Lección X. HERALDOS DEL REY Diciembre 4 de 1932. Bosquejo de la Lección E*N LA LECCION que vamos a estudiar, amados niños, se nos presentan dos personajes prominentes participando a los extranjeros las buenas nuevas de Salvación. En el primer pasaje, tomado del evangelio de Juan, encontramos al Señor Jesús hablando a una mujer samaritana y en el segundo, del libro de los Hechos, a Pedro hablando a un centurión romano. 1. Jesús y la imijer samaritana. El Señor Jesús se dirigía a la comarca de Galilea y no haciendo caso de la costumbre de los judíos atravesó por la tierra de Samaria y se detuvo a descansar junto al pozo de Jacob, que estaba en la ciudad de Si-car; mientras que los discípulos iban a la ciudad a comprar pan. Mientras que descansaba vino una mujer samaritana a sacar agua del pozo. El Señor tenía sed y le pidió de beber. La mujer llena de sorpresa le preguntó por. qué siendo él judío le pide a ella de beber, pues los samaritanos y los judíos no se trataban. Eran éstas dos razas enemigas de muchos muchos años. El Señor pasando por alto la observación de la mujer la dirige de las cosas materiales a las espirituales. —Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te pide de beber: tú pedirías de Pero esta pobrecita mujer, como gran don de Dios y mal interpre- él, y él te daría agua viva, otros muchos, no conocía el _ tando las palabras del Señor le dice con aires de desafío: “No tienes soga y el pozo es muy hondo ¿cómo puedes darme agua viva? ¿acaso eres mayor que nuestro padre Jacob?” Si a mis queridos niños alguien les dirigiese esta pregunta, estoy segura que responderían: Jesús es mayor que Jacob, es mayor que los profetas y que la ley, porque él es el Hijo de Dios. Luego el Señor le ofrece el agua viva que saciaría para siempre su sed y aunque la mujer era tarda para entender, el Señor con toda paciencia y amor poco a poco le hace entender el mensaje de la salvación. Y la mujer extranjera aceptó a Jesús como el Mesías y llena de gozo corrió a participar las buenas nuevas a sus vecinos y muchos creyeron en el Señor Jesús. 2. Pedro y el centurión romano. Los judíos creían que la salvación era solamente para ellos; pero Dios preparó a Pedro para que sin escrúpulos de raza anunciara el evangelio a los extranjeros. Pedro se encontraba en la ciudad de Joppe y el Señor le hizo entender por medio de una visión que también los