la fecundación es trasladado del estigma al pistilo (ya de una misma planta y de otra) por obra del insecto que lo agita o lleva por el aire. Si llegaran a faltar los zánganos, la planta del trébol desapareciera, porque sólo ellos, a causa de la longitud de la trompa, pueden servir para sacar el polen y transmitirlo. De suerte que hay plantas e insectos de tal modo relacionados, que no podrían las unas fructificar sin los otros. También aqui pertenece el hecho observado en varios insectos de los que chupan la miel de las flores, como las abejas, que si por la mañana comienzan a picar en una planta, no van en todo el día a plantas de otra especie. Quizá sea la causa inmediata de esto el que la fragancia de las primeras flores que liban, las penetra y embelesa, no dejándoles sentir el perfume de las otras. Mas cuán útil sea esto para la fructificación de los árboles no es difícil de ver. Porque yendo el insecto de flor en flor de la misma especie, deja caer en los pistilos polen útil y fecundante, mas si fuera a otras flores el polen sería estéril y desaprovechado. (El Cristianismo y las Impugnaciones de sus adversarios. Traducción castellana del Jesuíta Ábadal, págs. 322 y 323.) El Padre Melitón Cuento. —El Padre Melitón es un sabio! Esta era la yoz. que, esparcida por la ciudad de Madrid, cundió enseguida por las provincias de España. Y desde las humildes moradas del pueblo bajo, hasta las gradas del trono de S. M. católica Carlos III, se afirmaba, como articulo de fe, la insondable sabiduría del modesto fraile carmelita del Convento de la Calle de Alcalá. El Padre Melitón era°un mozo, alto como. un templete, fornido y de tez morena como un inoro, y de ojos de mirada dormida, en contraste con su imaginación que, al decir de las gentes, siempre estaba despierta. La fama del monje carmelita diariamente llevaba al convento a infinidad de necesitados de sabios consejos. Y era de verse con qué mirar de penetración escuchaba el fraile las cuitas de sus semejantes, y, siguiendo la máxima que dice que “de sabios es el callar," el Padre Melitón contestaba siempre con monosílabos, y en una vez muy tenue, casi imperceptible, como si sus palabras se desprendieran con trabajo del oculto manantial de su ciencia. Pero el Padre Melitón era un sabio. Por concesión del general de la orden, estaba el Padre Melitón exento del rigor de la regla, y para él no rezaban ni los continuos ayunos, ni la eterna abstinencia de carne, obligatoria para todos los demás religiosos; y podia distraer su espiritu con frecuentes paseos, y hasta paladear generosos vinos en recompensa de los amargos tragos que daban a su ánimo aquellos papelotes antiguos y viejos pergaminos, entre los. cuales se pasaba las horas enteras el sabio religioso. Y como también las rarezas son patrimonio de los sabios, y la modestia, atributo del religioso, el Padre Melitón había alcanzado consentimiento de los superiores para que el fruto de sus trabajos y desvelos, recopilados en grandes tomos empastados, no fuera de nadie conocido durante la vida de su autor. Y el Padre Melitón pasaba muchas horas del dia y muchos dias del año encerrado en su cómoda celda, trasmitiendo al papel el torrente de su saber inagotable, que la posteridad había de saborear cuando él pagara su tributo a la madre tierra, que tampoco en aquella época se detenia ante la ciencia. ■ Y llegó el dia en que el cielo llamó a su seno al Padre Mélitón, noticia que. esparcida con toda velocidad por toda la corte de España, sacudió de pesar a todos sus vecinos. Y pobres y ricos, y grandes y humildes, y sabios e ignorantes, pasaron, en silenciosa procesión, ante el cadáver de! sabio, expuesto a la admiración del pueblo en los atrios del templo. Con pregón se anunció el lugar. „ dia y hora en que comenzaría, en la iglesia de los frailes carmelitas, la pública lectura de las obras comp tas, escritas por el Padre Melitón, y que formaban veinte volúmenes de .dimensiones enormes. Ante numerosa concurrencia pues, se procedió a dar lectura de las obras del Padre Melitón, no sin antes de dicar a su memoria sentido discurso ensalzando no sólo su saber, sino también la modestia del humilde fraile que, para huir del pecado de la vanidad, no quiso que su trabajo fuera conocido sino hasta después de su muerte. Comenzó el lectoral de la comunidad la lectura del primer volumen, y enmedio del más completo y respetuoso silencio del auditorio, leyó: “Obras completas del muy reverendo fraile M'elitón. de la Mádre de Dios, de la orden de los Carmelitas des calzos; formadas de veinte volúmenes, hechos por propia mano del Padre Melitón, por la gracia y misericordia de Dios. Libro Primero; capítulo primero y único: DE LA FACILIDAD CON QUE SE ENGAÑA A LOS HOMBRES." Y el lector cuidadosamente cambió la hoja, y después otra, y otra, y un sudor frío de muerte, invadió todo su cuerpo, y sus labios se cerraron, y sus ojos se abrieron mucho, y el libro cayó de sus manos. Aquél tomo y los diecinueve restantes estaban completamente en blanco; pero en aquellos folios albos dejaba el Padre Melitón escrita una verdadera obra de filosofia. De la facilidad con que se engaña a los hombres! Pedro A. Serrano.