tomado el trabajo de averiguar si él íué o no fiel a las ideap revolucionarias. —Tiene Ud. inconveniente en darme sn ofániée acerca de las tendencias o fines de la revolución de 1910, preguntamos ?, —Ninguno, aunque lo haré muy sus-cintamente, porque el asunto seria motivo de un libro y no de una simple conversación. — Voy a dar a usted mi opinión, dijo el doctor, recalcando la frase, (jorque hay i arias, y cada quien la entiende a su modo o como más le conviene. Aunque parezca una simpleza, diré a usted que la revolución, a mi juicio, tuvo y tiene como objeto fundamental. satisfacer las causas que le dieron origen, y estas son varias y de distinta naturaleza. Voy a explicarme. Usted, como todo el* mundo, sabe perfectamente que durante muchos años, el pueblo mexicano ha vivido bajo el yugo de gobiernos dictatoriales, despóticos y tiránicos, que han reducido a cero toda acción imputar en nuestro país, y, por lo mismo, no han permitido la formación y acción de la opinión pública, factor importantísimo de orientaciones en tollos los países que no están compuestos de esclavos. Esto dio lugar a la formación de dos grupos: uno privilegiado. el más reducido, y otro oprimido. el formado, cuando menos, por quince de los dieciseis millones de hall: tantes con que cuenta nuestro país. En México, todos debíamos ser iguales ante la ley: pero, ¡qué dife-rentia en la realidad! Para el grupo privilegiado todas eran ventajas, y en su favor se burlaba frecuentemente la ley; mientras que, para la inmensa mayoría, no había más ley que la voluntad, la conveniencia o el capricho del cacique y del mandatario. La injusticia era crónica e irremediable: la critica o la simple advertencia al gobierno, es consideraba como un delito, y nadie se atrevía a aparecer como delincuente, porque ya sabia lo que le esperaba. Pues bien, siempre he creído y sigo creyendo que una de las tendencias o fines de la revolución es hacer desaparecer es'* estado anómalo qre mantiene a los pueblos en un equilibrio inestable pronto a romperse en cualquier momento y a) más ligero pretexto: la revolución tiende a reconquistar el libre ejercicio de los derechos politicos y civiles del pueblo mexicano: es decir. a conquistar y hacer efectiva la verdadera libertad dentro de la lev. Tiende, por consistiente, a Ixirrar, ante la ley. las diferencias tan hondas que han existido en nuestras cla ses sociales, y por lo mismo, a unificar la gran lamilla mexicana, para formar un pueblo libre, unido, prós-]tero y fuerte: unido en el amor a le Patria, a la libertad, a la paz. al trabajo, y unido también en el respeto y amor a nuestras instituciones; pero no tiende a unificar al pueblo en sus opiniones políticas; porque un pais en donde no hay más que una opinión en asuntos de orden político, es un |>ais de esclavos. La libertad tiene. como característica dominante, fl ser ruidosa en sus manifestaciones, a veces vehementes y apasionadas: pelo siempre útiles y necesarias. Claro es que a nuestros gobernantes no les ha gustado la libertad, porqin. más que la opinión pública, que refrena los abusos del poder, les ha convenido la sumisión aduladora que lodo lo acepta, pero que también todo lo corrompe. Nuestros gobernantes han preferido, por ser más fácil, gobernar por medio de úkases dictatoriales que el favorito incondicional aplaude; y no con la opinión pública, libremente manifestada, que razona y objeta, y muy a menudo, derrota y aun nulifica. Desde 1910 a la fecha tengo la intima convicción de que la revolución, interpretando fielmente el sentir del pueblo mexicano, no quiere más dictaduras, y muclio menos, dictaduras militares, de las que tiene triste .y dolorosa experiencia. No quiere más la mano de hierro del dictador, sino la mano de hierro de la ley. que no puede ni debe tener pasiones, que es desapasionada en su majestad e igual para todos. Sólo así puede imperar la justicia en nuestro p: is. —Y bien,—insistimos nosotros,— cree usted entonces que no haya necesidad de reformar nuestras leyes? —Claro que si:—respondió el doctor,—hay necesidad de ciertas refor-, mas, porque, de otro modo, la revolución habría sido estéril. Unas fundamentales. y otras, de simple detalle. las reformas se imponen, pero con tira condición que considero esenc al: que se inspiren en un espíritu de libertad y justicia y tiendan al bienestar de todos los mexicanos y noxa favorecer a un grupo determinado. ¿Cree usted que el pueblo mexicano esté preparado para hacer btien uso de sus derechos politicos.- —Aunque nuestro pueblo tuvo un paréntesis de muchos años en su educación política, hay que ofrecerle todas las oportunidades para que la reanude y haga progresos. Es obra del tiempo, pero es necesario comenzar desde luego, para poner fin a las re voluciones en México. Mas esta educación, para ser práctica y útil, reqniere la libertad como condición necesaria, supuesto que las dictaduras, civiles o militares, no constituyen el medio más adecuado para que viva y fructifique la democracia. Dictadura y Democracia son cosas imeompati-bles. como la enfermedad y la salud al mismo tiempo en un organismo; la una mata al espíritu popular, mientras que la otra lo vivifica y entona. Siempre he creído, por lo demás, que quienes tu nca han estado preparado» para las prácticas democráticas, har. sido nuestros gobiernos que, por conveniencias o ambiciones mezquinas, lian refrenado y matado de todos modos el espíritu democrático de nuestro pueblo, en vez de alentarlo. Otro de los 'fines importantísimos de la revolución es resolver el problema agrario de nuestro país. Tan importante es este propósito de la revolución, que algunos lo consideran el único fundamental que persigue. Por mi parte, siempre lo he considerado, de importancia trascendental; y si no lo menciono en primer lugar, es porque creo que, para desarrollarlo, > sobre todo, para conservar su conquista, es absolutamente indispensable que el pueblo disfrute ampliamente de sus libertades políticas. Considero la libertad como el arma mas poderosa para conservar y hacer efectivos los derechos del ciudadano. Sin libertad no hay justicia: ésta la otorgan siempre los dictadores como una gracia especial o como un favor; y cuando el dictador amanece de mai humor, hace lo que mejor le parece. La estabilidal de un principio como el que envuelve el problema agrario, no debe estar a merced de los caprichos de un dictador, porque, andando el tiempo, se perdería lo ganado. Algunas personas creen que en México no existe el problema agrario. Así han opinado nuestros gobernantes; fiero creo que han padecido un error muy lamentable, pues el problema agrario es mundial y no mexicano exclusivamente: lo que sucede es que en algunos países está resuelto hace mucho tiempo y en otros, está en pleno desarrollo. Sólo México va un siglo atrás en este sentido. La solución del problema agrario es fundamental e indispensable para realizar nuestro progreso no sólo económico, sino social, educativo y moral. Pero para mí, la cuestión de las tierras como se dice, no se-reduce a resolver el problema de los ejidos de los pueblos: esto, aunque también necesario, es. hasta cierto punto, insignificante si se le compara