pacta multitud invadía la plazuela de Santo Domingo, ansiosa de tributar sus homenajes a su poeta favorito. En el interior de la Escuela dé Medicina se habían reunido los intelectuales de más renombre de la capital, los representantes de las corporaciones científicas y literarias, las sociedades mutualistas y de obreros y los amigos íntimos- de Acuña. Estos últimos se disputaban el honor de llevar en hombros el cadáver del poeta. Momentos antes de las diez fue sacado el cadáver, y en pos de él una música militar, a la que seguía la consternada comitiva. Después, una elegante carroza, adornada con una lira de cuerdas rotas y encima de ella, atada con negro crespón, la corona que conquistó el poeta con su drama “El Pasado”. Esta carroza precedía a un gran número de coches, en su mayor parte pertenecientes a particulares. ALOCUCION DE PEZA A las once llegó el cortejo al panteón del Campo Florido, y colocado el ataúd bajo un cobertizo artísticamente adornado, ocuparon la enlutada tribuna diez y nueve personas, las cuales hablaron elocuentemente, unas en verso y otras en prosa. El último orador, el inseparable amigo y herma-nú de Acuña, Juan de Dios.Peza, desaparecido ya también, pronunció esta sentida alocución: “Hermano: “La suerte me designó para darte el último adiós al borde del sepulcro en nombre de tus hermanos, y por esto vengQ a ocupar una tribuna que jamás creí tener delante de mis ojos. “Yo que siempre escuché tus palabras con la atención con que se oye al maestro; yo que recogí de tus labios mil confidencias en las dulces horas de la amistad, no puedo, no debo, no quiero conformarme con esta terrible verdad: has muerto. “Xq, no has muerto: la vida no es el tránsito doloroso por la tierra; la vida no es sólo la que reviste una sola forma: la vida es la nota que completa las armnoías del universo, y esa nota jamá^)deja de vibrar, porque es infinita. Tú lo has dicho: la transformación es la vida y ta transformación es eterna. Pero, ¡ay 1 cómo tranquilizar a nuestros corazones con esta verdad, cuando ellos latían dichosos con mirarte. Dime, hermano mío: ¿nosotros faltamos alguna vez a nuestro cariño? ¿quedó abrigada en tu pecho alguna queja en contra nuestra? Entonces___¿por qué. ¡Dios mío!— por qué nos abandonas para siempre?-___Tu inteligencia, tu corazón, tus afectos____no han podido borrarse sino porque____¡silencio!-------Ley de la tierra es que el poeta, el verdadero poeta, el que. como tú, cama a la Naturaleza y es 'el profeta de la humanidad, sea como esas exhalaciones que, cruzando rápidamente el cielo, dejan una huella luminosa-- “En ti esa huella es imperecedera; tú te has encendido como el astro más brillante en el cielo de la patria; pero, ¡ay! para eso has dejado un vacío inmenso en nuestros corazones;; para eso nos has abandonado cuando más te necesitábamos------; cuando..... tú alentabas nuestros pasos; tú, el único entre nosotros que sintió y palpó su gloria en la primavera de su vida. “Hoy___no, Manuel— Hoy----------ai cuerpo yace inerte, y yo, que maquinalmente he trazado estas lineas en nombre de tus hermanos, en nombre de aquellos que en ninguna de tus horas sagradas pudieron abandonarte, en nombre de los que en ti miraron ¿iempre al más querido de sus amigos y al más sincero de sus jueces, vengo hoy____a decirte la última palabra____ Manuel: tras el dolor inmenso de haberte encontrado sin vida: tras el dolor de un desengaño tan triste, todo es sufrimiento débil; por" eso aun me serví de mis últimos esfuerzos para pisar esta tribuna en nombre de tus hermanos en letras.—..-¡Adiós para siempre!----¡Adiós!” A las doce del día el primer puñado de tierra cayó sobre el ataúd. DEL CAMPO FLORIDO A DOLORES Diecisiete años reposaron los restos de Acuña en el jiaineón del Campo Florido, en la fosa que como justo homenaje al genio, cedió gratuitamente el goberna iur del Distrto, señor don Othón Pérez. Una mañana inclemente, triste como el alma del poeta, se congregaron en el panteón algunos de los miembros dé la junta encargada del m mum.euto a Acuña, a í:n de pres.*nc:a- la vhr.-mación ^le los restos, los que serían trasladados al panteón de Dolores. A las seis y veinte minutos procedió a ella el doctor Abel González, quien la hizo desinteresadamente, habiendo regalado las sustancias desinfectantes el doctor Patiño. El acta levantada con este motivo dice a la letra: “En la ciudad de México, a los treinta días del mes de noviembre del año de mil ochocientos noventa, se reunieron en el panteón del “Campo Florido” los señores diputados por el tercer distrito del Estado de Aguas- calientes. Agapi.to Silva, doctor Abel F. González y secretario que suscribe, miembros todos de la junta directiva de! monumento consagrado a Manuel Acuña, para proceder a la exhumación de los restos de ese malogrado e inolvidable poeta. e “La exhumación se practicó por el doctor González en presencia del señor Benigno Trujillo, administrador del panteón, y de conformidad con los preceptos de la ciencia, a las seis y veinte minutos de la mañana. “La orden del Gobierno dél Distrito dice: “Gobierno del Distrito Federal. (Sección del Estado Civil).-'-Previos los requisitos legales, puede practicarse en ese panteón la exhumación de los restos del ciudadano Manuel Acuña, que se encuentran en el, pavimento, y serán entregados a sus deudos dónde les convenga.—México, 15 de agosto de 1899.—Islas y Bustamante.—Al administrador del Campo Florido. “Los restos se encontraron en perfecto estado de poder exhumarse, y no despendían gases nocivos a la salubridad, y, por lo tanto: el médico de la junta directiva no tuvo inconveniente en aprobar que fuesen trasladados del Campo Florido al panteón de Dolores. “En vista del pericial informe, se levantó la presente acta, que, después de firmada por los testigos, certifico: Agapito Silva doctor Abel F. González, Benigno Trujillo, C. Febronio Murillo, C. F. Loreto Rosas, Luis A. Escandón, secretario de la junta directiva.” Alguno de los testigos presenciales refiere que, al aparecer el cadáver, se vió que tenía perfectamente intactos los cabellos que caían sobre la frente; tenía abrochada su levita negra, colqf que sufrió alguna alteración, cambiando en verde. Se le encontró en la bolsa derecha de su chaleco una peseta del cuño español, moneda con la cual pagó el mismer poeta al doctor González, que recogió esa prenda en su exhumación. Trasladados- los restos al panteón de Dolores el primero de diciembre de 1890, fueron sepultados, a perpetuidad en la fosa 352 del primer lote de primera clase. La partida bajo la cual se hizo la inhumación, fue la número 140,101. Presidió el duelo el poeta michoa-cano don Agapito Silva. La fosa la cedió, graciosamente, el Gobierno del Distrito. Poco tiempo después se colocó en el lugar en que descansa para siempre uno de los más grandes e inspirados poetas mexicanos, un sencillí-