REVISTA MEXICANA Semanario Ilustrado Entered as second class matter, October 25, 1915 at the Post Office of San , Antonio, Texas, under the Act of March 3, 1879 Año II. San Antonio, Texas, 19 de Marzo de 1916. Número 28. La Invasión de la Patria La tragedia mexicana iniciada en las postrimerías de 1910 ha llegado a su pavoroso desenlace: las trepas norteamericanas han empezado a invadir nuestro país, y se preparan para una larga campaña. El fantasma tanto tiempo temido y esperado ha hecho su aparición siniestra, y México se encuentra en el momento decisivo de su historia. El bandolero irreductible Francisco Villa, cercado por el fracaso y corroído por el despecho de la derrota, cruzó audazmente la línea internacional y asaltó una po blación fronteriza de los Estados Unidos. El Presidente Wilson, secundado por el sentimiento unánime de su gobierno, ordenó inmediatamente al Ejército norteamericano, que se internara en nuestro país y persiguiera a Francisco Villa hasta vengar el ultraje. Este es, en síntesis, el caso que vamos a analizar con toda la serenidad de criterio que autorice nuestro patriotismo herido. Procuraremos ser imparciales, pero sin intentar siquiera, desprendemos de nuestros sentimientos de dignidad y de ho ñor. LA ACTITUD DE VILLA Desde luego la incursión villista es un acto reprobable y vandálico que ningún ser civilizado puede prohijar porque no entraña el más leve trasunto de ideal. No encama el último esfuerzo de Sansón, sucumbiendo gloriosamente en medio de los filisteos, ni evoca el gesto divino de Ayax retando colérico a los dioses. Francisco Villa no arrojó el guante sobre la faz norteamericana, porque viera en la patria de Washington el espectro amenazante que inspiró la Oda a Roosevelt de Rubén Darío: los ojos del asesino de Benton jamás han sorprendido la visión milagrosa de la solidaridad latino-americana. El ai de Abril de 1914 tuvo la oportunidad de defender a su país invadido en Veracruz; y sin embargo, aceptó gustoso el ultraje nacional porque le brindaba una ocasión magnífica para proseguir en su existencia azarosa de asesinatos y de saqueos. Después siguió siendo un perro mudo, un siervo incondicional de la Casa Blanca y se prestó para cualquiera clase de combinaciones y manejos. Cuando las Repúblicas de Estados Unidos, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Guatemala, cometieron la indignidad inexplicable de tratarlo como si fuera "Entidad internacional,” él aceptó toda clase de insinuaciones sin importarle la pérdida de la soberanía y el decoro de la Patria. Y es porque en concepto de Villa, la política y la diplomacia, no tienen otro objeto que investirlo de impunidad para cometer toda clase de crímenes y tropelías. Mientras encontró en las autoridades norteamericanas un apoyo moral y material para sus saturnales de sangre, fue amigo subordinado y adicto; pero cuando el Gobierno de la Casa Blanca, comprendió su error funesto, y retiró toda clase de facilidades guerreras a su antiguo aliado, éste se revolvió colérico, y decidió vengarse de sus antiguos protectores. El bandolero se sintió humillado porque ya no le rendían honores de Divisionario; sentía la nostalgia del trato cordial de su ex-amigo, el General Scott; se molestaba con la ausencia de notas internacionales, y en un arranque rabioso de impotencia quiso demostrar a sus protectores de antaño que si había sido útil como amigo podía ser temible como adversario. Ese fue el origen del asalto a Colu-nbus: estuvo dictado por la desesperación del vencido, que se ve acorralado, sin probabilidad remota de éxito, y que, cargado de bilis, pone toda su energía en el prurito imbécil de hacerse odioso y execrable. Jamás le preocupó que su actitud trajera complicaciones internacionales' ni pusiese en peligro la integridad de México, porque para Francisco V'-11a—como dijera Don Justo Sierra de Santa Anna—la Patria no es una madre sino ura concubina. LA ACTITUD DE ESTADOS UNIDOS Los soldados norteamericanos repelieron inmediatamente la agresión de Columbus, y algunos de ellos cruzaron desde luego la línea divisoria en persecución de Villa. Un día después el Presidente Wilson ordenó al General Funston que invadiera con sus tropas el territorio mexicano y emprendiese una activa campaña en contra del bandolero, hasta conseguir su captura. Puesto que en México nadie es capaz de aprehender y castigar a Villa— tal es el razonamiento oficial norteamericano—los Estados Unidos tienen el derecho de internarse en la República, para aprehenderlo y castigarlo por su propia cuenta. Y sobre ese razonamiento deleznable e injusto, se ha ordenado la invasión armada de nuestra pobre Patria. Ante todo, los Estados Unidos debieran recordar que Villa pudo ser vencido en infinidad de ocasiones, y que si su personalidad se fue agrandando, se debió exclu-