tarde, se comenzó a tomar las posiciones ordenadas por el General en Jefe, don Mariano Escobedo.
El día 14 por la mañana, circuló en el campo la orden de atacar la plaza, como efectivamente se hizo. Las tropas de la primera división habían tomado ya los cerros de San Gregorio, que dominan completamente a Queretaro, cuando el General en Jefe dispuso que todas las demás fuerzas se retiraran a sus campamentos. Esa orden dio lugar a muchas criticas, porque parte de la tercera división había avanzado tanto que había rebasado la línea de alcance de los cañones, por lo que tuvo que esperar hasta- ,1a media noche para salir sin ser vista, y varios batallones tuvieron que retirarse desde el centro de Queretaro.
Cuando algunos generales informaron de esas circunstancias al" General en Jefe, éste dijo que si las hubiera conocido oportunamente, no habría dado la orden de retirada; pero que no lo supuso porque su orden de-ataqué había sido dada como reconocimiento.
Los sitiados carecían casi totalmente de víveres, y al tener noticia de que el día 18 llegaba al campo republicano un convoy de Guanajuato, salió una columna de Queretaro, al mando del General Quiroga, y atacó el campó de San Juanico, para apoderarse de ese convoy; pero fue rechazada con grandes pérdidas.
El 22 de marzo, pór la noche, hizo otra salida una fuerte columna imperialista que atacó la linea "del Cima-tario y fue rechazada; pero el verdadero objeto de ese ataque fue facilitar la salida de otra columna "de caballería, a las órdenes del mismo General Quiroga, que servía de escolta a los Generales Leonardo Márquez y Santiago Vidaurri, que tomaron el camino de México, en busca de auxilios.
El día 30 el General Escobedo envió una columna a las órdenes del valiente General Amado Antonio Guadarrama, con órdenes de ir en observación de Márquez y de batirlo si regresaba. A esa columna se incorporó en San Juan del Rio la Brigada del General Carvajal y, el 3 de abril, en Tepeji del Rio, el entonces Coronel Jesús Lalanne, con 1,200 hombres de infantería y caballería. In-, formado el General en Jefe'de los movimientos de Márquez, dio orden al General Guadarrama de proseguir en observación del jefe imperialista, que había tomado el camino de Puebla y de ponerse a las órdenes del General Porfirio Díaz.
La caballería de Guadarrama, ya reunida con el General Díaz, consumó la derrota de Márquez en San Lorenzo; llegó hasta México y regresó a Querélaro, el 19 de abril.
El 22 de abril dispuso el General Escobedo que fuera atacada la Casa Blanca, por fuerzas del General Riva Palacio, y se destacaron tres columnas: una al mando <fiel,Coronel Mercado; otra, a las órdenes del Coronel Carrillo, las que fueron rechazadas con la muerte de sus jefes; la tercera columna, al mando del General Vicente Jiménez, llegó a tiempo para salvar a las otras dos, desorganizadas por la muerte de sus coroneles, y para hacer que la retirada se efectuara en orden.
Continuaban las operaciones de sitio, cuando el día 27 una poderosa columna, a las órdenes de General M ¡ramón, sorprendió el campamento del Cimatario, tomó toda la artillería e hizo 600 prisioneros. Al tener conocimiento de ese desastre, el General en Jefe mandó en auxilio a las fuerzas de reserva, a las órdenes del General Sostenes Rocha. El General Rocha recuperó la linea perdida, rechazó a Miramón y le quitó la mayor parte de los prisioneros, cañones y demás efectos de guerra de que se había apoderado.
En ese hecho de armas tuvo parte muy importante y bizarra el Cuerpo de Cazadores de Galeana, que estaba
armado de rifles de repetición y que fue llevado a la grupa por parte del Batallón de Nuevo León.
El primero de mayo, nuevamente intentó Miramó» romper la línea por San Sebastian, en la parte mandada por el Gral. Antillón, quien fue sorprendido a la hora de levantarse, y tomó sus disposiciones con tanta precipitación que no pudo calzarse sino una bota. Antillón recibió auxilios oportunamente y los imperialistas fueron rechazados una vez más.
El día 5 repitió su intento Miramón: la situación de ^Querélaro era angustiosísima y eran desesperados los esfuerzos por romper el sitio. Atacó Miramón San Fran-cisquito y también fue rechazado, gracias al oportuno auxilio de una columna mandada por el General Gerónimo Treviño, quien recibió una herida en una pierna.
Cuando no tenían lugar estos ataques formales, había siempre encuentros de menor importancia y muchos tiroteos, la mayor parte de éstos para proteger la salida de los desertores que huían del hambre y de la desmoralización de los sitiados, a quienes perseguían los imperialistas y cuya fuga protegian las fuerzas republicanas..
Perdida toda esperanza- de auxilio, el dia 14 de mayo se presentó en el campo republicano el Coronel imperialista Miguel López, favorito de Maximiliano, en nombre de éste, para ofrecer al General Escobedo la entrega de la plaza, solicitando que a ese señor se le permitiera salir con una escolta que lo acompañara a Tampico, en donde se embarcaría para Europa bajo la promesa de no volver jamás a México. El General Escobedo no quiso permitir tal cosa y mandó que al regresar López a la plaza, fuera seguido por una columna al mando del General Francisco A. V é!ez, que entrara por el mismo lugar que entrara López.
Asi se hizo, a la madrugada del dia 15, estando toda la línea sobre las armas, prevenida para repeler cualquier ataque.
El Genera! Escobedo, acompañado de varios Generales, con su Estado Mayor, se dirigió al Cerro de las Campanas, de donde bajaban a rendirse las tropas imperialistas. La escolta'del General en Jefe, formada por un batallón de caballeria, se tendió en linca desplegada; las fuerzas imperialistas que se rendían pasaban a retaguardia del batallón y llegó un momento en que eran más del doble de las que escoltabaai al General Escobedo.
Poco después, Maximiliano se dirigia al lugar donde se encontraba el General Corona, y le tendió su espada. El General Corona le hizo observar que no era él quien tema el mando de las fuerzas y que lo conduciría a donde se encontraba el General en Jefe, apareció Maximiliano, a caballo, seguido de varios Generales. Se encaminó hacia el General Escobedo y entregó su espada, la que recibió el Coronel Pedro León, Jefe de Estado Mayor del General en Jefe.
El General Riva Palacio recibió el encargo de custodiar a Maximiliano y a sus generales y de conducirlos a La Cruz, lugar designado para prisión de los Imperialistas.
Al dia, siguiente, para batir el último reducto de las fuerzas imperialistas,-envió el General Escobedo una fuerte columna, a las órdenes del General Corona, para que reforzara a Porfirio Díaz en el sitio de la Capital de la República. Al mando de las fuerzas del Norte que marcharon con esa columna, iba el General Francisco Na-ranjo.
A una pregunta nuestra contestó:
—La mortandad entre sitiadores y sitiados fue muy grande. Los combates eran tan encarnizados que casi siempre llegaban al cuerpo a cuerpo y a encuentros a la bayoneta. No se cedia un palmo de terreno sino anegado