REVISTA MEXICANA Semanario Ilustrado. Application made to enter as second class matter, September 13, 1915 at the Post Office of San Antonio, Te- L,______ under the Act of March 3, 1S79. ASo L San Antonio, Texas, Octubre 24 de 1915. Número 7. Pagina Editorial CARRANZA Y LA AYUDA EXTRANJERA El seis de Noviembre de 1911 se hizo cargo de la Presidencia de México el C. Francisco I. Madero. Nadie como ti ha escalado el solio bajo mejores auspicios ni nadie tamper co ha tenido oportunidad más bonancible para establecer la paz orgánica de la República. Todo lo tuvo en su favor: origen constitucional, popularidad abnmadora entre las masas, estimación de las clases medias y altas, cajas llenas de oro, crédito en el exterior. Ejército veterano y aguerrido, Cámaras de Diputados y Senadores cuyas mayorías secctriaban su política interna, y Gobernantes de Estados dispuesto a sostener el peso de su Administración. Y como si todas estas felices circunstancias no bastasen, también contó el señor Madero con algo que fué el secreto maravilloso! de su fácil triunfo, y al mismo tiempo, la causa determinante de su inevitable derrumbamiento: este algo fué la ayudá incondicional de los Estados Unidos. Sin la alianza norte-americana el señor Madero no habría desquiciado la dictadura porfiriana; tampoco hubiera aniquilado en unos cuantos días la revolución encabezada por el General Bernardo Reyes; menos aún, hubiese hecho añicos, en el término de seis meses, la ins"rrección formidable acaudillada por el General Pascual Orozco. La ayuda de los Estados Unidos le sirvió para sentarse en la silla de Juárez, y para desbaratar la dos primeras revoluciones que se organizaron con el objeto de derrocarlo. Pero esa ayuda incondicional y decidida le sirvió de igual manera para d'sg”star prof-ndamente al pueblo mexicano, que no podía ver con agrado, que sus destinos estuvieran a merced de un capricho irreverente de la Casa Blanca. El orgullo mexicano tenía que sentirse lastimado ante la perpetua consideración de que su Gobierno se encontraba bajo el patronato de extranjeros. Por eso la ayuda de les Estados Unidos que fué al principio motivo de impopularidad, se tomó muy en breve en causa de aversión; y fué ésta creciendo de tal manera, que acabó por convertise en torrente arrollador que barrió de modo incontrastable aquella extravagante administración. zí Una vez que alguien acusaba a cierta persona de conii pirar contra el Gobierno contestó Don Gustavo Madero: “Si fuésemos a aprehender a todos los que conspiran, necesitaríamos convertir a la República entera en una prisión.” Otra vez que el Diputado Moheno interpeló al Diputado Samuel Santos, (uno de los más adictos al Presidente Madero) sobre si se encontraban los “renovadores” conformes con la política del Ejecutivo contestó negativamente sin vacilar. Estas dos declaraciones, emitidas por las gentes menos sospechosas de desafecto a aquella Administración, demuetran palpablemente que el Gobierno maderista en sus agonías, ya no contaba con el apoyo moral de la Nación. Todo lo había tenido en su favor en Noviembre de 1911; todo lo tenía en su contra hacía fines de 1912. Solamente conservaba la ayuda incondicional de los Estados Unidos, que si bien es verdad que le había servido admirablemente para destruir a los Generales Reyes y Orozco, no le ser vía en cambio para retornarle el amor perdido de su pueblo. Las cajas del tesoro estaban vacías, la revolución del Sur, inextinguible, las Cámaras vacilantes^ el Ejército dudoso, y el pueblo... .aquel pueblo que le había tributado ovaciones más estruendosas que a Iturbide y a Juárez, ya decepcionado y triste, lo dejaba abandonado, en medio de la tempestad. ¿Y la ayuda americana? La seguía teniendo; pero era estéril. Cuando los pueblos se desengañan de los Gobiernos que los rigen; cuando vuelven la espalda a sus ídolos, resultan enteramente inútiles los esfuerzos extranjeros para resucitar un cariño que pasó. En Francia, la casa de Austria manejada por Metternich,, impuso la restauración borbónica; pero la revolución de 1830 dió al traste, con aquel Gobierno artificial impuesto por elementos extraños. Lo mismo le pasó al señor Madero: la ayuda del Gobierno norte-americano que había sido "el principal secreto de su encumbramiento fué también la causa más eficiente de su desastre. Hacemos estas' reminiscencias porque 'algunos creen que el reconocimiento otorgado por Mister Wilson en favor de la facción carrancista y el embargo de armas decretado en contra de Francisco Villa, han traído una solución pési-ma pero inevitable a las desgracias que afligen a nuestra pobre Patria. Pero nuestra historia nos dice elocuentemente lo que significa la ayuda de los extranjeros. El apoyo de los franceses sirvió en 1863 para tomar la ciudad de Puebla, para ocupar triunfalmente la Capital de la República, para posesionarse militarmente del territorio patrio: pero sirvió también para despertar el sentimiento nacional, excitar los heroísmos dormidos, sacudir las voluntades enervadas y provocar la fe en el triunfo de la República. Y la ayuda extranjera, que había sido tan magnífico auxiliar acabó siendo un lastre pavoroso que Hundió para siempre al partido conservador. En nuestros días, la ayuda norte-americana servirá para exterminar a Villa en Sonora y al Coronel Cantú en Baja California, como sirvió para ahogar las revoluciones de Reyes y Orozco, como sirvió también para consegu'r el derrumbamiento del General Huerta. Pero esa ayuda que fué ineficaz para sostener al Gobierno del señor Mdiero lo será igualmente para fortalecer la posición de Carranza. Todo lo contrario: después de contribuir en el encumbrimiento contribuirá en el desastre. Es una fuerza que se convertirá en una debilidad. Es un éxito que se transformará en fracaso. La ayuda extranjera se parece a algunos medicamentos como la morfina, que si bien es cierto que extinguen determinadas dolencias, dejan en cambio en el organismo los gérmenes de muerte. Nuestra historia se repetirá con el carrancismo. La ayuda extranjera le ha dado la victoria; la ayuda extranjera lo matará.