¿Qué Dice Dios? Por DOROTEA SAMUEL Ya se estaba acalorando mucho la discusión de la familia en cuanto a cómo pasarían el Afio Nuevo. Los más pequeños querían invitar a loe primitos y a sus tíos para tener una fiesta. Loe niños mas grande* querían que todos fuesen en auto a la ciudad para comer en un restaurante. La mamá y el papá querían antes que todo que el día fuese un buen comienzo para el año venidero, lo cual no sería posible si algunos no quedaban contentos. "81 ya hemos hecho nuestras sugestiones y dado nuestras razones”, sugirió el papá quietamente, “veamos lo que dice Dios en cuanto a este asunto.” Terminaron abruptamente los argumentos. Aparecieron sonrisas medio afectadas en los rostros de los niños. Ricardo, el hijo mayor, dijo sonriendo: Por supuesto yo no lo pasaría muy bien si hiciésemos lo que yo quiero y no lo que debíamos hacer." Con las manos entrelazadas, los ojos cerrados y las cabezas bajas pasaron varios minutos en silencio profundo. Ya se sentía amor en el ambiente, y cuando uno empezó a cantar: “El Mundo es de mi Dios", los demás siguieron su ejemplo. "¿Saben lo que me dijo Dios a mí?" preguntó el menor. “Dios me dijo que debemos comenzar el afio nuevo ayudando a otros. ¿Por qué no nos quedamos en casa sin visitas y comemos pan tostado y leche o algo por el estüo? Así podríamos enviar a Corea el dinero que gastaríamos." “Si", continuó Ricardo, “podríamos verificar un verdadero día de familia." “¿Por qué no tenemos una merienda en el sótano en la «ala de Juegoa", sugirió la mama. "Sería muy sencillo y no coate-ría mucho.” El pppá sonrió y luego dijo: A mí me parece muy buena idea, ¿no les parece a ustedes también?" Estas cosas suceden en vercted. suce-den en hogares donde los miembros de la famiUa están íntima y personalmente conscientes de que en Dios “vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser." Sucede en hogares donde la oración no es etio arrodillarse y repetir palabras aprendidas de memoria: ni es un tiempo para decirle a Dios sólo lo que debe hacer para la familia. Ninguna de estas cosas es fácil de llevar a cabo. Sin embargo, hay ciertas guíes que tenemos que seguir que nos ayudarán a obtener un compafierismo tan íntimo con Dios como el que hemos mencionado. Debe haber una disciplina metódica, tal como en un almácigo, se planta y se alimente la habUidad de allegamos a Dios. El culto familiar, si lo buscamos con regularidad, será como un almácigo, pero no todos los almácigos producen fruta ni florecen completamente. El hogar debe estar tan lleno del calor de Dios siempre presente como el calor del sol que satura el aire. No hay acción, ni pensamiento, ni problema en el que Dios no participe con nosotros. Sin embargo, por nuestra parte, muchas veces dejamos de compartir con Dios nuestros problemas. Aun los padres que conviven con nosotros frecuentemente dejan de mostrar en su conversación y en sus acciones exteriores que están conscientes de que Dios está a su lado. Si podemos olvidar las fórmulas que hemos aprendido con el nombre de oración, las palabras altisonantes y actitudes determinadas del cuerpo hablamos confiadamente al Señor y en cuanto a él tal como si lo hiciésemos a un padre terrenal, esteremos en camino al clima caluroso de la oración. En ocasiones de gozo nuestra gratitud a Dios debe emanar ten espontáneamente como lo hacemos con los humanos que nos obsequian algo. No expresaremos siempre nuestra gratitud con los ojos cerrados y con las manos en señal de oración. Dios oye sea lo que sea lo que hagamos. Tal como expresamos ampliamente nuestras palabras de gratitud y admiración si nues- 11 EL HOGAR CRISTIANO