- - UNA PARABOLA DEL TOLSTOI - - Los propietarios de un prado vis-ron que la cizaña crecía en él, y ocu-rrióseles que era mejor para extirparla segar sus tallos, con lo cual, naturalmente, volvió a crecer la cizaña con más vigor que antes de ¡a siega. Pero un propietario vecino, de mucha prudencia y sabiduría, al visitar a los dueños del prado, dió a todos muy útiles consejos, y entre ellos el de rio segar la cizaña si es que se quería evitar que se propagara por sí misma, y que en cambio, la arrancasen de raíz. Los propietarios del. prado, bien sea porque entre el número de instrucciones recibidas del buen vecino no hubiesen reparado en la relativa a la necesidad de extirpar, arrancan dola dé cuajo, la cizaña, en lugar de segarla; sea que no llegaran a comprender este consejo, o que los cálculos personales impidiesen aceptarlo, lo .cierto es que siguieron segando la cizaña y consiguiendo por lo tanto, que con mayor fuerza se multiplicase. En el curso de los años siguientes, no faltó más de un hombre que recordase a los dueños del prado el consejo del prudente y buen vecino; pero quien tal hacía no era escuchado, y tan poco, caso se- le hacía como si nada estuviese ocurriendo. Vino a suceder de esta suerte que segar la cizaña desde el momento en que aparecía fue no sólo un hábito, sino una tradición sagrada, con lo cual el prado llegó a estar cada vez más enfermo e invadido Llegó el día en que no. hubo en el prado más que cizaña. Los propietarios de él gemían por tal causa, ingeniándose para encontrar el remedio de situación semejante, que, sin embargo, era uno, nada más que uno: eT señalado por""el vécirió sábió y justo. Pero nadie lo usaba. Sucedió, por útlimo, que entristecido un caminante al advertir la perdición del prado, bi sco las instrucciones dejadas por el vecino sabio y bueno, todas las cuales estaban olvidadas, por ver si había entre ellas alguna con que poder remediar las causas de la aflicción general. Descubrió la que decía que no era necesario segar la cizaña sino arrancarla de raíz. Declaró pues, a los dueños del prado que habían sido imprevisores y que de mucho tiempo atrás habían sido advertidos todos contra dicha imprevisión. Pero en vez de comprobar lo que este .hombre decía, para que, en el caso de que fuera exacto no segar más la cizaña, o demostrarle, por el contrario, que estaba equivocado; en lugar de aceptar sin molestia la máxima ofrecida, los dueños del prado resol vieron en su mayor parte declararse ofendidos por la apelación que a ía memoria y doctrina del antiguo varón justo había hecho el viajero, y, conformes en esto, empezaron a lanzar contra él toda especie de invectivas y de ofensas. Derjan de él que era orgulloso que se imaginaba ser el único que había comprendido las instrucciones del antiguo vecino. Otros aseguraban que el viajero era un falso intérprete, un traidor y calumniador presuntuoso. Hemosos tocados fermentóos. I V Í-W® .... lí^ ADORNOS DE ENCAJE Y LISTON. Presintiendo los demás que no había dicho nada de su cuenta, sino que simplemente había recordado ios consejos de un hombre estimado de todos. afirmaron que era un individuo perjudicial, que tan solo deseaba ver multiplicada la cizaña, de manera que el prado quedase perdido para siempre. —Pretende—decían—que no conviene segar la cizaña; pero, de no destruirla nosotros, se multiplicará hasta e! infinito; y entonces, ¡adiós nuestro prado! Es maravilloso creer que éste nos ha sido dado para que propaguemos la mala yerba. Con la peor intención olvidaban decir que de todo había hablado el viajero menos de no destruir la cizaña, habiendo sólo afirmado que debiera ser arrancada de raíz en lugar de ser segada. La opinión de que el caminante era un .insensato o un intérprete mentiroso. se afirmó de tal manera, que ya no se oyeron contra él más injurias, contestándose con el silencio a las explicaciones terminantes que él ofrecía asegurando que la destrucción du la cizaña era estimada por él como uno de los principales deberes del due ño de la tierra, aunque comprendía que esta destrucción debía entenderse como el vecino sabio y justo la entendía. , . * Exactamente lo mismo me ha ocurrido cuando he hablado en favor de! precepto del Evangelio, que recomienda no oponerse a! mal con la violen cia. Por Cristo ha sido formulada dicha regla, y sus discípulos la/han repetido después de él en todbs los tiempos y lugares. Pero sea que no se ha reparado en ella, sea que no se la ha comprendido, o sea. por últi-mó. que ha parecido difícil conformarse a día, lo cierto es que cuanto más tiempo ha pasado, más ha sido olvidada, y más el areglo de la vida de los hombres se ha alejado. A tal punto se ha llegado, que dicha doctrina se ofrece hoy a los ojos del mundo como algo nuevo, desconocido, cuando no insensato y extraño. Me ha sucedido como al viajero que recordaba a los dueños del prado la prescripción antigua del vecino justo. en virtud de la cual no debe ser segada la mala yerba, sino arrancada de raíz. Los dueños del prado han ocultado maliciosamente que en dicha regla se establecía no que la cizaña no fuese destruida." sirio qué era menester no destruirla - de una manera irracional. Del propio modo cuando he afirmado que para destruir el mal es preciso conformarse al precepto de Cristo, qve nos enseña no "ponerle la violencia, sino extirparlo por el amor, se ha exclamado:—“No escuchemos a este insensato, que.nos induce a no luchar con el mal. precisamente cuando el mal nos está aho- • gando.” Y los hombres continúan tranquilamente. con el pretexto de destruir el mal, reproduciéndolo^ multiplicándolo.