24 EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA___________ contiene alusiones a crímenes y actos indecorosos en forma mucho más cruda que los quq se encuentran en nuestros devocionarios? No olvidemos este adagio: “Honi soit qui mal y pense.” o sea “¡Mal haya el que piensa mal!” Agregaré para terminar este punto el testimonio de mi propia experiencia sobre el benéfico influjo del confesonario, porque, como mis hermanos en el sacerdocio, repetiré las palabras de Dryden: “Uno vive separado completamente del ruido del mundo, para estudiar las almas, sus enfermedades y la manera de remediarlas”. Desde el tiempo en que recibí las órdenes hasta el presente, he oído confesiones casi todos los días, y por tanto estoy en situación de apreciar lo que vale el “sistema”; y mis observaciones son reforzadas por los sacerdotes de todo el orbe, encargados del cuidado de las almas. El testimonio de la experiencia de diez confesores debe valer más para los hombres honrados, que las gratuitas aser-, ciones de millares de individuos que no tienen experiencia personal de la confesión, sino que obran al impulso de imaginaciones calenturientas o repiten lo que leen en novelas sensacionales. La experiencia personal me enseña que la confesión es la palanca más poderosa que la misericordia de Dios nos ha legado para levantar a los hombres de los abismos del pecado; es de más potencia que el púlpito para mover a los hombres. En los sermones públicos regamos la semilla dé Dios, y en la confesión cosechamos el fruto; en los sermones, usando una frase militar, se hace fuego al acaso, pero en el confesionario el golpe es certero: las palabras del sacerdote van al corazón del penitente. En un sermón el sacerdote se dirige a todos en general, y sus palabras de amonestación pueden tal vez, ser aplicables a muy pocos de sus oyentes; en cambio las palabras pronunciadas en el confesionario, se dirigen exclusivamente a una sola persona, cuyo corazón se abre para recibir la" palabra de Dios. El confesor exhorta al penitente según sus necesidades espirituales; lo exhorta a que huya las malas compañías, y de toda ocasión, de pecado; o le recomienda prácticas especiales de piedad, según lo necesite el penitente. Por esta razón los misioneros estiman el fruto de su misión más por el número de penitentes que se acercan al sagrado tribunal, que por el número de personas que han escuchado sus. sermones. De todas las labores que nos impone nuestro' "minia-