LA VOZ sus ojos y así se les ve ciegos dejarse llevar de todo viento de doctrina, abrazar crédulos cuantos errores les quieren, infundir El verdadero creyente no así: tiene por guia al que es la'luz del mundo, y su fé en él, cual una antorcha brillante, le conduce como por lá mano á la práctica segura y cierta de cuanto la Iglesia le manda. De sí es torpe, es perezoso para todo lo bueno; su carne, el demonio y el mundo diversamente combinados le ponen mil impedimentos en la práctica de la virtud; pero gracias al resucitado, él resucite., por medio de su gracia, del sepulcro de la concupiscencia también, y vive una vida mas que humana; porque no es según el hombre viejo, el Adan pecador que murió, sino según el hombre nuevo, el divino Jesus que resucitó para no volver á morir. El bautismo hace este milagro con toáoslos cristianos, y la verdadera penitencia lo repite con los que de entre ellos han tenido la desgracia de volver á morir por el pecado. Aquel y esta los vuelven á la gracia de Dios de que carecían, y esta les hace fácil lo que á la naturaleza corrompida aparecía como imposible. .Hemos oido á los mundanos decir que no pueden ser castos y continentes por ejemplo: también hemos escuchado algún incrédulo que: esclámaba: “yo quiero; ¡pero no puedo creeri ” Aquellos y este estaban muertos á la gracia, y hablaban de la abundancia del corazón de una naturaleza, enterrada bajo la losa de la corrupción, 'lambien las santas mugeres se decían 'niútiaimente^ ¿quién nos Gi'pecit-cui q lu picdTtt de la puerta did moiciimentol A las fuerzas de la naturaleza corrompida es difícil; es muy trabajoso el resistir á las tentaciones, y á la seducción del pecado; pero la misma naturaleza reparada por la resurrección del Salvador puede muy bien afirmar con San Pablo, quedo puede todo en aquel que la conforta. ¿Pero qué digo? facilítale todo, ó mas bien, todo se lo da hecho al hombre de buena voluntad, la fuerza del ausilio divino. Decision para vencer y esfuerzo para apar-taise del mal y obrar bien, he ahí lo que se nos pide. Si las mugeres que iban á embalsamar al Salvador, preocupadas con su duda y temores se hubiesen estado á la puerta, esterior del monumento, jamas habrían visto, y nunca habrían oido lo que oyeron y lo que vieron; pero animarlas con la esperanza que infunde la bondad de Dios se decidieron á pasar adelante, ymsíífaé que luego que. miraron, rieron apartada 1» piedra, sin que á ellas les hubiese costado esfuerzo alguno. Aspero, ternbíle, durísimo parece ál hombre el camino dé la virtud: no es paia las fuerzas'de la humana fragilidad, el vencer sus asperezas...... Así hablan los cobardes. Pero los violentos, como los llama nuestro Je-SUS} avanzan sin rcparai} y con fraudé asombro snyo ven desaparecer este obstáculo, aunque como la piedra sea oh verdad demasiado grande Así es que mientras aquellos perseveran acobardados en la muerte de su propia miseria, estos, resucitados a una nueva ^ida, entran y participan de los goces y delicias inefables que en el seno dé la Iglesia y en eL ejercicio de la piedad há puesto Dios á los que le aman. No gozan si se quiere de la vida»/ coloquios del mismo Dios, porque esto sé? reserva