El HcgaX en la iglesia 1O ¿e. mayo cL. 1Q5Q- DE DIA DE EAS TMA.DRES Gloria Enciso, Montevideo, Uruguay V £.a iglesia en el iXogat Hugo Rui* Rocca, Cali, Colombia En la ética cristiana el hogar y la iglesia se consideran como instituciones subordinadas entre si. No en el sentido lato de que están sujetas una a otra, sino de que se complementan, porque dependen la una de la otra en ciertas formas. Lo cual justamente puede verificarse observando fijamente el carácter de las dos y la indisoluble afinidad de sus funciones generales. El hogar no es una entidad cualquiera, ni común, ni ordinaria. Su origen es deflnldamente divino. Se puede recordar la manera como fue constituido. La propia observación de Dios cuando hubo criado cada cosa fue que "era bueno". Una calificación absoluta que podría referirse a las cosas mismas o al acto de haberlas criado. Lo único que mereció un concepto diferente fue la soledad del hombre. Textualmente las palabras que manifestaron esta divina apreciación fueron: "No es bueno que el hombre esté solo". Por tanto, Dios hizo a la mujer, y juntándola al varón instituyó la primera familia. No cabe duda que aquella unión fue por indiscutible decisión, de entre lo bueno, la mejor solución. A menudo yo me he preguntado por qué el Creador obró asi, y siempre he llegado a la misma conclusión: que el hombre era la corona de la Creación, pero el hogar seria el fundamento de su actividad e historia; lo cual seguramente era un designio y propósito más importante, a la vez que éticamente necesario. Necesario, aunque se diga que no era imprescindible, lo cual es un común y sofistico argumento para la empedernida soltería. Por ejemplo, leí con mucho interés lo que una joven divorciada le decía a un agente policial: "Yo nací en un hospital, fui educada en un colegio, galanteada en un automóvil y casada en una iglesia. Invierto mis mañanas en un campo de golf, las tardes jugando al poker y las noches viendo el cine. Cuando muera seré sepultada en una tumba. Por tanto, todo cuanto necesito es un garaje. ¿Para qué quiero un hogar?" Sin embargo, el hogar es necesario, pues es el fundamento de la sociedad; de tal manera, que la naturaleza de la sociedad se deriva del carácter del hogar. El ambiente del hogar afecta al In-(Pasa a la página 10) "Levantáronse sus hijos, y llamáronla bienaventurada" (Prov. 31:28). Al ponerme a meditar sobre este tema tan sublime y santo para cada uno de nosotros, evoco una canción. Desde mi niñez fue haciendo huellas profundas el ver a mi madre y a todas las madres sin distinción, lo abnegadas que son, el sacrificio que hacen por dar el crecimiento, el desarrollo y el aprendizaje a sus hijos. Veréis aqui unas líneas de la canción que me llevó a una profunda comprensión de lo que es el amor de madre: "Madre, madre, madre del alma, Madre que rindes amor sin par, Madre a quien debo la vida mia, Deuda que nunca podré cancelar. Sin ti la vida no tiene norte. Sin ti el alma no tiene altar. Y a esto podría agregar ese pasaje de las Escrituras muy conocido por todos, escrito por el rey Lemuel, con el cual rindió tributo a su madre por las enseñanzas Impartidas y sus cualidades: Prov. 31:10-31. Estos versículos están como un fanal rutilante, para guiar e inspirar a las madres, lo mismo que a las esposas de hoy día. Necesitamos mucho en nuestro medio de madres como tantas que tenemos en la Biblia que nos sirven de inspiración, y que marcarían en la vida de la Iglesia un adelanto en la viña del Señor. Tenemos un buen ejemplo en Ana, una madre que se dedicaba a la oración, que pidió un hijo a Dios e hizo una promesa y la cumplió. (1 Sam. 2:-ll). Un adagio conocido se expresa de este modo: “De tal madre tal hija", y se puede decir esto mismo asi: "De tal madre, tal es el hijo". Siendo Jo-chabed mujer de fe, valor y obras, perpetuó en su hijo Moisés las mismas características. Loldá y Eunice Instruyeron a Timoteo en la Palabra de Dios. ¡Qué bueno seria que las abuelas sintieran que enseñar la Palabra de Dios a sus nietecitos es un privilegio y es su deber! Elisabet con humildad y fe expresó: "¿Y de dónde esto a mi, que la madre de mi Señor venga a mí?", y esta misma humildad heredó su hijo Juan el Bautista. Las madres que optan por ser cada día más ideales serán unas bue nas amas de casa, y el desarrollo espiritual e intelectual del niño, el enriquecimiento de su personalidad, es de más valor que los meros objetos, o que hacerse un dios de la limpieza y el a ¿en. Con esto no quiero decir que el ama de casa debe abandonar y descuidar su hogar, sino que será pulcra y perspicaz para todas las cosas; ella deberá cultivar el dominio propio y la serenidad. En cierta ocasión un filósofo griego expresó su sentimiento asi: "El mejor modo de gobernar a los niños es gobernarnos a nosotros mismos al propio tiempo; no amonestán- dolos, sino poniendo en práctica nuestros propios principios”. Ahora llegamos a una parte más seria, y es que la madre conjuntamente con el padre deben Inculcar en sus hijos un verdadero espíritu religioso. ¡Cuántas veces olmos decir a los padres: "esto es deber tuyo”, o "yo no tengo que ver con la religión"! Y esta actitud se debe solamente a que ellos mismos no tienen convicciones, ni poseen nada vital para darles a sus hijos; ellos podrían llevarlos al templo, aprovechar las oportunidades para hablarles de Dios en la naturaleza, en la belleza de las flores, en los animales, etc.; el padre podría ser el maestro que enseña a sus hijos las reglas de la vida para que éstos le tomen confianza y acepten sus consejos; para que los niños puedan comprender por medio de sus padres los principios de Integridad y responsabilidad en las relaciones sociales y comerciales; para que ellos puedan seguir la ética cristiana. No nos olvidemos que el niño, esa pequeña joya, es un hombre en evolución, y que no hay otra cosa más valiosa que él mismo; recordemos que Jesús dijo que el hombre vale más que todo el mundo material; que no hay nada en el mundo que pague la vida de un ser humano. Por tanto el hogar es el lugar más propicio para que sea un “santuario" donde la existencia de Dios sea enseñada e Invocado su Santo Nombre; para que sea un altar donde los pequeños aprendan a amar a Dios y ayudar al prójimo, donde se vean evidencias concretas no sólo de consejos y exhortaciones, sino Jel ejemplo de los padres, en bondad, amor y pureza. El apóstol Pablo, sin duda estaba pensando en un hogar dulce, feliz, en donde Imperaba la cortesía, cuando dijo en su Carta a los Romanos: "Amándoos los unos a los otros con caridad fraternal; previniéndoos con honra los unos a los otros" (Rom. 12:10). Las madres son vestales encargadas de mantener el fuego sacro en el hogar, a veces con muchos sacrificios; otras veces deben vivir para otros, deben servir y sacrificarse, trabajar Incansablemente por ellos, y hasta han dado su salud por darnos un dulce hogar. Se han privado de sus propios alimentos por darlos a sus hijos, han pasado horas y horas enteras que no saben lo que es cerrar sus ojas para un breve descanso; están velando sin cesar en la cama del enfermo, y al otro día las vemos alegres, diáfanas, sin huellas que marquen en sus rostros una desconformidad. Cuántas veces llegamos al hogar cansados, desilusionados y tristes, y con un sencillo saludo cariñoso de ella, nos levanta el espíritu, y por sus tiernas miradas sentimos que nos comprende. ¡Es tan añorado el hogar por aquellos que vivimos lejos de él! ¡Qué placer nos da estar en comunión, sentarnos todos juntos rodeando la mesa y sentir la dulce voz de nuestros seres queridos! El hogar es un refugio del mundo exterior, es un puerto seguro para zarpar, es un santuario donde reina la paz; podríamos decir que es un pedaclto de cielo por el cariño mutuo e Invariable, la sinceridad, la consideración mutua, simpatía, rectitud, trabajo, bondad, ■ energía, justicia y moral que hay en él; no hay otro sitio más sublime que el dulce hogar. Por eso tenemos una fecha fija en nuestros calendarlos en que nos unimos todos para ensalzar el “amor ma- EL PROMOTOR DE EDUCACION CRISTIANA 5