"Confiésate con este caballero; tu última hora ha sonado!" Aterrado el viejo bribón se puso a gritar. “Socorro 1" con tal fuerza que tuvimos que ponerle una mordaza para que no despertara al vecindario. Entonces se revolcó por el suelo, tirando patadas y retorciéndose, derribando muebles y rompiendo cacharros. Al cabo de algunos momentos Soriol, perdiendo la paciencia, gritó: "Acabemos!” Y apuntando al miserable, echado por tierra, apretó el gatillo de su pistola, el que cayó con un ruído/sfeco. Arrastrado por el ejemplo tiré a mi vez: mi fusil, era de eslabón, hizo brotar una chispa que me sorprendió. Entonces Potvin pronunció con solemnidad esfas palabras: “¿Tenemos el derecho de matar a este hombr.c?" Soriol, estupefacto, contestó: “¡Desde el momento que le hemos condenado a muerte!” Pero Potvin replicó: “No se fusilan los civiles; este debe ser entregado al verdugo, conduzcámoslo a la Comisaria de Policía:” El argumento nos pareció concluyente. Levanté al hombre, y como no podía caminar, le coloqué sobre una tabla de dibujo, sólidamente amarrado, y me lo llevé con la ayuda de Potvin, mientras que Soriol, armado hasta los dientes cerraba ia marcha. Enfrente de la guardia el centinela nos detu'. o. El comisario llamado nos reconoció, y Como cada día era testigo de nuestros bromas, de nuestras excentricidades, de nuestros inventos increíbles, se rio y rehusó nuestro prisionero. Soriol insistió: entonces el centinela nos ordenó con severidad volviéramos a nuestra casa sin promover escándalo. Nuestra tropa se puso en marcha y volvió a la sala de estudio. „' Pregunté: “¿Qué hacemos del preso?” Potvin, enternecido, aseguró que el pobre I ombre debía estar muy cansado: en realidad parecía agonizante, así ligado, amordazado, amarrado sobre la tabla. Me agobió también a mi vez, una lástima inmensa de borracho, y quitándole la mordaza le pregunté: “¿Y cómo te va, mi pobre viejo?” Gimió: “Basta, por lá Virgen!” Eqtonces Soriol se volvió paterna’; le soltó de todas las ligaduras, le hizo sentar, le tuteó, y para reponerlo, nos pusimos inmediatamente a preparar un nuevo ponche. El ladrón sosegado en su sillón, nos miraba. Cuando el liquido estuvo a punto, le alargamos una copa y bebimos a su salud. El preso bebió tanto como un regimiento pero como empezaba a amanecer, se levantó y con un aire . tuy formal dijo: “Me veo en la precisión de dejaros, porque tengo que volver a casa." Nos quedamos muy afligidos; quisimos detenerlo un poco más, pero se excusó con cortesía. Entonces nos apretamos las manos y Soriol !o alumbró con la vela hasta el zaguán, gritando al último: "¡cuidado con el paso de la puerta!” III Nos reíamos a carcajadas al rededor del autor del cuento. Se levantó, encendió su cachimba v añadió plantándose enfrente de todos nosotros: “Y lo mejor de todo es que mi historia es la pura verdad!" GUY DE MAUPASSANT. •m- # Ñifla María del Carmen Guardiola, hija póstuma del Gral. Gustavo Guardiola Aguirre, asesinado en Torreón por las hordas villistas.