ANITA PAGE es MAS Por GABRIEL NAVARRO Redact or Cinematográfico de lot Periódicos LOZANO _____ UE EN Coronado, la playa /____de veraneo que remata ea- l ta moderna “Riviere” de ■1 California, donde víraos ff" por primera vez en perso- na, a la hija de don Antonio Pomares, convertida por obra y gracia de la cinematografía, en una celebridad casi continental. Por alguna circunstancia, estábamos en el recibidor del Hotel del Coronado, conversan do con un actor de la pantalla, cuando oímos la voz cristalina de la muchacha, que llegaba empujando la puerta con no poco estrépito, mezclando al ruido general el tintineo de sus carcajadas argentinas. Sin que preguntásemos a nuestro interlocutor, sabíamos ya quién era la re-’ cién llegada, pero él consideró oportuno ilustrarnos. —Es Anita Page — dijo quietamente. Era, en efecto, Anita Page, en cuyo espíritu retoza aún, resistiendo los efectos del tiempo y el ambiente, la inquietud y 1& gracia españolas. Ni sus cabellos, que son uu yelmo de oro puro, sobre el q':e se quiebran los rayos de la luz; ni sus o-joe de un azul purísimo como el de un estanque profundo; ni su tez blanca mate, traicionan su origen hispánico. Y en .costumbres, en manera de sentir, y en „ -muchos otros detalles, cuando se la ha '■ tratado de cerca, se advierte la presen-cia de la sangre hispana en sus venas. En ese tiempo, Anita empezaba prácli-v": camente su carrera. La película parlan- te estaba ya a vuelta de esquina, pero solamente los hermanos Warner habían intentado con ella la aventura de la que, a la postre, resultaron triunfantes. Hasta creemos que era la segunda cinta la que estaba impresionando con su figura do-; rada, aquella que la llevó a Coronado, en • “location”, pues el argumento era uno de c. marinos aviadores. Antes había aparecido en la pantalla, provocando una sensación, frente a William Haines en “Te Hing the World” una novela periodística llevada a la hoja de plata con algún éxi-to, en las postrimerías del Cine silencioso. Anita Page pasó frente a nosotros dejando una estela perfumada, y se dirigió, acompañada por dos amiguitas, a la escalera que llevaba a sus habitaciones. XXX Desde entonces no habíamos vuelto a verla hasta hace unos cuantos días en el café de la Metro, que hierve de humanidad a las doce del día, y de cuyas mesas se levantan, extrañamente confundidos con los vapores que despiden las viandas, loe más descabellados rumores, las versiones más escandalosas, los “chismes” que luego distancian a los amigos y crean _ animadversiones. Frente a nosotros, envuelta en un tra-je azul celeste, que hace juego con el de sus ojos y un contraste favorable con el rubio brillante de sus cabellos, Anita Page revisa el “menú”, mencionando los platillos por su nombre, en voz alta, a medida que va pasando su vista sobre la cartulina. Sus largas pestañas endurecidas con el “mascare”, parecen abanicar la turquesa de sus ojos, de la misma manera que las palmas rizan suavemente las a-guas del Nilo. Tiene la naricilla respingona, detalle que da a su rostro un aire picaresco, y los labios carnosos completan el conjunto de una cara extraordinariamente bonita. Pienso, mientras ella se decide por un platillo cualquiera, que la cámara no hace justicia a Anita Page. Nos la presenta como una mujer bella y atrayente, pero ambas cualidades son disminuidas por la crueld id del lente. En persona es una La Cámara no Copia Fielmente las Exquisitas Líneas de esta Actriz Americana con Sangre Española rV , "C .<1 - V -A,-, : .Xyy".■"?Vírf - ' " C V--4- : —¿El Amor?.... ¡Es suMime?;...—respondió Anita Page cuando nuestro Redactor le interrogó sobre este obligado tema. Pero cuando se le pidió su opinión sobre el matrimonio, la actriz se tornó graciosamente grave para responder: —Eso es otra cosa. sinfonía plástica, y hablando ya con ella, sus líneas adquieren un prestigio nuevo, contrastando con las expresiones inocentes que salen de sus labios pintados do un rojo subido, que le va muy bien. Tiene el pelo en un desorden encantador, y ambos lados, bajo sus orejas cuya orilla rosada apenas se ve, penden unos largos zarcillos españoles. Ha encontrado, por fin, lo que buscaba. Un platillo simple, sano pero insípido. Levanta las pestañas nuevamente—; esta vez yendo con ellas a hacer sombra a la parte baja de su frente. Sonríe, y su sonrisa es la de una chiquilla, descubriendo sus dientes anchos y blanquísimos, y revelando dos hoyuelos en sus mejillas maquilladas. ¡ESPAÑA! Cuando está frente a nosotros ya ¡a sopa, humeante, ella hace comentarios ca suales, sobre las películas, sobre la salud, sobre el sol de California, sobre España.. —Me encanta España a través de l»s fotografias que conozco —dice la bella rubia—; y quisiera con toda mi alma conocer algún día aquellas tierras de ensueño, en las que nacieron mis antepasar dos.. —Luego, ¿no ha pisado usted jamás territorio español? Hace un encantador movimiento de e* beza, pues la pregunta la ha sorprendido en el momento en que se lleva la cuchara a la boca. Luego verifica de viva voz: —Nunca. Pero creo que el día que vaya no me extrañará nada. He leído tanto, me fian contado tanto de los encantos d^e aquella tierra, que seria capaz de reconocer cualquiera de sus edificios y de sus paisajes aunque bajo la ilustración no hubiese ninguna palabra explicativa. Empezó entonces una verdadera conferencia sobre España. Habla Anita de esa tierra soleada, con tanta seguridad, que cualquiera diría que reproduce sus impresiones personales. Pasan frente a nos otros visiones de Andalucía, pintoresca y multiforme; hierve en actividades Barcelona, y parece sentirse en el ambiente la austera frialdad de Salamanca: Toledo con sus leyendas seculares, Madrid, recorrido de punta a punta, deteniéndose en la Castellana, en la bullanguera “Bombi”, en Recoletos.... Mucho debe haber leído Anita sobre España, y mucho parece haber leído también sobre México, cuya espléndida capital elogia — no sé si por gentileza, sabiendo que soy mexicano, o porque lo sienta en verdad — así como sobre Cuba, la Perla Antillana en la que debió ella haber nacido, de no ser porque circunstancias especiales determinaron el translado de su familia a Nueva York meses autos de su llegada al mundo. El hecho es que su charla es amena e interesante, bien que tiene a veces extraños giros que podrían hacernos creer que nos encontramos frente a una novicia, eu vías de profesar. La producción de películas en español parece interesarle. Cuando de manera accidental tocamos el punto, dijo más o menos lo siguiente: —Es una lástima que se haya dejado de producir películas en español. Ignoro si se harán en estos estudios 7)iás, pero no veo, francamente hablando, la razón por la cual se haya desistido de tan bcíla labor. Yo rí varias de ellas, en la.s exhibiciones privadas de los estudios, y we parecieron aceptables. Además, creo que esas películas son absolutamente indisp -n sables para garantizar la supervivencia del alma española cu el mundo!...... Se detiene para hacer una aclaración: —decir el alma española, me refiero al espíritu- de los hispanos en general, n-» importa dónde hayan nacido o dónde resalan. Todos somos ramas del mism» tronco...... Parece que la señorita Page —cuyo a-pellido real es Pomares— ha oído sobre la pugna, olvidada ya casi por completo, que entre españoles peninsulares y españoles de América se entabló recientemente. Es así como nos explicamos lu aclaración. Por otra parte, Anita tiene muchos amigos entre los mexicanos. Hasi ta se llegó a minorar que sus relacione!! con un joven duranguense llevaban viso» de la más solemne seriedad. EN EL TERRENO DE LAR CONFIDENCIAS Sobre ese terreno, fué-fácil llevarla al de las confidencias. Siempre resulta ¡n-teregante conocer la opinión que del amor tiene una mujer, no importa que tenga que repetir lo que otras han dicho, o re curra a los lugares comunes más lamentables. La de Anita fué expresada en cuatro palabras: —¿El amor? jEs sublime, ... * Y la expresión se completó con una lux que tendiéndose sobre toda su cara, puso color en las mejillas, brillantez en los lijos, humedad en los labios pintados. N-> nos dió una larga definición de esa fuerza soberana, como temimos en un principio. Las dos palabras “Es sublime”, en cerraban todo un poema de sentimiento y de comprensión. —Y ¿el matrimonio? Se torna graciosamente seria, frunc’en do los labios, guiñando ligeramente el o je izquierdo. —Eso es otra cosa. Una cosa muy seria ...... La mayor parte de las artistas a quienes hemos entrevistado en una u otra ocasión, consideran que la carrera no es com patible con la vida conyugal. Anita explica lo mismo, sólo que presenta una solución. — Mire usted —dice— yo amo la carrera cinematográfica, más que a mi propia vida. No la dejaría por nada en el mundo.... excepto por el amor de un hombre que pudiese hacerme feliz y hacer feliz a los míos. No pienso casarme, entiéndame, pero.... cuando me case abandonaré no solamente los estudios, sino hasta las esperanzas de volver a ellos. “Creo —y esto lo he dicho ya alguna vez, sólo que se interpretó mal mi explicación-— que resulta inmoral, altamente inmoral, el que una mujer casada permita que otro hombre la bese, aunque sólo sea en una mejilla. Tengo también la convicción de que el ufHrln es un pecado cuando se trata de una -mujer casada. Y como en los estudios, al hacer las escenas amorosas tendría que besarme ante las cámaras un hombre con el que no me ligan compromisos legales, esto sería de todas maneras una ofensa para el hombre que me había dado su nombre y había á-sumido por completo la responsabUidad de mi - protección...., SOIDAMENTE HABLA “DE SU CASO” - Quiere usted decir, entonces, que las PAGINA 3