Una eminente actriz inglesa se dirige a las muchedumbres de Londres, excitándolas para que vayan a la gcerra. - Lo que cuesta la guerra - La guerra es cara muy cara. El triunfo sólo puede conseguirse con una sólida preparación en la era de paz, obtenida con un enorme gaste que pesa como carga irredimible sobre los erarios de los pueblos. ¡Desgraciada la nación que confía su ventura a la improvisación de marciales elementos en los azarosos instantes del pe igro. Ni la instrucción bélica de los hombres, cuanto más difícil y cuanto más complicados son los mecanismos de lucha, en esto mismo material cuya construcción precisa nacionalizarse se pueden improvisar. Por otra parte, el soldado se adiestra en la maniobra, se educa en el prac ticaje continuo, y es necesario en -la paz, simular la guerra para que las tropas aprendan los incidentes de la lucha. También los oficiales se adiestran en el simulacro frecuente, y asimismo, sólo la maniobra periódica, sencil'a o complicada, parcial o general, es escuela práctica del to mando. Dinero, dinero y dinero, dijo Napoleón y dinero, dinero y dinero requiere la defensa de las naciones. De nada sirve querer o no querer prepararle. Ya hemos visto en el ejemplo de Bélgica para lo que sirve *a neutralidad armada. Y dejando a un lado el costo crecidísimo de esta precisa preparación marcial, analicemos tan sólo el gasto que esta mundial lucha supone a los ejércitos que en ella toman activa y decidida intervención. Se admite como promedio entre las diferentes, armas, y sumando gastos del hombre, del armamenta que maneja, el de 12 pesetas diarias, gasto excesivo si a nuestro éjercito se refiriese, promedio justo si se atiende que los pueblos que pelean son los más ricos. Cada millón de hombres, con arreglo al susodicho promedio, consume 12 millones de pesetas por día, y en este p an de estadística deduciremos que Alemana, con su contingente aproximado de 5 millones de eomba-tientes, gastará 60 millones de pesetas diarias, o sea 1.800 al mes, y . en total 16.200 millones en los nueve meses transcurridos desde el comienzo de las operaciones. Rusia, admitido que sus ejércitos se aproximen a la cifra refrida, habrá gastado igual o poco menos, si se tiene en cuenta que su ejército de segunda linea no, ha sido llamado a las filas activas hasta finalizar el tercer mes de campaña. Inglaterra gastó los primeros meses 600 millones por hies; más ahora con más elevados contingentes, su. presupuesto marcial ha subido extraordinariamente y excede, con seguridad, del millar de miíones. En etsa última cifra pueden calcularse los gastos por mes de Austria-JStingria y aun los de Francia, que se-’gún sus estadistas,- consume p6r día 36 millones de francos: Turquía gasta menos: unos 6 millones de pesetas al día 180 por mes, y en total aproximado 1080, pues se asoció a la pelea en principios de Noviembre. Servia, con sus 300.000 hombres armados, gastará al día.unos 3.600.000 pesetas, 180 millones por mes, 1.620 en el tiempo de lucha transcurrido. Y Montenegro, que sólo maneja 50000 soldados, gastará unas 600.000 pesetas diarias, o esa 18 millones al mes, 162 millones de total. Pequeños han sido los gastos militares del Japón, y pequeños relativamente los de otros Estados que, ¿i no han intervenido en la contienda, han precisado elevar al pie-dc- guerra sus contingentes armados, movilizando sus reservas para evitar desagradables y temibles sorpresas. Un mes de guerra y el gasto mi’i-tar de todos los pueblos en lucha pasará con mucho de cien mil millones, aparte de los destrozos causados de las industrias paralizadas, de los pueblos arruinados y de las incalcu'a bles pérdidas ocasionadas en los territorios que son teatro de la actual hecatombe bélica. La guerra es cara, - rtiuy cara. La presente, no sólo arruinará ccmarcas y empobrecerá regiones, sino que además, dejará tras de sí una larga estela de quebrantos que pe»ai¿n safare las áreas de los respectivos países. privará a las industrias y al terruño de manos fuertes y hábiles que contribuyan con su labor al florecimiento y resurgimiento de las nació ries. ¡Sangre y oro, derramados a raudales en ciega y ten^z^ppnia! Aurelio Matilla. --■