El Palacio Nacional de México, durante la noche memorable del 15 de Septiembre de 1910. (61 (Sríto Como se efectuó la ceremoria del “Grito” de la Independencia en la noche del Centenario. La Ciudad de México, al llegar los dias de la celebración del Centenario, se apresuró a presentarse ataviada para recibir dignamente la visita de los representantes de los países amigos > de la República, y ofrecer un teatro agradable a las¡ ceremóhias y festejos del mes de Septiembre. La decoración de la Capital de la República fue dispuesta poj el Gobierno, que embelleció leg calles, los parques y los edificios públicos; por las casas de comercio, que procuraron adornar de la mejor manera posible las fachadas de sus e'dificios, y por innumerables particulares, que con deseos patrióticos, repintaron sus casas, las iluminaron ampliamente y las en¡ bellecieron con banderas, flores y otros atavíos. ----------_^LL-L- En la Avenida de San ^Francisco, que cuenta con gran número de esta blecimientos comerciales y es, al mismo tiempo, arteria de tráqueo y lugar de paseo, el adorno fue sobremanera variado y lujoso. Los mástiles trico lores, que dejaban ondular airosas banderolas y lucían én su parte media un gten macetón revestido de heno y musgo, y lleno de plantas y flores, comenzaban a levantarse allí para seguir ia Avenida Juárez y el Paseo de la Reforma, hasta el Bosque de Chapultepec. En todas las esquí ñas se entrecruzaban guías de rosas —y de Jocos ^eléctricos con pequeñas II banderas, que presentaban un con ti junto variado de matices vivos y alegres. Era semejante el aspecto de la Avenida del 5 de Mayo, de la del 16 de Septiembre, de las calles que convergen en la Plaza de la Constitución y de otras y otras que por su situación y su importancia son casi tan transitadas, como la A\e:¡ida de San Francisco. Las banderas de todas las naciones se izaban en todos los edificios y extendían a lo largo de los balcones, ostentándose abollonadas o flotantes y cruzándose en *aia herniosa confraternidad. entrelazados sus colores: juntábase el escudo español, el sol argentino, el crisar.tcnid nipón, las águi’as rusas y los demás emblemas de los países del Globo y el pabellón mexicano, que dominaba en toda la ciudad, desde los suntuosos palacios del centro, hasta las humildes casas I ........................................ de los últimos barrios. Aparecían a veces, colocados sobre el pintoresco fondo de las banderas, los retratos de los principales caudillos de la Independencia, las fechas simbólicas de 1910, y las.' palabras Independencia, Paz, Progreso y. sobre todo, la Libertad, el . vocablo que significa tanto para los pueblos que algo valen. La ciudad, normalmente apacib’e, que en los días corientes. fuera de algunas calles céntricas, aparece recogida y quieta, principalmente en sus barrios, que todavía evocan la antigua vida colonial, se presentó des de el lo. de Septiembre, animada de una-existencia jubilosa, como si el amor que encendía todos los corazones se manifestara en el más franco regocijo. De toda la República traían los Irenes, gente ansiosa de agregar su entusiasmo a la alegría de la ciudad. En las calles, en los hoteles, en las plazas, la muchedum bre se agrupaba o circulaba densamente y pictórica de vida. Los museos y los establecimientos públicos eran insuficientes para contener a todos sus visitantes. Las reliquias históricas y los monumentos de arte 'de la ciudad recibieron el homenaje de amor y de admiración que los mexicanos indiscutiblemente conservan en su espíritu, para cuanto les hable de Patria y de Belleza, y la vigorosa existencia ^nacional se hizo igualmente patente ante la gal’arda estatua de Cuauhtemoc, que, «,n los salones de Arte de la Acamedia Nacional, o ante la vieja campana del templq de Dolores que sintió temblar su bronce al impulso de la mano de Hidalgo, o ante las elegantes fachadas de los más hermosos edificios de la Capital. En los barrios alejados' del centro, la ornamentación fué menos vistosa y rica; pero la suntuosidad y la abun dancia quedaban allí substituidas por un delicado sentimiento patriótico y una noble intención de contribuir al éxito de los festejos nacionales. Por ia noche, el espectáculo era aún más encantador. La ciudad se envolvía en un manto de brocados cintilantes, de pedrerías que fulguraban como collares de esmeraldas, como sartas de diamantes, como hileras dé rubíes: un verdadero manto de ;luz, cuyas inmensas lenguas de fuego ascendían al cielo, cual si la ciu- L dad se consumiera en un vasto incendio o consagrarla n una pira colosal el recuerdo dé sus héroes. El corazón d la ciudad, donde se alza la Catedral, se iluminaba con claridad insuperable, como si los hombres hubieran formado coiCsús"débiles manos un nuevo astro rival del sol. Viniendo de la calzada de la Reforma hácia el centro, se admiraba I primeramente el palacio de la Secretaría de Realciones, i’uminado de una manera exquisita y original. Con tubos de mercurio, dispuestos y ocul- y tos de tal modo que solo daban luz hácia las paredes del Ministerio, se logró producir un efecto fantástico, que a distancia hacia creer en una construcción forjada con una materia translúeida. íosíorescente,—hiali- -na, que atravesara una luminosidad r vaga y violada; de cerca, aquella luz. ; que salía rectamente hácia el cielo, .. rosando las paredes blancas, producía la ilusión de surtidores invisible» que virtieran mágicamente sus chorros ? luminosos. A lo largo de la Avenida de San Francisco, se caminaba como entre dos murallas de fuego, y los infinitos : foqurlos que cruzaban sus; guias en las esquinas, formaban arcos con los tres colores de la bandera de México, cuyos perfiles recortaban en perfecta claridad. El edifeio de la joyería “La Perla,” ostentaba una gran estrella. La estatua de la Libertad que remata la 5 magnífica construcción de “La Mexi- i cana,” aparecía envuelta en .íina-bri- J-liante aureola. El adorno de la Dro- i guería de Labadie era de arte nuevo, i La sedería “El Paje” se hallaba reca- . mada de focos. . • En la Plaza de la Constitución, se "t adnYkaba en primer lugar la Cate- i dral, visible, por su altura, desde ca- ' si todos los puntos de la ciudad, y i cuyas líneas de luz seguían todos los ; detalles de las dos macizas torres 2 y de la cúpula y formaban un palacio de ensueño, sólido como una fortaleza y a la vez ligero, esbelto y dotado de tina gracia nueva por la claridad que lo hacia destacarse en el cielo negro: entre las dos torres pare- *; cia suspendida en el aire una bandera v nacional de- tamaño gigantesco, for-mada de incontables focos. Después = se veía el Palacio Nacional, sencillo