cía creer mi deber el decirle a mi padre lo que él debía hacer. En una ocasión le dije que debía vender la finca y dedicarse por completo a predicar. Era igual que decirle: "Si vas a predicar, predica, si no. entonces haz otra cosa." Muy calmadamente me contestó: "Hijo, (puedo recordar como si fuese ayer) estoy trabajando la finca para poder predicar." Sólo ahora comprendo el verdadero significado de sus palabras. Seguramente muchas veces lo ofendí y lo herí profundamente: pero nunca cesó de mostrar su amor paternal y paciencia para con su hijo rebelde. Cuando leo en el Sermón del Monte las palabras: "Bienaventurados los mansos", viene a mi mente mi padre. Su ejemplo está dando fruto. Sólo hubiera deseado ser un hijo más comprensivo. No sólo fue un padre dedicado, sino un esposo fiel. Le ayudaba mucho a mi madre en los quehaceres del hogar. Había veces que lavaba los trastos, barría el piso y ocasionalmente cocinaba, y todo lo hacía bien. Su humorismo, que era una característica suya, avivaba a toda la familia. Un día por la mañana, en el desayuno, desafió a mi mamá a verter el café en la taza mientras él tenía su dedo sobre ella, y mamá lo hizo. Se le ampolló el dedo a él; pero mi padre no se molestó. A nosotros nos encantaba oírlo relatar historias de su juventud y de los acontecimientos de esos años. Fue una fuente constante de alegría para nosotros. Se deleitaba en hacerle travesuras a mi mamá. De vez en cuando se iba al frente de la casa y tocaba el timbre. Mi madre abría la puerta y encontraba a mi papá parado allí. Lo hizo varias veces hasta que mi mamá se puso al tanto: sin embargo le causó gran desconcierto. En una ocasión cuando mi padre estaba fuera de la casa alguien tocó el timbre. Creyendo que era mí padre gritó: "Pasa, ya sabemos quién eres." Al ver mi madre que nadie entraba fue a la puerta y la abrió. Cuál sería su asombro al no encontrar a mi padre, sino a unos amigos que venían de visita. Se excusó por su aparente descortesía, y los invitó a que entrasen. Yo sabía que le esperaba una buena reprensión a mí padre: sin embargo, ya podía yo oír su vigorosa risa por toda la casa. Cuando Oraba mi Padre Una cosa que me ha impresionado mucho de la vida de mi padre fue su hábito diario de levantarse muy tempranito y pasar una hora o más en oración y meditación. Esto le dio serenidad de espíritu y confianza para enfrentarse con las exi-lé gencias de la vida. Cuando alguien le preguntó cómo conducía su vida devotional privada, dijo que no oraba en voz alta, sino que pasaba la mayor parte del tiempo escuchando lo que decía Dios para poder percibir su voluntad. Esto fue la llave a su fe y carácter cristiano. Jamás me olvidaré de sus últimos meses de sufrimiento. En el verano del año 1945. se quejaba una que otra vez de dolores abdominales muy fuertes; pero decía que eran solamente dolencias gástricas. Al fin el dolor fue tanto que tuvo que consultar con un médico. Le hicieron una serie de análisis y tratamientos para determinar la naturaleza de su enfermedad. Le tomaron muchas radiografías pero el doctor siempre decía que no mostraban ningún mal. Le sugirieron que se sometiera a una operación para ver si existía un mal que pudieran curar. Si no. era posible que se le acortara la vida. Descubrieron que tenía cáncer en el estómago en último gra- No creo haber conocido a otra persona que deseara vivir tentó como el. no obstante estar completamente resignado a su destino. Después de su operación, continuó los tratamientos de rayos X con la esperanza de detener la enfermedad. Si alguna vez obtengo la fe. la humildad y sabiduría de mi padre, consideraré que he tenido éxito. Yo oro continuamente que mi vida refleje la gloria de Dios. No quiero fama mundial o un lugar destacado en la historia: mi anhelo es hacer lo mejor que pueda para con Dios a mis semejantes. — Adaptado de Home Life. A MI PADRE Por Manuel Gutierrez Nájera Padre, en las recias luchas de la vida, Cuando mi pobre voluntad flaquea, ¿Quién, si no tú, me alienta en la caída? ¿Quién, si no tú me ayuda en la pelea? Todo es mentira y falsedad y lodo. Todo en la sombra por la espalda hiere; Sólo tu amor, oh padre, tu amor solo No tiene engaño, ni doblez, ni muere. En mí conciencia tu palabra escucho, Conmigo siempre por doquier caminas: Gozas si gozo; cuando sufro mucho, Sin que yo te lo diga, lo adivinas. ¡Ay! ¿Qué fuera de mí sin tu consuelo? En este mundo mi ventura, oh padre, Consiste sólo en aspirar al cielo, Tu dulce amor y el de mi santa madre! Guia del Hogar EL HOGAR CRISTIANO