios inmortales la piedad y el valer del gran Prelado, entraré eu los oscuros lauredales y en cestillo de mimbres aparado le he de juntar violetas y panales. Pero es preciso que en “ste articulo también hable la ciencia acerca de la amable bestiecilla, como decía Fray Luis de Granada. Un ilustre sabio alemán, Cbristiar Hermann Vossen, dice con todos los grandes naturalistas: “¡Sa bouche étroite est si vermeille! ¡Son visage a tant de fraicheurl ¡Helas! qui ne serait abeille Auprés d’une si belle fleurl Tienes los labios tan vivos, Tienes la cara tan fresca, Que el alma, viéndote rosa. Se quiere volver abeja. Rostand, en el himno al sol de Chantecler, que traducido publicamos en otro lugar de esta Enciclopedia (V. Rostand) no podia olvidar el glorioso insecto y le dedica algunas alusiones tan felices como fugaces. Víctor tingo en una sátira terrible e injusta contra Napoleón III, a quien llamaba el “Pequeño", se acuerda de las múltiples abejas del manto imperial de los Bonupartes, que también tachonan su blasón, y les dice que ellas, castas, laboriosas, humildes, liberales, abandonen el manto que cobijaba la lujuria, ta pereza, el orgullo y la codicia. Agreguemos al ramillete una flor de la patria. El Illmo. Sr. D. Arcadio Pagaza, actual Obispo de Veracruz, en unos soberbios versos de un RETO (certamen poético entre pastores) que dedicó al Illmo. Sr. Labastida, Arzobispo de México, se dirige a las abejas y les dice, en lenguaje que ellas, si hablaran, usarían: “Cuando uno ve los brillantes lepidópteros o las diligentes abejas, revoloteando en torno de una flor, se creerá sólo que buscan miel, sin sospechar los fines ulteriores que la Providencia con ello se propone. En muchas plantas el polen, necesario a