¡Que aniquilamientos tan efectivos! XXX El tema de todos los artículos norte-americanos es zl de la preparación bélica anunciada por Wilson en el -último mensaje presidencial. Todos se sienten épicos y apoyan al Presidente en su afán de convertir a Estados Unidos én una Esparta. Pero lo que no podemos explicarnos es cómo un país que no ha logrado nunca reclutar arriba de setenta mil hombres, a pesar de que ha intentado elevar la cifra de su Ejército hasta noventa mil, va a poder reunir medio millón de soldados bajo sus banderas. En los lugares más visibles de todas las poblaciones hay anuncios—4an vistosos como si fueran de la Emulsión de Scott—en los cuales se pondera la excelsitud de la vida militar, y se invita a todos los americanos a entrar al Ejército. Y no obstante el anuncio y el buen sueldo, y la magnífica alimentación y la elegancia de los cuarteles,_nadie, absolu- tamente nadie quiere ser soldado. Todos prefieren ser cualquiera cosa menos vestir el uniforme. Y como el nuevo Ejército tiene que hacerse sobre la base del servició voluntario ¿cómo se va a lograr esa cantidad fa bulosa de hombres? El día en que se aprueben las proposiciones bélicas de Mr. Wilson, y se inicie el reclutamiento, comprenderá el funcionario de la Casa Blanca que no es lo mismo concebirse en un momento de romanticismo, como un César victorioso que pone sus legiones a los pies de su amada, que organizar sesudamente la defensa militar de un país. XXX Y a propósito de romanticismo, Wilson se casó el 18 del actual. Una reunión de damas fué invitada a felicitarlo y rechazó tan extravagante proposición. Un periódico americano censura acremente a las damas por haber expresado que el segundo matrimonio de Wilson, estando ton próxima la defunción de su primera esposa, constituía un acto muy poco serio y menos, digno en un personaje que debiera servir de ejemplo a la Nación. Las damas estuvieron dentro de su papel; y si alguien tuvo culpa fué la que propuso tan absurda felicitación. No lo mira así el diario yanki, porque este país no es la tierra de la Lógica sino de la Libertad—- para hacer injusticias. Regalos de Noche Buena Para los héroes (?) que han libertado a nuestro pueblo, por bien de Dios, la mar de obsequios ha destinado en este invierno “don” SANTA CLOSS. Y, pues no es cosa que tal portento__ quede ignorado,—que entraña honor— hoy con profundo detenimiento te hago un relato, caro lector. Al señor barbas de chivo, ex-comodín del Senado, “primer Jefe” y “encargado del Poder Ejecutivo”, con un recado efusivo y cariñoso a la par, qui«io Santa Glaus mandar un poco de patriotismo y otro poco de heroísmo. ¡Qué modo de derrochar! También recibió el barbón, de la misma procedencia, una dosis de conciencia —¡El Santo estuvo guasón!— Y por triste conclusión que cualquiera palpa y siente, Venus recibió igualmente un estuche preparado para que limpie el calzado de don Woodrow el Presidente- XXX Don Alvarito Obregón recibió—¡ya es otra cosa!— un CORSET color de rosa con moñitos de listón; un pomito de azarcón, un perfumador “Suspiro,” un VALS obligado a “güiro,” un “rial” de polvos de arroz y un---revólver treinta y dos para que se pegue un tiro. ) Dn. Hériberto Barrón, el lacayo del reyismo, el que atesora un cinismo más grande que el del barbón, en bien de su progresión obtuvo algo que revela que del bien es centinela Para Revista Mexicana aclamado por la fama: un tratado que se llama “el despojo a la alta escuela.” - XXX Y así sucesivamente, la distribución fue hermosa y fiel, mas como no es cosa de escribir eternamente, el cronista, reverente, da fin a la relación, deplorando que el barbón, el regalador audaz, - no le haya traído paz a nuestra triste nación. QUASIMODO. SANTA CLAUS Santa Claus! Santa Claus! ya los pinares ofrendan su ramaje solitario, que enciende un misterioso lampadario, en el rincón feliz de los hogares. i Los perfumes del valle, a los altares, el árbol llevará, como incensario; y la carga del dócil droniedario, ahuyentará los cándidos pesares. La noche pasará en la lenta esfera; y en donde ansiadamente se te espera, asomará, por fin, la tarda aurora. Mas eres ¡ay! buen viejo, despiadado! Porque a mi hogar ausente y desolado, no llegarás, oh. Santa Claus I ahora. MARIANO VIESCA ARIZPE.