Mareo REVIffl’A EVANGELICA 153 ya sois justificados en el ncmbre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”. Y esto que se verifica hasta el día de hoy, ¿acaso puede ser fruto de una impostura? ¿Los verdaderos creyentes en Cristo están aun en sus pecados? La fe en un Cristo que yaciera veinte siglos bajo la lápida sepulcral ¿tendría poder para regenerar el corazón humano, de convertir al malo en bueno, al perdido en santo? “ENTONCES LOS QUE DURMIERON EN CRISTO SON PERDIDOS” (Vers. 18). ¿Perdidos en las profundidades del vacio eterno los que precisamente fueron felices y buenos por la fe en un Cristo que había vencido la muerte y dado gloriosas promesas de la vida eterna? ¿Perdidos para siempre los que fueron seres tan nobles, tan útiles, tan heroicos? ¿Se concibe semejante desastre, para los que en todo dieron pruebas de la gran realidad de Cristo en sus corazones, en sus vidas? “SI CRISTO NO RESUCITO SOMOS FALSOS TESTIGOS DE DIOS" (Vers. 15). ¿Es posible que unos cuantos pecadores y campesinos, se hubieran concertado para inventar ♦ ♦ la resurrección de Jesús; y luego en presencia de sus encarnizados y astutos adversarios, lograran engañar a muchos de ellos mismos, y a multitud de gente dominada por intensos prejuicios y odio al Crucificado? ¿Es posible que unos viles y despreciables mentirosos, autores del fraude más colosal, se presentaran atestiguando con admirable armonía, ingenua sencillez y pureza de carácter, las doctrinas de pureza, amor y virtud del Maestro? ¿Es posible que estos mismos hombres fueran capaces de sufrir toda clase de persecución y al fin sellar sus testimonios con su propia sangre, colgados de una cruz, despedazados por las fieras, abrasados por las llamas? ¿Pueden ser falsos testigos de Dios los que viven con tanta abnegación y mueren con tanto heroismo? Juan, el sublime apóstol del amor, Pedro el confesor que con toda la vehemencia de su alma impulsiva exclamó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente;” Pablo, el esforzado conquistador de vastos territorios para el Reino de Cristo, y millares de mártires, ¿son acaso falsos testigos? La vitalidad de nuestra fe, la regeneración de nuestras almas, el heroismo de nuestro testimonio, el cántico de victoria ante el sepulcro, sólo pueden tener una explicación: \Cristo ha resucitado! El que no padezca sed en el desierto de este mundo o entre los malos que le rodean, jamás llegará el verdadero bien, qué es el mismo Dios—Agustín.