nidad de hablar del pasado peligro. El pobre Francisco daba ganas de llorar y de soltar la risa con su gran gorro de dormir a modo de cucurucho, la nariz afilada todavía, las mejillas negruzcas, cubiertas de una barba corta y clara no afeitada hacia tiempo, la cabeza mirando al techo, todo el cuerpo inmóvil y abollado bajo la cubierta de la cama como un monigote cargado de ropa. Casi les infundió pavor y nada dijeron. Pero agpel extraño deseo fué hurgando en el entendimiento, y como el optimismo de los médicos continuara y el enfermo fuera mejorando por horas, su esposa, al día siguiente, le dijo con fingida indiferencia, mientras le arreglaba un poco la cama: —¡Vaya.... que puedes estar satisfecho!.... Todos han venido a ver-te.... Todos se han interesado por ti.... ¡Especialmente la pobre Rita!... ¿No sabes lo que ha hecho?... ¡Vamos, te lo quiero decir!.... ¡Te había comprado una corona.... muy hermosa!..... —¡Una corona!—dijo el enfermo sorprendido y como queriendo coger una idea que se le escapaba!—¡Una corona!.... Y después de un momento de silencio, dos lágrimas se le deslizaron por las mejillas: no había sospechado el peligro que había corrido. Era aquella la primera noticia. Pero, después de aquel instante de emoción que su esposa no advirtió, cayfc en la rara curiosidad, en la vanidad inexplicable de toda aquella familia : —¡ Tríemela!... ¡ Quiero verla 1 Era un frenesí de niño, con llanto y palabras ininteligibles de apoplético, reclamando impaciente un juguete. Y a la vista del fúnebre objeto. Francisco continuó llorando, pero admirado a la vez, lleno de vanidad. —¡Pobre Rita!... ¡decidla que venga, que éntre en seguida, quiero darla las gracias!.... ¡Si, gracias, gracias!—continuaba cnocheando. Y añadió con cierto enfurruña- miento de convaleciente, aunque irritable y nervioso: —¡Y quiero que me regale esta corona tan hermosa! Esto último no entraba en los cálculos de Rita, que estaba pensando ya desde - algunas horas si en la tienda se encargarían otfa vez del inútil y flamante recuerdo eterno. Pero ¡qué remedio! tuvo que ceder. Después de todo,' como estuvo conforme en regalarla al muerto la rega- -laria al vivo. Al día siguiente la corona colgaba de un sillón con el gorro de cucurucho, demacrado, sucio, envuelto en mantas. Veia la corona colgando de su propio ataúd, arrastrando las cintas por las calles de la villa, con envidia y admiración de los vecinos, de los compañeros y amigos que seguían al coche. Y, de pronto, murmuró sin advertirlo: —¡Qué hermoso hubiera sido!.... ¡Qué lástima! . J. IXAJiT. Cosas déla" Vox Populi” —De una correspondencia íntima— .Pues si, querido “Quasimodo”, aqiii las cosas han cambiado radicalmente, como por encanto, de la noche a la mañana, que se dice carrañcista-mente. Das unidades del “sufrido pueblo", que aplaudían a “don" Pablo González—a pesar de que nunca lo vieron montado por un “jokey” hábil—que llamaban hermano á Juan Sarabia cuando este asomaba su morena faz desde los balcones del fastuoso edificio que ahora ocupa en Hombres Ilustres; los mismos que para saquear “democráticamente" una casa de comercio pedían a sus “amigos" los carrancistas a cuatro o cinco de la “reservada” para que les sirvieran de vanguardia, esos hombres.... ya no son partidarios de la revolución. Te preguntarás que cómo adquirí esta certidumbre. ¡La “vox pópuli," mi querido “Quasimodo"! Ese heraldo que nunca se equivoca.... a pesar le que nunca calla. En Tin, paso a referirte algunos de los indicios de ese cambio én la opinión metropolitana. En la pared de un lugar nada perfumado ni poético del Teatro Arbeu, aparecieron, días pasados, dibujados con carbón, los siguientes versos: . “Está muy triste Carranza, el celebrado barbón, porque a afianzar la pitanza ya no le ayuda Óbrígón. ¡Este manco es “chica” lanza 1” En otro lugar, tocayo del anterior, sito en el propio Palacio Nacional, pudo leer un curioso, y de esto hace tres dias; “El “bilimbique” bajando, subiendo las mercancias.... Igual cosa está pasando Con Carranza y Félix Díaz”. La siguiente quintilla va de boca en boca “sotto voce:” “¿En Querétaro atrancado don Venus? Mal va la historia: su destino está trazado: es un toro aquerenciado... en la Capilla Expiatoria". «r* * * En el lenguaje familiar, ese que en México se salpica de chascarrillos y que de preferencia es usado por los estudiantes y los aspirantes a perio distas, abundan en la actualidad las alusiones satíricas al fracaso carran-cista. Ahí van algunos ejemplares. —Hérmano, traigo una “cruda" “de facto.” —¿ Cómo ? —Si: con un trago más desaparece.;... * ♦ ♦ En una cantina a la hora de la copa. —Tómate “la del estribo." —Imposible, “manito,” apenas tengo tiempo para ir a comer, y luego ahí me tienes desarrollando una velocidad marca Pablo González...... * * * En fin, mi querido “Quasimodo,” el hecho innegable es que en el ambiente de México ya flota ese “algo" que se sentía a raiz de los "Tratados de Ciudad Juárez"; el mismo que se observó en los días en que se hablaba de licenciar al Ejército Federal y de que Huerta renunciara. Ya en los corrillos se platica que los oaxa-queños ganan terreno geográfica y